Formas democráticas
Resumen
En la primera parte de la
ponencia, unas seis páginas, analizo aspectos del pensamiento político de
Pericles, Temístocles, Platón y Aristóteles.
Su concepción del estado y de la política, y sus consideraciones sobre
los tipos de gobierno y la democracia. Investigo y enjuicio la ciencia de
gobierno en la Antigüedad griega. La racionalidad política y el valor de la
experiencia, la prudencia y la sagacidad, en el ámbito de la doctrina política
helena, también son objeto de mis análisis.
En la segunda parte de mi
escrito me ocupo de reflexionar acerca
de la forma de entender la democracia y el poder político de tres filósofos:
Espinoza, Malebranche y Strauss. En las
conclusiones confirmo que vivimos, en una democracia de mercado, que no es lo
mejor para los ciudadanos. Es necesario construir una democracia solidaria y
realmente participativa.
FORMAS DEMOCRÁTICAS
La democracia ateniense y
la ciencia de gobierno
Ciertamente, el derecho
escrito y la conformación de las póleis o ciudades estado en la antigua Grecia
son algunas de las bases del surgimiento de la ciencia de gobierno antes del
siglo V a. C.
En esta ponencia me
propongo tratar algunos aspectos de la diversidad de interpretaciones que se
han formulado sobre la democracia y sus
características esenciales. Algo que sigue siendo objeto de controversia
actualmente, y lo ha sido también a lo
largo de la historia del pensamiento político y filosófico. También pretendo
comparar los procedimientos democráticos de Pericles, y aspectos del
pensamiento político de Platón y Aristóteles con otros filósofos posteriores.
Con la exposición de los diferentes partes de este escrito se pueden sacar
conclusiones al respecto.
Que los sofistas
consideraran que los políticos debían destacar por su fuerza de persuasión era
la expresión de un relativismo ético y político que se oponía frontalmente al
universalismo moral propio, por ejemplo de Sócrates, Platón. Aristóteles
también rechaza los planteamientos políticos de los sofistas, por su excesivo
escepticismo y su cinismo ético.
Para Platón el
ejercicio político democrático debe
fundamentarse en la reflexión pero también en la experiencia. Por tanto, el
político democrático debe ser a la vez teórico y práctico.
Como escribe Angela
Sierra: «En cualquier caso, como conocimiento experimental, no sistemático, el
saber político había guiado la acción de políticos notables, tales como
Temístocles y Pericles que habían deducido
de su experiencia una metódica de actuación consciente,…».
La supuesta predicción de
lo que va a suceder, sobre todo en democracia, es bastante discutible. Ya que
los hechos políticos, aunque son objeto de observación, análisis y reflexiones
son, al menos, en el futuro relativamente previsibles por su contingencia. Lo
probable está presente de lleno en la actividad política. Si bien, los
gobiernos democráticos, también están condicionados por muchos avatares de todo
tipo.
En la antigua Atenas tanto
Temístocles como Pericles fueron políticos llenos de sagacidad y experiencia.
Su aguda observación de la lógica social de su tiempo, les posibilitó tomar
decisiones políticas beneficiosas para la población, y sobre todo, mantener el
equilibrio y la prudencia en la democracia directa ateniense.
Respecto a Pericles es
evidente que promueve un conocimiento racional que redunda en decisiones
prudentes políticamente. Algo puesto de manifiesto, por ejemplo, en su discurso
La victoria será de Atenas defendiendo la intervención de los atenienses en la
guerra del Peloponeso. Porque iba en la línea política de reafirmar la vocación
imperial de Atenas. En efecto, la necesidad y el interés son los principios
rectores de la democracia para Pericles.
Este gran político está
convencido de la necesidad de lograr un acierta identificación emocional, por
parte de los ciudadanos, con el contenido de sus discursos políticos, que están
fundamentados en la verdad objetiva, y en análisis lógicos y racionales. Algo
que también puede servir de ejemplo, para la época contemporánea, aunque sea
considerando el gran cambio de las instituciones democráticas, y el muy
diferente contexto social, político y cultural existente en la actualidad.
