martes, 10 de mayo de 2016

Formas democráticas

Formas democráticas        


Resumen

En la primera parte de la ponencia, unas seis páginas, analizo aspectos del pensamiento político de Pericles, Temístocles, Platón y Aristóteles.  Su concepción del estado y de la política, y sus consideraciones sobre los tipos de gobierno y la democracia. Investigo y enjuicio la ciencia de gobierno en la Antigüedad griega. La racionalidad política y el valor de la experiencia, la prudencia y la sagacidad, en el ámbito de la doctrina política helena, también son objeto de mis análisis.
En la segunda parte de mi escrito me ocupo de  reflexionar acerca de la forma de entender la democracia y el poder político de tres filósofos: Espinoza, Malebranche y Strauss.  En las conclusiones confirmo que vivimos, en una democracia de mercado, que no es lo mejor para los ciudadanos. Es necesario construir una democracia solidaria y realmente participativa.

FORMAS DEMOCRÁTICAS

La democracia ateniense y la ciencia de gobierno

Ciertamente, el derecho escrito y la conformación de las póleis o ciudades estado en la antigua Grecia son algunas de las bases del surgimiento de la ciencia de gobierno antes del siglo V a. C.
En esta ponencia me propongo tratar algunos aspectos de la diversidad de interpretaciones que se han  formulado sobre la democracia y sus características esenciales. Algo que sigue siendo objeto de controversia actualmente, y lo ha sido también  a lo largo de la historia del pensamiento político y filosófico. También pretendo comparar los procedimientos democráticos de Pericles, y aspectos del pensamiento político de Platón y Aristóteles con otros filósofos posteriores. Con la exposición de los diferentes partes de este escrito se pueden sacar conclusiones al respecto.
Que los sofistas consideraran que los políticos debían destacar por su fuerza de persuasión era la expresión de un relativismo ético y político que se oponía frontalmente al universalismo moral propio, por ejemplo de Sócrates, Platón. Aristóteles también rechaza los planteamientos políticos de los sofistas, por su excesivo escepticismo y su cinismo ético.
Para Platón el ejercicio  político democrático debe fundamentarse en la reflexión pero también en la experiencia. Por tanto, el político democrático debe ser a la vez teórico y práctico.
Como escribe Angela Sierra: «En cualquier caso, como conocimiento experimental, no sistemático, el saber político había guiado la acción de políticos notables, tales como Temístocles y Pericles  que habían deducido de su experiencia una metódica de actuación consciente,…».
La supuesta predicción de lo que va a suceder, sobre todo en democracia, es bastante discutible. Ya que los hechos políticos, aunque son objeto de observación, análisis y reflexiones son, al menos, en el futuro relativamente previsibles por su contingencia. Lo probable está presente de lleno en la actividad política. Si bien, los gobiernos democráticos, también están condicionados por muchos avatares de todo tipo.
En la antigua Atenas tanto Temístocles como Pericles fueron políticos llenos de sagacidad y experiencia. Su aguda observación de la lógica social de su tiempo, les posibilitó tomar decisiones políticas beneficiosas para la población, y sobre todo, mantener el equilibrio y la prudencia en la democracia directa ateniense.
Respecto a Pericles es evidente que promueve un conocimiento racional que redunda en decisiones prudentes políticamente. Algo puesto de manifiesto, por ejemplo, en su discurso La victoria será de Atenas defendiendo la intervención de los atenienses en la guerra del Peloponeso. Porque iba en la línea política de reafirmar la vocación imperial de Atenas. En efecto, la necesidad y el interés son los principios rectores de la democracia para Pericles.
Este gran político está convencido de la necesidad de lograr un acierta identificación emocional, por parte de los ciudadanos, con el contenido de sus discursos políticos, que están fundamentados en la verdad objetiva, y en análisis lógicos y racionales. Algo que también puede servir de ejemplo, para la época contemporánea, aunque sea considerando el gran cambio de las instituciones democráticas, y el muy diferente contexto social, político y cultural existente en la actualidad.
Los tres principios que seguía Pericles en su actividad política pueden ser asumidos como válidos en la democracia contemporánea. El primero es que existe una conexión factual o entre los acontecimientos. El segundo es la constatación de que la necesidad determina la acción, o, al menos, puede condicionarla. Y el tercero es que las decisiones democráticas deben guardar una relación o correspondencia con las circunstancias existentes en cada  momento. Por tanto, en relación con la elección de ir a la guerra del Peloponeso o no, Pericles dice en su discurso: «Porque toda imposición, sea insignificante, sea de la mayor  trascendencia, impuesta a un estado  por otro de igual categoría  sin una previa mediación amistosa, sólo puede significar una cosa: la esclavitud». Desde la perspectiva actual está claro que no se pueden aplicar estos criterios, ya que debe imperar la idea de paz, y existen diferentes modos de encauzar las relaciones diplomáticas, entre los estado democráticos.
