domingo, 8 de julio de 2018

ESCRIBIR LIBROS



Poner palabras en un espacio en blanco es escribir y es un arte. El escritor es un artista y esto, a veces, se olvida. Indudablemente, los que nos dedicamos a escribir lo hacemos porque nos apasiona o nos gusta.
Lo fundamental es la búsqueda incesante de la mejor forma para expresar lo que queremos en cada línea, párrafo y página. No existe infinita o demasiada diferencia entre escribir tratados filosóficos, tesis doctorales, novelas, obras teatrales o artículos, ya que la materia prima son palabras y la adecuada combinación de las mismas.
Por supuesto, que existen muy diversas técnicas expositivas, argumentativas y descriptivas, pero todas tienen en común el uso correcto y coherente del lenguaje. El estilo propio de todo escritor es el resultado de su estilo de pensamiento y de su formación e intereses. Actualmente,  la escritura creativa  facilita aprendizajes que pueden ser muy valiosos para los que se inician en la labor de la escritura  como arte. Aunque, desde mi experiencia, sé que lo esencial es la lectura y la constancia y perseverancia escribiendo. La inspiración es, en realidad, trabajo y más trabajo y dedicación. Escribiendo se aprende a escribir.
Si bien los escritores se ponen manos a la obra con un sentimiento de diversión y de aventura que es un puro goce anímico. Que de la nada salga algo con sentido es muy agradable y satisfactorio. Lo grande de la escritura es que todo lo que se escribe son palabras fijadas para siempre sobre la pantalla que funciona como una especie de papel digital o sobre las hojas en blanco.
La publicación de los escritos puede adoptar distintos formatos.  Al final, los libros pueden ser  tratados, novelas que agrupen varios relatos o que cuenten una sola historia, ensayos que integren varios artículos o capítulos más o menos extensos, recopilaciones de artículos que ya han sido publicados en diarios y cuentos o relatos breves.
Existen muchos modos, por ejemplo, de escribir novelas cortas o largas, pero la clave está en escribir de forma continuada sin miedo y luego al final revisar lo escrito para pulirlo, ampliarlo, cambiar partes, si es preciso, o perfeccionar o mejorar el contenido ya redactado.
Seguir un guión  o esquema con lo planteado en cada capítulo parece lo más apropiado para no desperdiciar tiempo y centrarse, y es lo aconsejado por los expertos, pero cada escritor tiene su forma de hacer las cosas.
No cabe duda que el orden y la organización parecen, en principio, más necesarios para la elaboración de un escrito de más de cien páginas. En los artículos periodísticos que tienen una extensión aproximada de unas dos páginas no es precisa una organización minuciosa de lo que se va a comentar o explicar. Pero en novelas de cientos de páginas la tarea de composición y ordenación de los personajes y de las situaciones  requiere una adecuada planificación y estructuración.
En el fondo, a mi juicio, para escribir novelas o tratados las notas o los cuadernos con datos, citas, observaciones, etc., son muy útiles para facilitar el avance en lo que se está escribiendo. 
Es verdad que también existen escritores que escriben de memoria, sin falta de notas o esquemas de apoyo. Depende, sobre todo, del género literario y del tipo de escrito. Si, por ejemplo, se escriben unas memorias muchos prefieren acudir a sus recuerdos y plasmarlos según son capaces.
En las novelas que mezclan lo autobiográfico con la narración de historias vitales y circunstancias sociales con una mezcla de realismo y ficción, la pura rememoración con la invención verosímil de situaciones, descripciones y escenas puede ser más que suficiente.
Grandes escritores utilizaban cuadernos de notas para anotar ideas que se les ocurrían, observaciones, datos, contenidos históricos o geográficos y otras cuestiones de cara a disponer de más material para la redacción de sus escritos del tipo que fuesen.
La buena y extensa documentación es primordial, generalmente, para ponerse a escribir. Y esto no quita originalidad al escritor. Puede ser original aunque consulte información para no cometer errores en la ambientación de sus narraciones y ajustarse a lo característico de cada época histórica y a las circunstancias.
En los escritos menos extensos la libre espontaneidad puede aparecer de modo más frecuente. En los más largos también la libre asociación de ideas y relaciones por medio de la memoria y la  imaginación crea combinaciones verbales escritas originales.

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