Los tres principios que
seguía Pericles en su actividad política pueden ser asumidos como válidos en la
democracia contemporánea. El primero es que existe una conexión factual o entre
los acontecimientos. El segundo es la constatación de que la necesidad
determina la acción, o, al menos, puede condicionarla. Y el tercero es que las
decisiones democráticas deben guardar una relación o correspondencia con las
circunstancias existentes en cada
momento. Por tanto, en relación con la elección de ir a la guerra del
Peloponeso o no, Pericles dice en su discurso: «Porque toda imposición, sea
insignificante, sea de la mayor
trascendencia, impuesta a un estado
por otro de igual categoría sin
una previa mediación amistosa, sólo puede significar una cosa: la esclavitud».
Desde la perspectiva actual está claro que no se pueden aplicar estos
criterios, ya que debe imperar la idea de paz, y existen diferentes modos de
encauzar las relaciones diplomáticas, entre los estado democráticos.
Frente a las virtudes
heroicas de los héroes homéricos se
considera, ya a partir, sobre todo, de
Pericles y Platón, que el cálculo político y la deliberación especulativa y
racional son fundamentales, en los gobiernos democráticos y, en general, en la
actividad política. A respecto dice
Angela Sierra: «Particularmente aleccionadora de este sentido de cálculo que
pasaba por encima del sentido arcaico del heroísmo, con el cual colisiona, es
la política de Pericles. Un sentido del cálculo que Platón hará obligatorio en
su filósofo-rey».
Aunque, si se analizan
las acciones políticas de Temístocles se observa que están basadas también en
la astucia y el cálculo. Parece que no respeta los preceptos morales de un modo
sistemático. Algo parecido a la filosofía política realista elaborada y
propuesta, muchos siglos después, por
Maquiavelo.
Platón puede ser
considerado el primer gran teórico de la política. Pero, quiere moralizar el
Estado de su época, ya que está sumergido en la corrupción y la injusticia. Y
que esté convencido de que el pluralismo de valores no es bueno para la paz social
es algo entendible desde el enfoque de su tiempo, hasta cierto punto. El fundador de la Academia piensa que un
sistema de valores universal es lo que garantiza la unidad del Estado, o de la
comunidad de ciudadanos. Aunque, a mi juicio, es, perfectamente compatible, una
diversidad de valores que coexistan con un mínimo universalismo moral que
propicie la equidad y la eutaxia.
Es indudable que en la
época de Platón la ciencia del gobierno y la democracia estaban fundados en el
orden. Algo afirmado también por Sierra: «Así que la ciudad era, también, un
proceso de razón factualizado, que iba del presente al futuro. Era la expresión
del bien común». Aunque ya se sabe que Platón no estaba de acuerdo con la
utilidad y justificación de la democracia como régimen de gobierno. En su
estado ideal elabora una especie de autocracia. Porque considera que, la forma democrática de gobierno, no
garantiza el orden ni la paz entre los ciudadanos. Algo en lo que no estoy de
acuerdo. Puesto que existen procedimientos políticos democráticos que superen
las disensiones y los desacuerdos. Por, ejemplo, la búsqueda de acuerdos
políticos o pactos, etc.
Los planteamientos
democráticos de Pericles no eran, ciertamente, compartidos por Platón que
provenía de una familia aristocrática. Las convicciones políticas del creador
de la Academia no se basaban en una actitud igualitarista, ni promovían una
desaparición de las diferencias en las
clases sociales. Parte del buen gobierno de Pericles se debe a la
reducción considerable de la influencia política de la aristocracia lo que
reforzó en gran medida las prácticas democráticas, y sobre todo una nueva
interpretación de la justicia que fue más profunda y racional. De todos modos,
es necesario destacar la desilusión de Platón ante el fracaso de la antigua
clase alta en su deber de gobernar Atenas con justicia. Aunque esto no justifica, a mi juicio, la
rigidez del estado ideal que diseña minuciosamente Platón en su libro La
República o El Estado. En todo caso, independientemente, del aristocratismo
político de este gran pensador, conviene poner de manifiesto que pretende la
aplicación de unas formas de gobierno fundamentadas en normas éticas.
Como asesor filosófico de
Dionisio fracasa, porque era un tirano. En
el estado ideal elaborado por Platón los ascensos de clase social son
excepcionales lo que, en mi opinión, es algo negativo. Puesto que lo deseable
es que desaparecieran las diferencias de clases sociales en todo estado.
Los sistemas de gobierno
de los estados son legítimos, si se apoyan en leyes racionales, y en la
dirección de la razón en relación con el uso del poder y la autoridad. Si bien
es cierto que, para el maestro de Aristóteles, la democracia ateniense que era
apoyada por los sofistas carecía de legitimidad política, porque practicaba la
injusticia y la falsedad resultado del relativismo, y del escepticismo
imperante en la actividad política ateniense.