Frente a las virtudes heroicas  de los héroes homéricos se considera, ya a  partir, sobre todo, de Pericles y Platón, que el cálculo político y la deliberación especulativa y racional son fundamentales, en los gobiernos democráticos y, en general, en la actividad  política. A respecto dice Angela Sierra: «Particularmente aleccionadora de este sentido de cálculo que pasaba por encima del sentido arcaico del heroísmo, con el cual colisiona, es la política de Pericles. Un sentido del cálculo que Platón hará obligatorio en su filósofo-rey».  
Aunque, si se analizan las acciones políticas de Temístocles se observa que están basadas también en la astucia y el cálculo. Parece que no respeta los preceptos morales de un modo sistemático. Algo parecido a la filosofía política realista elaborada y propuesta, muchos siglos después,  por Maquiavelo.
Platón puede ser considerado el primer gran teórico de la política. Pero, quiere moralizar el Estado de su época, ya que está sumergido en la corrupción y la injusticia. Y que esté convencido de que el pluralismo de valores no es bueno para la paz social es algo entendible desde el enfoque de su tiempo, hasta cierto punto.  El fundador de la Academia piensa que un sistema de valores universal es lo que garantiza la unidad del Estado, o de la comunidad de ciudadanos. Aunque, a mi juicio, es, perfectamente compatible, una diversidad de valores que coexistan con un mínimo universalismo moral que propicie la equidad y la eutaxia.
Es indudable que en la época de Platón la ciencia del gobierno y la democracia estaban fundados en el orden. Algo afirmado también por Sierra: «Así que la ciudad era, también, un proceso de razón factualizado, que iba del presente al futuro. Era la expresión del bien común». Aunque ya se sabe que Platón no estaba de acuerdo con la utilidad y justificación de la democracia como régimen de gobierno. En su estado ideal elabora una especie de autocracia. Porque considera  que, la forma democrática de gobierno, no garantiza el orden ni la paz entre los ciudadanos. Algo en lo que no estoy de acuerdo. Puesto que existen procedimientos políticos democráticos que superen las disensiones y los desacuerdos. Por, ejemplo, la búsqueda de acuerdos políticos o pactos, etc.
Los planteamientos democráticos de Pericles no eran, ciertamente, compartidos por Platón que provenía de una familia aristocrática. Las convicciones políticas del creador de la Academia no se basaban en una actitud igualitarista, ni promovían una desaparición de las diferencias en las  clases sociales. Parte del buen gobierno de Pericles se debe a la reducción considerable de la influencia política de la aristocracia lo que reforzó en gran medida las prácticas democráticas, y sobre todo una nueva interpretación de la justicia que fue más profunda y racional. De todos modos, es necesario destacar la desilusión de Platón ante el fracaso de la antigua clase alta en su deber de gobernar Atenas con justicia.  Aunque esto no justifica, a mi juicio, la rigidez del estado ideal que diseña minuciosamente Platón en su libro La República o El Estado. En todo caso, independientemente, del aristocratismo político de este gran pensador, conviene poner de manifiesto que pretende la aplicación de unas formas de gobierno fundamentadas en normas éticas.
Como asesor filosófico de Dionisio fracasa, porque era un  tirano. En el estado ideal elaborado por Platón los ascensos de clase social son excepcionales lo que, en mi opinión, es algo negativo. Puesto que lo deseable es que desaparecieran las diferencias de clases sociales en todo estado.
Los sistemas de gobierno de los estados son legítimos, si se apoyan en leyes racionales, y en la dirección de la razón en relación con el uso del poder y la autoridad. Si bien es cierto que, para el maestro de Aristóteles, la democracia ateniense que era apoyada por los sofistas carecía de legitimidad política, porque practicaba la injusticia y la falsedad resultado del relativismo, y del escepticismo imperante en la actividad política ateniense.
Considero que aunque la influencia de los sofistas con su relativismo fuera observable en el mundo político de esta ciudad estado, esto no era suficiente para deslegitimar la democracia ateniense .En lo referente a la formación de los gobernantes estimo que posee una considerable parte de razón Platón al pensar que deben ser sometidos a un estricto proceso de selección y formación. Ya que los reyes filósofos o regentes serían  los ciudadanos más juiciosos y prudentes para tomar decisiones más racionales y beneficiosas para todos. Y es que los que acceden a las más altas formas de conocimiento, son los que alcanzan la preparación adecuada para ejercer el poder, con criterios razonables, sabiendo buscar el interés general y el bien común.
