El libro de Remedios
Zafra titulado El entusiasmo es un magnífico ensayo. No cabe duda que lo que expone en sus 252
páginas son descripciones, reflexiones e interpretaciones muy hábilmente
redactadas sobre los grandes problemas relacionados con el trabajo creativo
digital.
En un mundo cada vez
más arbitrario y anárquico en muchos aspectos lo justo parece algo raro. Y la
proporción y la coherencia van desapareciendo de bastantes ámbitos de la
realidad laboral y social. La
precariedad en el trabajo está sustentada en la explotación y en la ausencia de
los derechos de autor en muchas ocasiones.
Lo que no es lógico ni
racional es que las empresas se aprovechen del trabajo digital gratuito que es,
por ejemplo, escribir y publicar. Lo que ganan los medios de comunicación del
tipo que sean con la publicidad tiene que servir para pagar algo a los que
colaboran en ellos.
El tiempo de creación
de un bien o un contenido cultural hay que pagarlo, aunque sea poco. No todos
los creadores de contenidos, de la clase que sean, tienen que vivir por amor al
arte. Lo que sucede es que como existen
miles de creadores que escriben y publican gratis, pues a conformarse con lo
que digan los medios.
Como dice el refrán a
la fuerza ahorcan y muchos aceptan colaborar, y se entiende, contentándose con
el pago en visibilidad y prestigio, pero no es lo realmente justo. Por lo explicado anteriormente.
La situación en España
debería cambiar y también internacionalmente. Con nuevas leyes o normas que se
cumplieran los creadores deberían cobrar por sus publicaciones, aunque fuera
una modesta cantidad de dinero por cada artículo.
La propia Remedios
Zafra a lo largo de su libro plantea la necesidad de un cambio sustancial en el
sentido que estoy diciendo. Las costumbres sociales y las mentalidades
colectivas son transformables para buscar justicia proporcional. Como escribe
Zafra: «Y no es fácil cambiar para quienes ostentan el poder porque
ya lo tienen». Que los diarios digan que no pueden pagar no deja de ser
una excusa más.
En todo caso, en
España se echa de menos un control del gobierno o de las instancias adecuadas
para que los diarios digitales, por ejemplo, paguen las colaboraciones de sus
articulistas de forma obligatoria, aunque sea con 10 o 20 euros de pago mínimo
por artículo. Es lo que puede valer una hora de trabajo. Esto sería lo justo y
proporcional y no le que sucede actualmente. La arbitrariedad y la injusticia
no deben ser la base de sustentación de las empresas de comunicación. Y si no
que cierren las que no puedan pagar algo a sus articulistas. Si se lograra esto
miles de personas podrían vivir de escribir artículos o crear videos y audios.
Los que se oponen a
esto caen en una lógica capitalista de la explotación del trabajo gratuito de
los demás. Y no importa que haya muchos articulistas o escritores dispuestos a
aceptar estas condiciones. Siguen siendo absolutamente irracionales e injustas.
Si se reparte el
pastel del trabajo habrá porciones para todos. Para unos más y para otros
menos. Pero lo que no es racional es que sea solo para unos pocos nada más. Y es que como escribe Remedios Zafra de modo
muy acertado y racional: «La credibilidad, como el afecto, como
el reconocimiento social, son pagos necesarios, son pagos valiosos, pero nunca
pueden ser pagos suficientes. Son maliciosos si no se realizan sobre un suelo
material que ofrezca garantías de vida digna, mayores grados de libertad para
evitar actuar con “miedo” o “heroicidad”».
Si los diarios son profesionales se entiende que tienen que pagar a los
que colaboran con sus escritos. Ya que la plantilla de periodistas no es
suficiente para que escriban en todos los espacios de cada diario.
Sin los articulistas
que colaboran y publican gratuitamente no se llenarían un considerable número
de páginas en cada periódico actualmente. Y esto conviene tenerlo presente y no
olvidarlo. No digo que el que quiera no pueda publicar gratis, si así lo desea,
porque tiene otro trabajo, pero esto no se debería aplicar a todos los que
escriben en los diarios.
La industria cultural
puede dar trabajo a miles o cientos de miles de personas más, pero debe ser
regulada con mejores leyes para que los creadores de contenidos puedan poder
vivir de lo que les entusiasma y apasiona.
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