Considero que aunque la
influencia de los sofistas con su relativismo fuera observable en el mundo
político de esta ciudad estado, esto no era suficiente para deslegitimar la
democracia ateniense .En lo referente a la formación de los gobernantes estimo
que posee una considerable parte de razón Platón al pensar que deben ser
sometidos a un estricto proceso de selección y formación. Ya que los reyes filósofos
o regentes serían los ciudadanos más
juiciosos y prudentes para tomar decisiones más racionales y beneficiosas para
todos. Y es que los que acceden a las más altas formas de conocimiento, son los
que alcanzan la preparación adecuada para ejercer el poder, con criterios
razonables, sabiendo buscar el interés general y el bien común.
Y es cierto, en mi
opinión, que la formación filosófica y científica es la más apropiada y útil
para el ejercicio de la actividad política. Que Platón determine en su estado
ideal que la clase dirigente o dominante sea una especie de élite socialista
sin propiedad privada es significativo, y da una idea de los gravísimos
problemas de corrupción económica que ya existían en aquella época. En su
última obra sobre política en Las Leyes la doctrina de Platón establece un
Consejo Nocturno que regula hasta los juegos de los niños, algo claramente
excesivo e irracional. Y responde al deseo de este filósofo de superar los
cambios en la estructura del estado ideal, por el simple transcurso del tiempo,
y por las transformaciones históricas de la realidad. Considero que no existe
un estado político ideal.
Porque lo esencial es que
los procedimientos democráticos deben ser participativos, colaborativos y
deliberativos. De esta forma, las decisiones políticas de los gobiernos
democráticos pueden ser analizadas, discutidas y valoradas en cada momento. Ya
que la legitimidad y la soberanía del pueblo es la base de todo estado de
derecho y social. En este sentido, internet, las redes sociales y los medios de
comunicación cada vez tendrán un mayor protagonismo, como expresión de las
opiniones y argumentaciones de los
ciudadanos, principalmente, respecto a temas sociales y políticos
Las reflexiones de
Aristóteles acerca del estado y la democracia están dirigidas al buen vivir. En
este sentido, a diferencia de los sofistas que consideraban al estado una
creación convencional, el estagirita está convencido de que el ordenamiento
estatal responde a su carácter de sociedad natural.
La naturaleza social o
política de los seres humanos es evidente por sí misma. Al respecto escribe
Aristóteles en su Política: «El que es incapaz de vivir en sociedad o el que
ninguna necesidad tiene de ello por bastarse a sí mismo, ése ha de ser o una
bestia o un dios».
Ciertamente, los
planteamientos políticos aristotélicos se circunscriben a la polis o Ciudad-
Estado griega, ya que no tenía en cuenta, de modo especial, a los imperios y
las naciones en sus elaboraciones sobre la organización política del poder. De
todas formas, su teoría política se puede aplicar a cualquier estado o nación.
Su penetración intelectual captó perfectamente los entresijos, la esencia y las
funciones del Estado de una manera profunda.
Es indudable que la
mentalidad de la época influyó en Aristóteles, en relación a su aprobación de
la esclavitud por considerarla natural, algo que desde los parámetros modernos
resulta absurdo. Lo que si es coherente es que afirme la diferencia de
capacidades intelectuales y físicas de los hombres lo que, a su juicio,
justifica que existan diferentes posiciones en la sociedad, en función de las
mismas. Este pensador llegó a escribir en relación con el dinero: «El dinero se
inventó para ser usado en los cambios, pero no para aumentarlo por medio del
interés». De lo que se deduce, a mi juicio, que no estaría de acuerdo con la
actividad de los prestamistas, porque la consideraba una actividad no natural.
Si viviera actualmente, creo que modificaría mucho el sistema financiero
existente en el siglo XXI.
Aunque fue discípulo y
amigo de Platón no aceptaba el esbozo platónico del estado ideal. Porque estaba
convencido de que las propuestas organizativas de su maestro no eran
convenientes al ser radicales. Por ejemplo, pensaba que el comunismo proyectado
por Platón causaría graves problemas, discusiones continuas, ineficacia, etc.