Y es cierto, en mi opinión, que la formación filosófica y científica es la más apropiada y útil para el ejercicio de la actividad política. Que Platón determine en su estado ideal que la clase dirigente o dominante sea una especie de élite socialista sin propiedad privada es significativo, y da una idea de los gravísimos problemas de corrupción económica que ya existían en aquella época. En su última obra sobre política en Las Leyes la doctrina de Platón establece un Consejo Nocturno que regula hasta los juegos de los niños, algo claramente excesivo e irracional. Y responde al deseo de este filósofo de superar los cambios en la estructura del estado ideal, por el simple transcurso del tiempo, y por las transformaciones históricas de la realidad. Considero que no existe un estado político ideal.
Porque lo esencial es que los procedimientos democráticos deben ser participativos, colaborativos y deliberativos. De esta forma, las decisiones políticas de los gobiernos democráticos pueden ser analizadas, discutidas y valoradas en cada momento. Ya que la legitimidad y la soberanía del pueblo es la base de todo estado de derecho y social. En este sentido, internet, las redes sociales y los medios de comunicación cada vez tendrán un mayor protagonismo, como expresión de las opiniones  y argumentaciones de los ciudadanos, principalmente, respecto a temas sociales y políticos
Las reflexiones de Aristóteles acerca del estado y la democracia están dirigidas al buen vivir. En este sentido, a diferencia de los sofistas que consideraban al estado una creación convencional, el estagirita está convencido de que el ordenamiento estatal responde a su carácter de sociedad natural.
La naturaleza social o política de los seres humanos es evidente por sí misma. Al respecto escribe Aristóteles en su Política: «El que es incapaz de vivir en sociedad o el que ninguna necesidad tiene de ello por bastarse a sí mismo, ése ha de ser o una bestia o un dios».
Ciertamente, los planteamientos políticos aristotélicos se circunscriben a la polis o Ciudad- Estado griega, ya que no tenía en cuenta, de modo especial, a los imperios y las naciones en sus elaboraciones sobre la organización política del poder. De todas formas, su teoría política se puede aplicar a cualquier estado o nación. Su penetración intelectual captó perfectamente los entresijos, la esencia y las funciones del Estado de una manera profunda.
Es indudable que la mentalidad de la época influyó en Aristóteles, en relación a su aprobación de la esclavitud por considerarla natural, algo que desde los parámetros modernos resulta absurdo. Lo que si es coherente es que afirme la diferencia de capacidades intelectuales y físicas de los hombres lo que, a su juicio, justifica que existan diferentes posiciones en la sociedad, en función de las mismas. Este pensador llegó a escribir en relación con el dinero: «El dinero se inventó para ser usado en los cambios, pero no para aumentarlo por medio del interés». De lo que se deduce, a mi juicio, que no estaría de acuerdo con la actividad de los prestamistas, porque la consideraba una actividad no natural. Si viviera actualmente, creo que modificaría mucho el sistema financiero existente en el siglo XXI.
Aunque fue discípulo y amigo de Platón no aceptaba el esbozo platónico del estado ideal. Porque estaba convencido de que las propuestas organizativas de su maestro no eran convenientes al ser radicales. Por ejemplo, pensaba que el comunismo proyectado por Platón causaría graves problemas, discusiones continuas, ineficacia, etc. Aristóteles está, claramente, a favor de la propiedad privada, ya que es fuente innegable de disfrute y placer para los individuos. Desde la perspectiva aristotélica el modelo de estado platónico tiende en exceso a un igualitarismo o unificación que no es lo más apropiado y beneficioso  para los sujetos.
Una de las cuestiones esenciales en las que insiste Aristóteles es en la necesidad de una educación de los ciudadanos, para que no deseen una riqueza excesiva. Puesto que la acumulación de dinero o de bienes en sí misma, no es algo positivo. En relación con la actividad política Aristóteles se muestra partidario de que los ciudadanos, en la democracia directa en la que vivían, participaran de modo alternativo en el gobierno, y en el ser gobernados. Esto parece un planteamiento muy moderno y actual desde cierto punto de vista, y con las correspondientes diferencias por la distancia temporal y de costumbres. Consideraba, acertadamente, que todo ciudadano debe poder formar parte activa en la Asamblea,  y en el ejercicio de la justicia, si bien de un modo controlado.
Investigando y estudiando los tipos de constituciones Aristóteles realizó una división básica en dos clases: las que buscan el bien común y las que no, porque persiguen el interés de la misma clase gobernante. Para este filósofo el gobierno de la clase media es el mejor y el más deseable. Es lo que se denomina mesocracia. Ya que sucede que la aristocracia, ante las posibilidades reales de corrupción en el ejercicio del poder, es un ideal demasiado elevado, y con escasas probabilidades de lograr un  gobierno estatal equilibrado y justo.

