La justicia alemana se
ha pasado de lista. O, al menos, un tribunal territorial alemán ha cometido un
error de bulto. A pesar de la información que le ha sido enviada desde España
por instancias oficiales no reconocen que ha sido una rebelión lo realizado por
Puigdemont. Es increíble.
O sea que el grado
alto de violencia lo tiene que valorar el tribunal alemán y no el juez Llarena
del Tribunal Supremo. La malversación de caudales públicos era para realizar el
referéndum con el fin de proclamar una república catalana independiente, algo
expresamente prohibido por el ordenamiento legal español.
Y los niveles de
violencia contra la Policía Nacional y la Guardia Civil los juzgará la justicia
española no la alemana. Esto lo dicta el sentido común y la jurisprudencia. No
en vano, el juez Llarena va a recurrir, si lo considera preciso al Tribunal Europeo de Justicia.
Lo lógico y racional
es que la justicia alemana hubiera dado el visto bueno a la extradición de
Puigdemont por los presuntos delitos que ha considerado la justicia española,
sin entrar en más consideraciones que corresponden al juez y al sistema
jurídico español no al alemán.
En Alemania la
tipificación legal de la rebelión es diferente a la española es más exigente o
se requiere una violencia extrema para
pensar en rebelión contra el Estado. Pero existe también la figura de sedición:
alzamiento colectivo y violento contra la autoridad, el orden público o la
disciplina militar, sin llegar a la gravedad de la rebelión. En todo caso, corresponde al juez
Llarena juzgar y a la vista de las pruebas, el sumario y los testigos,
testimonios, etcétera, dictar sentencia o tomar las decisiones que considere
justas, en su caso. Y no debe olvidarse que en caso de duda no se puede
condenar.
El sistema
procesal español es muy garantista y se
puede recurrir. El derecho a la defensa del acusado es eficiente y está
absolutamente garantizado. Por tanto, se entiende que tal vez no se lleve a
cabo la extradición de Puigdemont y que si se persona en España sea detenido y
pase a disposición judicial. Lo que no se puede es incumplir las leyes y hacer
como si no pasase nada.
Que el líder
independentista catalán recurra por estar en desacuerdo con la decisión del
tribunal alemán forma parte de su estrategia victimista que niega la realidad
de los hechos y de lo sucedido, pero está en su derecho.
La euroorden ha
fracasado estrepitosamente en el caso de Bélgica y de Alemania. Lo que no es
racional es que la justicia de cada país no confíe en la de otro país de la
Unión Europea. Es como si en España no
se aplicaran bien las leyes y nada más falso. Cada país europeo que se ocupe de
sus propios asuntos y problemas.
Ni Bélgica ni Alemania
tienen derecho ni razones para inmiscuirse en asuntos judiciales graves que
deben ser juzgados por los tribunales españoles. Seguro que si fuera a la
inversa pondrían el grito en el cielo y con toda la razón. Pero el sistema
judicial en España, afortunadamente, es respetuoso y no se mete en las cuestiones que afectan a
otros países.
Es como si la justicia
belga y alemana quisieran decir que sus
leyes son mejores y más justas que las españolas y, en consecuencia, dictaran
que no debe extraditarse a Puigdemont por la totalidad de los presuntos delitos
de los que tiene que responder. Y no es cierto.
Considero que deberían
reunirse los ministros de Justicia de los países de la Unión Europea o una
parte de los representantes políticos
presentes en el Parlamento Europeo o en la
Comisión Europea y tomar medidas para que este tipo de situaciones absurdas y rocambolescas no se repitan en el futuro.
De lo contrario, en
vez de aunar esfuerzos para buscar la conciliación y el buen funcionamiento de
los sistemas judiciales de los países que están en la Comunidad Europea parece
que las cosas seguirán igual de mal.
Que exista la
separación de poderes no significa que no se puedan realizar declaraciones
sobre estas cuestiones. Se comprende que desde los Gobiernos sean prudentes,
pero lo que está sucediendo con la fuga de los dirigentes independentistas entra
de lleno en lo esperpéntico o grotesco.
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