Aristóteles está, claramente, a favor de la propiedad privada, ya que es fuente
innegable de disfrute y placer para los individuos. Desde la perspectiva
aristotélica el modelo de estado platónico tiende en exceso a un igualitarismo
o unificación que no es lo más apropiado y beneficioso para los sujetos.
Una de las cuestiones
esenciales en las que insiste Aristóteles es en la necesidad de una educación
de los ciudadanos, para que no deseen una riqueza excesiva. Puesto que la
acumulación de dinero o de bienes en sí misma, no es algo positivo. En relación
con la actividad política Aristóteles se muestra partidario de que los
ciudadanos, en la democracia directa en la que vivían, participaran de modo alternativo
en el gobierno, y en el ser gobernados. Esto parece un planteamiento muy
moderno y actual desde cierto punto de vista, y con las correspondientes
diferencias por la distancia temporal y de costumbres. Consideraba,
acertadamente, que todo ciudadano debe poder formar parte activa en la
Asamblea, y en el ejercicio de la
justicia, si bien de un modo controlado.
Investigando y estudiando
los tipos de constituciones Aristóteles realizó una división básica en dos
clases: las que buscan el bien común y las que no, porque persiguen el interés
de la misma clase gobernante. Para este filósofo el gobierno de la clase media
es el mejor y el más deseable. Es lo que se denomina mesocracia. Ya que sucede
que la aristocracia, ante las posibilidades reales de corrupción en el
ejercicio del poder, es un ideal demasiado elevado, y con escasas
probabilidades de lograr un gobierno
estatal equilibrado y justo.
Spinoza y la democracia
Indudablemente, este
filósofo del siglo XVII es un decidido partidario de la democracia como la
mejor estrategia en el ejercicio del poder político. A pesar de algunos
anacronismos que forman parte de la mentalidad de su época, ya que Espinosa no
reconoce el derecho a voto de las mujeres, su pensamiento liberal pretende que
los seres humanos se basen en la razón en la toma de decisiones. Aunque está claramente influido por el
pensamiento político de Hobbes elabora una teoría política propia y original
que está integrada en su filosofía racionalista como una parte de la misma.
Espinosa fue un pensador muy tolerante respecto a las creencias
religiosas. Este filósofo a diferencia
de Hobbes considera que el paso del estado de naturaleza al orden civil, a través del pacto de estado, propicia que la
fuerza racional dirija la política estatal en beneficio de todos los ciudadanos
optando por el bien general. En relación con la definición de lo que se puede
entender como democracia Espinosa aunque está inmerso en el pleno absolutismo
político de su periodo histórico escribe: «La asociación universal (general) de
los hombres que de un modo colegiado posee el sumo derecho para todas las cosas
que puede». Estoy convencido de que el rasgo esencial es, precisamente, la
acción política colegiada, y la deliberación común de los asuntos que deben ser
sometidos a discusión razonada antes de tomar las decisiones más apropiadas,
también según las diversas circunstancias.
El valor de la razón es
esencial para Espinosa. Aunque es cierto que la racionalidad puede ejercerse de
diversas formas es innegable que existe una fundamentación argumentativa
coherente y correcta que justifica las decisiones adoptadas en el campo de la
praxis política. Porque el racionalismo espinosiano potencia la libertad humana
y la apropiación de todo lo que aumente la capacidad de obrar de cada ser
humano.
Ya que es consciente de
que en la ciudad o en el estado se vive según decisiones comunes en el ámbito
ciudadano y colectivo de la sociedad. Este filósofo racionalista otorga una
gran importancia a la solidaridad y a la ayuda mutua en la existencia colectiva
que conforma fundamentalmente las sociedades de los diversos estados de su
tiempo, algo que es extrapolable a la actualidad.
Porque las pasiones para
Espinosa deben ser deben estar
controladas por la razón, ya que si esto no sucede desaparece la armonía social
algo esencial para el bienestar general. Como dice Rábade: «Esto es, la
conducta racional es una conducta social que exige la unión entre los hombres».
Lo que no significa que
Spinoza esté en contra de los deseos. Pero sabe perfectamente, porque era
también un gran observador de la conducta humana que las leyes deben poner un
límite a lo irracional, que perjudica el
deseo de perfección y la vida racional. El estado, por tanto, debe ser una
especie de estructura que posibilite una existencia racional para que se logre
una sociedad política justa y solidaria. Además, está claro que en la filosofía
spinoziana el deseo es la esencia misma del hombre.