Spinoza y la democracia

Indudablemente, este filósofo del siglo XVII es un decidido partidario de la democracia como la mejor estrategia en el ejercicio del poder político. A pesar de algunos anacronismos que forman parte de la mentalidad de su época, ya que Espinosa no reconoce el derecho a voto de las mujeres, su pensamiento liberal pretende que los seres humanos se basen en la razón en la toma de decisiones.  Aunque está claramente influido por el pensamiento político de Hobbes elabora una teoría política propia y original que está integrada en su filosofía racionalista como una parte de la misma. Espinosa fue un pensador muy tolerante respecto a las creencias religiosas.  Este filósofo a diferencia de Hobbes considera que el paso del estado de naturaleza al orden civil,  a través del pacto de estado, propicia que la fuerza racional dirija la política estatal en beneficio de todos los ciudadanos optando por el bien general. En relación con la definición de lo que se puede entender como democracia Espinosa aunque está inmerso en el pleno absolutismo político de su periodo histórico escribe: «La asociación universal (general) de los hombres que de un modo colegiado posee el sumo derecho para todas las cosas que puede». Estoy convencido de que el rasgo esencial es, precisamente, la acción política colegiada, y la deliberación común de los asuntos que deben ser sometidos a discusión razonada antes de tomar las decisiones más apropiadas, también según las diversas circunstancias.
El valor de la razón es esencial para Espinosa. Aunque es cierto que la racionalidad puede ejercerse de diversas formas es innegable que existe una fundamentación argumentativa coherente y correcta que justifica las decisiones adoptadas en el campo de la praxis política. Porque el racionalismo espinosiano potencia la libertad humana y la apropiación de todo lo que aumente la capacidad de obrar de cada ser humano.
Ya que es consciente de que en la ciudad o en el estado se vive según decisiones comunes en el ámbito ciudadano y colectivo de la sociedad. Este filósofo racionalista otorga una gran importancia a la solidaridad y a la ayuda mutua en la existencia colectiva que conforma fundamentalmente las sociedades de los diversos estados de su tiempo, algo que es extrapolable a la actualidad.
Porque las pasiones para Espinosa  deben ser deben estar controladas por la razón, ya que si esto no sucede desaparece la armonía social algo esencial para el bienestar general. Como dice Rábade: «Esto es, la conducta racional es una conducta social que exige la unión entre los hombres».
Lo que no significa que Spinoza esté en contra de los deseos. Pero sabe perfectamente, porque era también un gran observador de la conducta humana que las leyes deben poner un límite a lo irracional,  que perjudica el deseo de perfección y la vida racional. El estado, por tanto, debe ser una especie de estructura que posibilite una existencia racional para que se logre una sociedad política justa y solidaria. Además, está claro que en la filosofía spinoziana el deseo es la esencia misma del hombre.
El gozo o la alegría son pasiones positivas que proporcionan perfección y felicidad a los seres humanos y, por tanto, dice Spinoza en su Ética: «Por consiguiente, en lo que sigue voy a entender por alegría la pasión por la que la mente pasa a una perfección mayor». Este pensador también considera, acertadamente, que todas las ciencias buscan la mayor perfección posible desde la perspectiva humana.
En conclusión, la política de Spinoza expuesta fundamentalmente en su Ética, Tratado Teológico-Político y Tratado Político sustenta una filosofía política de cuño liberal a favor de la tolerancia en el ámbito de las ideas y de la libertad cívica y religiosa. Afirma el gran e irrenunciable valor de la razón en la actividad política que debe estar dirigida siempre  a potenciar la capacidad de actuar del ser humano. Este filósofo fue un decidido partidario de las libertades y de la razón. No tiene dudas respecto a que la democracia es la mejor forma de estado político. Y esto ya en pleno siglo XVII. Un siglo en que el régimen político imperante en Europa era el absolutismo.
