martes, 10 de mayo de 2016

Gnoseología de Ockham

Gnoseología de Ockham


El nominalismo de Ockham fue decisivo, ya que significó  un cambio notable  desde la perspectiva de una nueva teoría del conocimiento que descansaba en la intuición de lo singular, y rechazaba la existencia de los universales. Se podría decir que su renovación del nominalismo es la manifestación de un realismo cognoscitivo abierto a la realidad de las cosas. Y también manifestando una actitud escéptica y crítica. La intuición es una operación fundamental de la mente humana, ya que proporciona la materia del conocimiento.   La navaja de Ockham es la expresión de la supresión de entidades superfluas e innecesarias en el proceso del conocer.
Como escribe Rábade explicando la teología y filosofía de Guillermo de Okham: «El tiene conciencia de que esta afirmación  está en franca oposición a la tradición abstraccionista que había predominado en el siglo XIII. Por eso no dudará en recordar a sus lectores  que el Doctor Sutil había admitido la intuición de los sensibles y de algunos inteligibles, para hacer ver que su doctrina no es tan novedosa».
El sabio franciscano  considera que las modalidades de abstracción elaboradas por la metafísica escolástica no poseen el rigor y la precisión de lo captado y aprehendido por la capacidad intuitiva de los sujetos que perciben la singularidad de la realidad en toda su multiplicidad, variedad y complejidad.
La artificialidad de la abstracción es imperfecta si se compara con el conocimiento efectivo de lo singular, de lo real mismo. Por tanto, como  teólogo y filósofo Ockham  elabora y sostiene una ontología y teoría del conocimiento fundamentada en la propia realidad. Su gran agudeza e ingenio  para defender sus ideas y para refutar las que consideraba erróneas o equivocadas le valieron  el título de Doctor invincibilis.
Al Venerabilis Inceptor no le convence la metafísica abstraccionista de Santo Tomás, y tampoco está de acuerdo con las distinciones formales  de su hermano de orden el  Dr. Sutil.  La metafísica de Juan Duns Scoto le parece excesiva, porque considera que es demasiado abstracta y especulativa, y no se ciñe a las realidades singulares y a la experiencia.
Ahora bien, esto no significa que Ockham rechace la metafísica. Lo que sucede es que la entiende desde un planteamiento nuevo y mucho más vinculado a lo empírico. Se comprende, perfectamente, que escriba lo siguiente: «Se entiende el conocimiento abstractivo en cuanto abstrae de la  existencia y de la no existencia y de las otras condiciones que acontecen contingentemente o se predican de la cosa».  Este teólogo y filósofo británico que falleció por la peste negra hacia 1347 considera que la estructura aristotélica de sustancia y accidentes sigue siendo válida para categorizar y clasificar la realidad, pero estima que debe reducirse su campo de aplicación. Para él la cualidad es el accidente que existe, no hay más. Por tanto, a su juicio, sustancia y cualidad son lo esencial desde una perspectiva metafísica u ontológica.
Como prueba de lo que afirmo está este fragmento de su obra más acabada o perfecta, la Summa Logicae, en la que expone su planteamiento: «Hay otra opinión sobre la cantidad, que a mí me parece que pertenece a la mente de Aristóteles, ya sea herética, ya católica, que quiero aquí referir, aunque no sea mi intención afirmarla. Y, por eso, cuando afirmé esta opinión,…, no la puse por escrito como mía, sino como de Aristóteles, y la expuse tal como a mí me parecía. Y de igual modo voy ahora a dar cuenta de ella. Esa opinión, pues, opinión que también defienden y defendieron muchos teólogos, es concretamente que ninguna  cantidad es realmente distinta de la sustancia y de la cualidad». Es evidente que de esta doctrina  de Ockham supone un proceso de identificación de la cantidad o de la extensión con la sustancia, algo que aparece varios siglos después en el racionalismo cartesiano, ya que la  sustancia corpórea es  extensión.
Y, en lo relativo al pensamiento, es indudable que para el pensador franciscano  es de naturaleza lingüística. Al respecto dice Alfonso Flórez en su libro La filosofía del lenguaje de Ockham publicado por la Editorial Comares en 2002: «Es el conocimiento mismo entonces el que posee este carácter  lingüístico, y si todo acto de entender  participa  de esta determinación como parece razonable  que lo haga, la conclusión ineludible será que el pensamiento todo es de naturaleza lingüística, y se identifica simplemente con el lenguaje mental. Por eso, la indagación del lenguaje  ilumina y guía el estudio del pensamiento y, si se trata del lenguaje mental, los dos proyectos coinciden».En efecto, si bien es necesario indicar que la teoría del conocimiento, la teología y la filosofía y política elaboradas profundamente por Guillermo de Ockham deben ser estudiadas y analizadas leyendo sus obras. En este artículo me he limitado a comentar  unos pocos aspectos de su pensamiento.
La influencia de su gnoseología de la intuición y del nominalismo ha sifo enorme en el siglo XIV y en los siglos posteriores y ha impulsado un enfoque claramente empirista y experiencial. Además ha reforzado la función del conocimiento científico y experimental. Es la ejemplificación de la progresiva superación de la Edad Media, y la llegada de la modernidad, tanto en el ámbito de la filosofía como en el de la ciencia.




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