El gozo o la alegría son
pasiones positivas que proporcionan perfección y felicidad a los seres humanos
y, por tanto, dice Spinoza en su Ética: «Por consiguiente, en lo que sigue voy
a entender por alegría la pasión por la que la mente pasa a una perfección
mayor». Este pensador también considera, acertadamente, que todas las ciencias
buscan la mayor perfección posible desde la perspectiva humana.
En conclusión, la
política de Spinoza expuesta fundamentalmente en su Ética, Tratado
Teológico-Político y Tratado Político sustenta una filosofía política de cuño
liberal a favor de la tolerancia en el ámbito de las ideas y de la libertad
cívica y religiosa. Afirma el gran e irrenunciable valor de la razón en la
actividad política que debe estar dirigida siempre a potenciar la capacidad de actuar del ser
humano. Este filósofo fue un decidido partidario de las libertades y de la
razón. No tiene dudas respecto a que la democracia es la mejor forma de estado
político. Y esto ya en pleno siglo XVII. Un siglo en que el régimen político
imperante en Europa era el absolutismo.
Si en el estado de
naturaleza a los seres humanos les fuera suficiente el empleo de su razón para
vivir adecuadamente, Spinoza no insistiría en la necesidad de alcanzar un pacto
para salvaguardar los legítimos derechos de todos. Como escribe en su Tratado
Político: «Los hombres no nacen civiles, sino que se hacen». En este sentido,
se sitúa en un plano de pensamiento político similar al de Hobbes. Y es que el
estado previo de pura naturaleza no es el más idóneo para los hombres, porque
se impondrían los más fuertes sobre los que lo son en menor grado.
Como también indica
Rábade: «Mientras en Hobbes se trata de pasar de la guerra de todos contra
todos a la paz civil que nos ofrece el pacto de estado, en nuestro filósofo se
busca con el pacto aprovechar y dirigir la fuerza racional que constituye el
elemento fundamental del hombre». No cabe duda de que su entendimiento de la
democracia está influida, de modo claro, por su conocimiento del régimen
relativamente liberal de J. de Wit. Por tanto, aunque a Spinoza le desagrada
mucho la aristocracia como forma de estado, tampoco ve con buenos ojos la
monarquía.
Se puede decir que la
interpretación de la democracia por parte de Spinoza está teñida por el
absolutismo. Entre otras cosas no acepta que los peregrinos, los siervos, las
mujeres y los delincuentes gocen de una total posesión de derechos. Estos
últimos también tienen derechos reconocidos, actualmente, aunque estén en la
cárcel. Es entendible la actitud intelectual del pensador holandés, si se
piensa en la mentalidad de su época, de la que no pudo abstraerse por completo.
Desafortunadamente, la
prematura muerte de este gran pensador racionalista le impidió continuar el ya
iniciado capítulo XI de su Tratado Político, precisamente dedicado a explicitar
su planteamiento detallado acerca de la democracia.
Evidentemente, Spinoza
considera que existen riesgos en un estado por causa de las libertades de las
que disfrutan los ciudadanos, pero es el lógico y razonable coste de una
existencia fundamentada en la racionalidad y en la tolerancia. Algo que es
justificado muy coherentemente por el filósofo de ascendencia, probablemente
española, al escribir: «Confieso ciertamente que de una libertad tal pueden
seguirse a veces algunos inconvenientes; pero, ¿qué se ha establecido nunca tan
sabiamente que no pudiera surgir de ello inconveniente alguno?». De todos
modos, aunque su modelo de estado posee
ciertos aspectos de estado absoluto, está basado en una estructura no
despótica, y se fundamenta en la racionalidad. Se comprende que Spinoza reitere
la importancia de la libertad de juicio que debe ser respetada por todos los
estados. Critica también duramente los prejuicios, probablemente, porque él
mismo sufrió las consecuencias de las falsas ideas, y de la intolerancia e
incomprensión, por su libertad de pensamiento y creatividad.
De hecho, en 1656 Spinoza
a los veinticuatro años fue expulsado de la sinagoga por excomunión del rabino
Morteira. Y como escribe Rábade: «Diversos testimonios coinciden en señalar que Espinosa redactó una apología en
castellano que no se conservó». Conservó siempre su independencia intelectual
como filósofo, y si bien le fue ofrecida una cátedra de filosofía occidental en
la Universidad de Heidelberg, no aceptó la proposición, ni tampoco una pensión
real del rey Luis XIV, si le dedicaba uno de sus libros. El panteísmo del
racionalismo spinozista ha servido de inspiración a filósofos posteriores a lo largo de los siglos.