Si en el estado de naturaleza a los seres humanos les fuera suficiente el empleo de su razón para vivir adecuadamente, Spinoza no insistiría en la necesidad de alcanzar un pacto para salvaguardar los legítimos derechos de todos. Como escribe en su Tratado Político: «Los hombres no nacen civiles, sino que se hacen». En este sentido, se sitúa en un plano de pensamiento político similar al de Hobbes. Y es que el estado previo de pura naturaleza no es el más idóneo para los hombres, porque se impondrían los más fuertes sobre los que lo son en menor grado.
Como también indica Rábade: «Mientras en Hobbes se trata de pasar de la guerra de todos contra todos a la paz civil que nos ofrece el pacto de estado, en nuestro filósofo se busca con el pacto aprovechar y dirigir la fuerza racional que constituye el elemento fundamental del hombre». No cabe duda de que su entendimiento de la democracia está influida, de modo claro, por su conocimiento del régimen relativamente liberal de J. de Wit. Por tanto, aunque a Spinoza le desagrada mucho la aristocracia como forma de estado, tampoco ve con buenos ojos la monarquía.
Se puede decir que la interpretación de la democracia por parte de Spinoza está teñida por el absolutismo. Entre otras cosas no acepta que los peregrinos, los siervos, las mujeres y los delincuentes gocen de una total posesión de derechos. Estos últimos también tienen derechos reconocidos, actualmente, aunque estén en la cárcel. Es entendible la actitud intelectual del pensador holandés, si se piensa en la mentalidad de su época, de la que no pudo abstraerse por completo.
Desafortunadamente, la prematura muerte de este gran pensador racionalista le impidió continuar el ya iniciado capítulo XI de su Tratado Político, precisamente dedicado a explicitar su planteamiento detallado acerca de la democracia.
Evidentemente, Spinoza considera que existen riesgos en un estado por causa de las libertades de las que disfrutan los ciudadanos, pero es el lógico y razonable coste de una existencia fundamentada en la racionalidad y en la tolerancia. Algo que es justificado muy coherentemente por el filósofo de ascendencia, probablemente española, al escribir: «Confieso ciertamente que de una libertad tal pueden seguirse a veces algunos inconvenientes; pero, ¿qué se ha establecido nunca tan sabiamente que no pudiera surgir de ello inconveniente alguno?». De todos modos,  aunque su modelo de estado posee ciertos aspectos de estado absoluto, está basado en una estructura no despótica, y se fundamenta en la racionalidad. Se comprende que Spinoza reitere la importancia de la libertad de juicio que debe ser respetada por todos los estados. Critica también duramente los prejuicios, probablemente, porque él mismo sufrió las consecuencias de las falsas ideas, y de la intolerancia e incomprensión, por su libertad de pensamiento y creatividad.
De hecho, en 1656 Spinoza a los veinticuatro años fue expulsado de la sinagoga por excomunión del rabino Morteira. Y como escribe Rábade: «Diversos testimonios coinciden  en señalar que Espinosa redactó una apología en castellano que no se conservó». Conservó siempre su independencia intelectual como filósofo, y si bien le fue ofrecida una cátedra de filosofía occidental en la Universidad de Heidelberg, no aceptó la proposición, ni tampoco una pensión real del rey Luis XIV, si le dedicaba uno de sus libros. El panteísmo del racionalismo spinozista ha servido de inspiración a filósofos  posteriores a lo largo de los siglos.


Malebranche y el iusnaturalismo racionalista democrático

Ciertamente, el desarrollo de unas consideraciones críticas acerca de la filosofía racionalista de Malebranche es una tarea extensa. Me limitaré en este artículo a unos comentarios sobre sus planteamientos en relación con aspectos ético-políticos y sociales.
Especialmente, porque el ocasionalismo ha sido ya abundantemente tratado y analizado por numerosos pensadores.En lo relativo al ocasionalismo de Malebranche, si se entiende que Dios es lo que sostiene las leyes de la naturaleza, y que como resultado de las huellas en el cerebro son producidos los datos de conciencia, puede pensarse que la disposición general de la naturaleza es ocasionalista.
Lo que, a mi juicio, no se sostiene argumentativamente es pensar en la divinidad como entidad productora o causante en nosotros de tales o cuales contenidos mentales. De todas formas, conviene tener presente que la producción filosófica y teológica de Malebranche es fundamental en la Historia de la Filosofía.
Por ejemplo, este filósofo francés elabora una teoría del proceso sensorial que se anticipa desarrollos de otras epistemologías posteriores, lo cual es altamente meritorio. Indica que existe primero una acción de los objetos sobre el organismo y también huellas cerebrales además de la sensación como objeto de la mente y, por último, una actitud judicativa o lo que es lo mismo una serie de juicios. Esto lo que prefigura es una teoría asociacionista por parte de Malebranche para la explicación del funcionamiento cerebral humano.
Respecto a la ética malebranchiana conviene saber que la libertad es un valor esencial para el pensador racionalista galo. Por tanto, el ocasionalismo es la afirmación de la omnipotencia divina que produce una especie de ajuste perfecto entre el alma y el cuerpo, como también establece Geulincx con su metáfora de los dos relojes bien sincronizados.
Independientemente del concepto de gracia que afirma Malebranche, se observa claramente en su pensamiento, una rotunda valoración positiva de la moral racional. Porque se opone al determinismo jansenista. Y es que la exclusividad eficiente de Dios según este teólogo y filósofo no determina el comportamiento humano, ya que el individuo puede superar la gracia divina, y obrar bien mediante la razón.
Por tanto, desde su perspectiva es posible y realizable una moral racional fundamentada en la realidad. Esto se observa de forma más profunda, si se considera que Malebranche no acepta la ética estoica porque piensa, acertadamente, que limita las posibilidades humanas.
De hecho, reitera el valor del amor propio como el motivo esencial en todo ser humano. Lo que se expresa en la búsqueda del placer por parte de las personas. Por tanto, el planteamiento de la ética malebranchiana es parecido en ciertos aspectos al propio del epicureísmo, aunque no al del hedonismo en un sentido absoluto. Para Malebranche el placer viene de Dios y «no del cuerpo». En este sentido, el placer no es algo negativo, y es una manifestación sensible de la adecuación moral de los actos humanos. Además, este pensador considera que tanto la experiencia intelectual como la sensible son primordiales en toda conducta, y también en el ámbito ético.
Se puede decir que para Malebranche existe un amor al orden que es el reflejo de la excelencia divina. Dios es el máximo bien y, por tanto, desde la perspectiva de este filósofo los valores éticos y la bondad como criterio esencial son algo que podemos aprehender en la divinidad si prestamos la debida atención a su perfecta excelencia.
En lo relativo a la sociedad de su tiempo que es la del siglo XVII y principios del siglo XVIII reconoce que percibe con frecuencia la injusticia. No es conformista, pero tampoco es un pensador políticamente conflictivo. Si bien se muestra bastante crítico con la nobleza en determinados aspectos. Malebranche en su teoría política está de acuerdo con la doctrina tomista de la ley natural, aunque añade ideas modernas para su época.
Por ejemplo, afirma el valor de la libertad de conciencia, y también el de la equidad como esenciales en cualquier estado. Anticipa lo que sería el iusnaturalismo racionalista. También legitima, con ciertas condiciones, la desobediencia civil ante los excesos del poder absolutista de su tiempo. En definitiva, la racionalidad y la justicia deben los criterios que fundamenten cualquier acción política y social. Por tanto, en un sentido amplio afirma los valores de la democracia representativa y deliberativa.