Malebranche y el
iusnaturalismo racionalista democrático
Ciertamente, el desarrollo de unas consideraciones críticas acerca de la
filosofía racionalista de Malebranche es una tarea extensa. Me limitaré en este
artículo a unos comentarios sobre sus planteamientos en relación con aspectos
ético-políticos y sociales.
Especialmente, porque el ocasionalismo ha sido ya abundantemente tratado y
analizado por numerosos pensadores.En lo relativo al ocasionalismo de
Malebranche, si se entiende que Dios es lo que sostiene las leyes de la
naturaleza, y que como resultado de las huellas en el cerebro son producidos
los datos de conciencia, puede pensarse que la disposición general de la
naturaleza es ocasionalista.
Lo que, a mi juicio, no se sostiene argumentativamente es pensar en la
divinidad como entidad productora o causante en nosotros de tales o cuales
contenidos mentales. De todas formas, conviene tener presente que la producción
filosófica y teológica de Malebranche es fundamental en la Historia de la
Filosofía.
Por ejemplo, este filósofo francés elabora una teoría del proceso sensorial
que se anticipa desarrollos de otras epistemologías posteriores, lo cual es
altamente meritorio. Indica que existe primero una acción de los objetos sobre
el organismo y también huellas cerebrales además de la sensación como objeto de
la mente y, por último, una actitud judicativa o lo que es lo mismo una serie
de juicios. Esto lo que prefigura es una teoría asociacionista por parte de
Malebranche para la explicación del funcionamiento cerebral humano.
Respecto a la ética malebranchiana conviene saber que la libertad es un
valor esencial para el pensador racionalista galo. Por tanto, el ocasionalismo
es la afirmación de la omnipotencia divina que produce una especie de ajuste
perfecto entre el alma y el cuerpo, como también establece Geulincx con su
metáfora de los dos relojes bien sincronizados.
Independientemente del concepto de gracia que afirma Malebranche, se
observa claramente en su pensamiento, una rotunda valoración positiva de la
moral racional. Porque se opone al determinismo jansenista. Y es que la
exclusividad eficiente de Dios según este teólogo y filósofo no determina el
comportamiento humano, ya que el individuo puede superar la gracia divina, y
obrar bien mediante la razón.
Por tanto, desde su perspectiva es posible y realizable una moral racional
fundamentada en la realidad. Esto se observa de forma más profunda, si se
considera que Malebranche no acepta la ética estoica porque piensa,
acertadamente, que limita las posibilidades humanas.
De hecho, reitera el valor del amor propio como el motivo esencial en todo
ser humano. Lo que se expresa en la búsqueda del placer por parte de las
personas. Por tanto, el planteamiento de la ética malebranchiana es parecido en
ciertos aspectos al propio del epicureísmo, aunque no al del hedonismo en un
sentido absoluto. Para Malebranche el placer viene de Dios y «no del cuerpo».
En este sentido, el placer no es algo negativo, y es una manifestación sensible
de la adecuación moral de los actos humanos. Además, este pensador considera
que tanto la experiencia intelectual como la sensible son primordiales en toda
conducta, y también en el ámbito ético.
Se puede decir que para Malebranche existe un amor al orden que es el
reflejo de la excelencia divina. Dios es el máximo bien y, por tanto, desde la
perspectiva de este filósofo los valores éticos y la bondad como criterio
esencial son algo que podemos aprehender en la divinidad si prestamos la debida
atención a su perfecta excelencia.
En lo relativo a la sociedad de su tiempo que es la del siglo XVII y
principios del siglo XVIII reconoce que percibe con frecuencia la injusticia.
No es conformista, pero tampoco es un pensador políticamente conflictivo. Si
bien se muestra bastante crítico con la nobleza en determinados aspectos.
Malebranche en su teoría política está de acuerdo con la doctrina tomista de la
ley natural, aunque añade ideas modernas para su época.
Por ejemplo, afirma el valor de la libertad de conciencia, y también el de
la equidad como esenciales en cualquier estado. Anticipa lo que sería el
iusnaturalismo racionalista. También legitima, con ciertas condiciones, la
desobediencia civil ante los excesos del poder absolutista de su tiempo. En
definitiva, la racionalidad y la justicia deben los criterios que fundamenten
cualquier acción política y social. Por tanto, en un sentido amplio afirma los
valores de la democracia representativa y deliberativa.