Strauss y la  política democrática

Leo Strauss es un filósofo que murió en 1973 y que ha dejado profunda huella en la filosofía política contemporánea. Aunque se le considera un pensador político de tendencia liberal y conservadora de su ingente producción escrita, y de su tarea docente en universidades norteamericanas se extraen ideas políticas inequívocamente realistas. Una de las cuestiones que fue objeto constante de sus reflexiones y argumentaciones fue la delimitación teórica  de la filosofía política. Establece, acertadamente, una alternativa que fija, de modo general, la orientación esencial de la actividad política.
Porque escribe: «Toda acción política tiene como fin la conservación o el cambio». Se puede interpretar que el buen juicio de los gobernantes se pone a prueba tomando las decisiones más apropiadas en cada momento en función del interés general, y de las circunstancias concretas. La clave es no confundir lo peor con lo mejor, ya que si esto sucede el resultado de la acción política es perjudicial en vez de beneficiosa. De esto se deriva, en mi opinión, la relevancia de unos buenos asesores que tienen que ser los imprescindibles, y no un  número desproporcionado y excesivo. 
Naturalmente, Strauss considera que lo mejor y lo peor presupone  una idea del bien. Los aspectos centrales de la praxis política deben estar dirigidos por el conocimiento de la vida buena y la buena sociedad. Una coherente filosofía política se expresa en un buen orden social que propicia el bienestar individual.
De todos modos, el mismo  Strauss es plenamente consciente  de la dificultad de lograr una justicia social general, y unas condiciones de vida dignas para todos los ciudadanos de los estados. Algo en lo que incide al decir que: «La filosofía política no enseña cuán extraordinariamente difícil es asegurar esos mínimos de decencia, de humanidad y de justicia que han sido dados por sentado, en algunos países libres».
Evidentemente, la filosofía es una actividad inacabable de búsqueda de la verdad y del conocimiento, y esto se aplica también  a la teoría política.  La admiración de Strauss por el legado de la filosofía política de Hobbes, y su elevada valoración del pensamiento político platónico y aristotélico es contextualizada de una forma muy detallada y precisa en sus obras. Afirma  que: «Sócrates prefirió sacrificar su vida para salvar la filosofía en Atenas antes que salvar su vida para introducir la filosofía en Creta». Realmente, el conocimiento político es diferenciable de las opiniones políticas, aunque en la práctica política habitual actualmente parece que no se distinguen suficientemente.
Porque los errores, prejuicios, medias verdades, falsedades, etc., están, desafortunadamente, a la orden del día o son frecuentes en la realidad política. Leo Strauss está convencido de la necesidad de estudiar lo más profundamente posible los fenómenos sociales.
Y para esta labor descriptiva, explicativa y analítica es preciso tener en cuenta  que el investigador aplica determinados juicios de valor implícitos  o  explícitos.
A diferencia de Max Weber  no considera que los conflictos de valores sean insolubles. Existen posibles soluciones, porque se parte de una racionalidad valorativa precisada coherentemente. Indudablemente, la racionalidad valorativa puede entenderse de numerosas formas, aunque Strauss propone una crítica de la razón valorativa que siga la línea marcada por Kant en la Crítica de la razón pura.
En cualquier caso, el rigor y la coherencia de los juicios valorativos en relación con los fenómenos sociales y con las decisiones políticas es algo lograble, desde una filosofía política razonada que busque la igualdad y la justicia. Strauss reitera la necesidad de una política razonable en interés de todos los ciudadanos.
La tolerancia es otra de las consecuencias de la aplicación del buen juicio a la toma de decisiones en el ámbito político. Pueden existir muchas filosofías políticas erróneas, y lo fundamental es elaborar las correctas y adecuadas para la totalidad de la sociedad.
