Strauss
y la política democrática
Leo Strauss es un
filósofo que murió en 1973 y que ha dejado profunda huella en la filosofía
política contemporánea. Aunque se le considera un pensador político de
tendencia liberal y conservadora de su ingente producción escrita, y de su
tarea docente en universidades norteamericanas se extraen ideas políticas
inequívocamente realistas. Una de las cuestiones que fue objeto constante de
sus reflexiones y argumentaciones fue la delimitación teórica de la filosofía política. Establece,
acertadamente, una alternativa que fija, de modo general, la orientación
esencial de la actividad política.
Porque escribe: «Toda
acción política tiene como fin la conservación o el cambio». Se puede
interpretar que el buen juicio de los gobernantes se pone a prueba tomando las
decisiones más apropiadas en cada momento en función del interés general, y de
las circunstancias concretas. La clave es no confundir lo peor con lo mejor, ya
que si esto sucede el resultado de la acción política es perjudicial en vez de
beneficiosa. De esto se deriva, en mi opinión, la relevancia de unos buenos
asesores que tienen que ser los imprescindibles, y no un número desproporcionado y excesivo.
Naturalmente, Strauss
considera que lo mejor y lo peor presupone
una idea del bien. Los aspectos centrales de la praxis política deben
estar dirigidos por el conocimiento de la vida buena y la buena sociedad. Una
coherente filosofía política se expresa en un buen orden social que propicia el
bienestar individual.
De todos modos, el
mismo Strauss es plenamente
consciente de la dificultad de lograr
una justicia social general, y unas condiciones de vida dignas para todos los
ciudadanos de los estados. Algo en lo que incide al decir que: «La filosofía
política no enseña cuán extraordinariamente difícil es asegurar esos mínimos de
decencia, de humanidad y de justicia que han sido dados por sentado, en algunos
países libres».
Evidentemente, la
filosofía es una actividad inacabable de búsqueda de la verdad y del
conocimiento, y esto se aplica también a
la teoría política. La admiración de
Strauss por el legado de la filosofía política de Hobbes, y su elevada
valoración del pensamiento político platónico y aristotélico es contextualizada
de una forma muy detallada y precisa en sus obras. Afirma que: «Sócrates prefirió sacrificar su vida
para salvar la filosofía en Atenas antes que salvar su vida para introducir la
filosofía en Creta». Realmente, el conocimiento político es diferenciable de
las opiniones políticas, aunque en la práctica política habitual actualmente
parece que no se distinguen suficientemente.
Porque los errores,
prejuicios, medias verdades, falsedades, etc., están, desafortunadamente, a la
orden del día o son frecuentes en la realidad política. Leo Strauss está
convencido de la necesidad de estudiar lo más profundamente posible los
fenómenos sociales.
Y para esta labor
descriptiva, explicativa y analítica es preciso tener en cuenta que el investigador aplica determinados
juicios de valor implícitos o explícitos.
A diferencia de Max Weber
no considera que los conflictos de
valores sean insolubles. Existen posibles soluciones, porque se parte de una
racionalidad valorativa precisada coherentemente. Indudablemente, la
racionalidad valorativa puede entenderse de numerosas formas, aunque Strauss
propone una crítica de la razón valorativa que siga la línea marcada por Kant
en la Crítica de la razón pura.
En cualquier caso, el
rigor y la coherencia de los juicios valorativos en relación con los fenómenos
sociales y con las decisiones políticas es algo lograble, desde una filosofía
política razonada que busque la igualdad y la justicia. Strauss reitera la
necesidad de una política razonable en interés de todos los ciudadanos.
La tolerancia es otra de
las consecuencias de la aplicación del buen juicio a la toma de decisiones en
el ámbito político. Pueden existir muchas filosofías políticas erróneas, y lo
fundamental es elaborar las correctas y adecuadas para la totalidad de la
sociedad.
CONCLUSIONES
La democracia es algo
imperfecto, porque es algo social, grupal. Ya que como sostiene el materialismo filosófico, el
conjunto de individuos que viven en sociedad no son simétricos ni equivalentes,
algo que define la política y la moral. En cambio, desde la perspectiva ética,
los sujetos si son equivalentes.