                                    CONCLUSIONES



La democracia es algo imperfecto, porque es algo social, grupal. Ya que  como sostiene el materialismo filosófico, el conjunto de individuos que viven en sociedad no son simétricos ni equivalentes, algo que define la política y la moral. En cambio, desde la perspectiva ética, los sujetos si son equivalentes.
Desde un enfoque politico, los contextos culturales, económicos y sociales de los ciudadanos hacen que, no todos puedan aspirar, de forma real y efectiva, a participar en la actividad política de una manera directa. Como dice Bueno: «La democracia no garantiza la igualdad política, sino, a lo sumo, las condiciones del terreno en el cual esta igualdad puede ser reivindicada en cada momento». Aunque esto supone, a mi  juicio, la asunción de la  imperfección de la democracia. Considero que el cumplimiento efectivo de los derechos reconocidos por la Constitución y por las leyes no es algo completamente ilusorio o utópico. La representación política ejercida por los políticos profesionales es una especie de gremio, que posee una cierta exclusividad en el uso del poder, y de sus atribuciones y ventajas.  Aunque esto puede ser objeto de transformación, con unas nuevas prácticas políticas, por parte de los que ejercen el poder.  Porque es cierto, como afirma el materialismo filosófico de Bueno que cuando la igualdad ética se aplica a los problemas morales se transforma en justicia. Aunque el procedimiento para lograrlo sea la constante rectificación de las desigualdades  realmente existentes entre los ciudadanos. Es un proceso que,  por la propia evolución de los estados, y de los grupos sociales es complejo.
Y la idea de solidaridad que está presente, al menos, en los programas políticos de los partidos políticos de las democracias actuales  debe ser ejercida  contra los que la suprimen o la imposibilitan. Ya que como dice Gustavo Bueno: «La solidaridad democrática, como concepto político, habría de restringirse, por tanto, al terreno político, como “solidaridad de los demócratas contra terceros”, en sentido político: oligarcas, grupos de presión política, etc».
El poder decisorio de los ciudadanos en democracia se circunscribe, esencialmente, a votar, y en el caso de los militantes de los partidos, a ratificar decisiones ya tomadas por las cúpulas de los partidos.
Si a esto se añade la fuerza del poder de los medios de comunicación, y del poder económico que, en su mayor parte no desean grandes cambios en la política económica, parece que la fuerza de las aspiraciones  ciudadanas encaminadas a lograr un auténtico estado social de derecho con justicia social,  se convierten en algo casi ilusorio. Aunque es cierto lo que dice Gustavo Bueno en su obra Telebasura y democracia, ya que realiza una profunda y radical crítica a la democracia-mercado existente actualmente. La demanda constante de productos de consumo es lo que sostiene el estado, en detrimento de otros valores. Hasta los electores  “compran”  a los candidatos políticos como si fueran bienes de consumo, en función de lo que prometen. Y la partitocracia, así como la separación o disociación entre la clase política y el pueblo, parecen algo  difícil de superar, etc. Es evidente que vivimos, en una democracia de mercado, que no es lo mejor para los ciudadanos. Es necesario construir una democracia solidaria, y realmente participativa.
La transición democrática, a mi juicio, puede interpretarse de múltiples maneras, y con numerosos sentidos diferentes. En función de los aspectos que deseemos poner en el foco principal del debate y la discusión. Aunque debe primar una democracia que se base en la solidaridad en un estilo parecido al propuesto por la filosofía política de Rawls. O que la tome, al menos, como punto de partida. Ya que el velo de ignorancia es algo a tener siempre presente en las acciones y decisiones políticas.
Propiciar una mayor igualdad social y económica en los ciudadanos es lo prioritario. Y es que la riqueza social debe ser mejor administrada con procedimientos democráticos basados, especialmente, en el reforzamiento presupuestario de los servicios sociales.
El denominado Estado del Bienestar que se deriva de la aplicación de los principios constitucionales parece  que debería ser real, y no un simple planteamiento general  teórico, supuestamente, utópico e inalcanzable.
En la sociedad digital, tecnológica  y del conocimiento en la que estamos viviendo, todo parece más posible y factible. El cambio social está siendo muy veloz. Y la denominada por Bauman modernidad  líquida puede ser más dinámica, y activar políticas más solidarias en busca del bienestar general. Algo que no es tan cambiante, y que, quizás, esté más al alcance, si se emplean políticas basadas en propiciar e impulsar, los legítimos intereses de todos. La democracia social y solidaria es, realmente, posible, si existe suficiente voluntad ciudadana para plasmarla en las instituciones políticas, y en el ejercicio democrático del poder que deriva de la soberanía popular.



























                                             BIBLIOGRAFÍA

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