Desde un enfoque politico,
los contextos culturales, económicos y sociales de los ciudadanos hacen que, no
todos puedan aspirar, de forma real y efectiva, a participar en la actividad política
de una manera directa. Como dice Bueno: «La democracia no garantiza la igualdad
política, sino, a lo sumo, las condiciones del terreno en el cual esta igualdad
puede ser reivindicada en cada momento». Aunque esto supone, a mi juicio, la asunción de la imperfección de la democracia. Considero que
el cumplimiento efectivo de los derechos reconocidos por la Constitución y por
las leyes no es algo completamente ilusorio o utópico. La representación
política ejercida por los políticos profesionales es una especie de gremio, que
posee una cierta exclusividad en el uso del poder, y de sus atribuciones y
ventajas. Aunque esto puede ser objeto
de transformación, con unas nuevas prácticas políticas, por parte de los que
ejercen el poder. Porque es cierto, como
afirma el materialismo filosófico de Bueno que cuando la igualdad ética se
aplica a los problemas morales se transforma en justicia. Aunque el
procedimiento para lograrlo sea la constante rectificación de las desigualdades realmente existentes entre los ciudadanos. Es
un proceso que, por la propia evolución
de los estados, y de los grupos sociales es complejo.
Y la idea de solidaridad
que está presente, al menos, en los programas políticos de los partidos
políticos de las democracias actuales
debe ser ejercida contra los que
la suprimen o la imposibilitan. Ya que como dice Gustavo Bueno: «La solidaridad
democrática, como concepto político, habría de restringirse, por tanto, al
terreno político, como “solidaridad de los demócratas contra terceros”, en
sentido político: oligarcas, grupos de presión política, etc».
El poder decisorio de los
ciudadanos en democracia se circunscribe, esencialmente, a votar, y en el caso
de los militantes de los partidos, a ratificar decisiones ya tomadas por las
cúpulas de los partidos.
Si a esto se añade la
fuerza del poder de los medios de comunicación, y del poder económico que, en
su mayor parte no desean grandes cambios en la política económica, parece que
la fuerza de las aspiraciones ciudadanas
encaminadas a lograr un auténtico estado social de derecho con justicia social, se convierten en algo casi ilusorio. Aunque
es cierto lo que dice Gustavo Bueno en su obra Telebasura y democracia, ya que
realiza una profunda y radical crítica a la democracia-mercado existente
actualmente. La demanda constante de productos de consumo es lo que sostiene el
estado, en detrimento de otros valores. Hasta los electores “compran”
a los candidatos políticos como si fueran bienes de consumo, en función
de lo que prometen. Y la partitocracia, así como la separación o disociación
entre la clase política y el pueblo, parecen algo difícil de superar, etc. Es evidente que
vivimos, en una democracia de mercado, que no es lo mejor para los ciudadanos.
Es necesario construir una democracia solidaria, y realmente participativa.
La transición
democrática, a mi juicio, puede interpretarse de múltiples maneras, y con
numerosos sentidos diferentes. En función de los aspectos que deseemos poner en
el foco principal del debate y la discusión. Aunque debe primar una democracia
que se base en la solidaridad en un estilo parecido al propuesto por la
filosofía política de Rawls. O que la tome, al menos, como punto de partida. Ya
que el velo de ignorancia es algo a tener siempre presente en las acciones y
decisiones políticas.
Propiciar una mayor
igualdad social y económica en los ciudadanos es lo prioritario. Y es que la
riqueza social debe ser mejor administrada con procedimientos democráticos
basados, especialmente, en el reforzamiento presupuestario de los servicios
sociales.
El denominado Estado del
Bienestar que se deriva de la aplicación de los principios constitucionales
parece que debería ser real, y no un
simple planteamiento general teórico, supuestamente,
utópico e inalcanzable.
En la sociedad digital,
tecnológica y del conocimiento en la que
estamos viviendo, todo parece más posible y factible. El cambio social está
siendo muy veloz. Y la denominada por Bauman modernidad líquida puede ser más dinámica, y activar
políticas más solidarias en busca del bienestar general. Algo que no es tan
cambiante, y que, quizás, esté más al alcance, si se emplean políticas basadas
en propiciar e impulsar, los legítimos intereses de todos. La democracia social
y solidaria es, realmente, posible, si existe suficiente voluntad ciudadana
para plasmarla en las instituciones políticas, y en el ejercicio democrático
del poder que deriva de la soberanía popular.
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