Los padres deben imponer límites a sus
hijos, desde el afecto bien entendido. Para que no se den casos en los que los hijos se convierten en
auténticos dictadores o tiranos. No es buena la educación autoritaria de hace
treinta o cuarenta años, pero tampoco es coherente aplicar a los hijos la
permisividad y la sobreprotección, sin disciplina. Lo dicen los psicólogos que
son los expertos en las cuestiones de conducta.
Los padres pueden ser cálidos y
afectuosos con sus hijos y también deben poner límites claros a sus
comportamientos. Las buenas formas de contestar, el orden, el respeto y la
urbanidad hacia los demás son algo fundamental y no algo secundario o
prescindible. Y no es extraño que sea cierto que una educación blanda y
permisiva es el inicio de una adolescencia desastrosa.
La enseñanza de buenos modales es
primordial y corresponde principalmente a los progenitores. Y ya desde muy
pequeños para que se vayan acostumbrando a respetar y obedecer. Puesto que, si
no se realiza esta labor de aprendizaje de conductas correctas desde la niñez,
al pasar unos años más, los adolescentes se pueden volver irrespetuosos y maleducados. Es triste, pero
es así. Y esto lo dicen tanto psicólogos
como psiquiatras.
La urbanidad es muy necesaria en la
vida. Con una serie de pautas de comportamiento de sentido común se puede
lograr una mejor convivencia y relación entre las personas. Somos seres
sociales y, por tanto, debemos hacer hincapié en la extraordinaria importancia
de la cortesía y la buena educación en
nuestro trato con los demás.
Saber
que es mejor caminar por nuestra derecha, que las cosas se piden por
favor y otras muchas actitudes amables muestran la consideración debida a nuestros
semejantes y son, en realidad, algo muy útil. Porque facilitan y propician una
convivencia más feliz, agradable y armoniosa, sin duda. Bastantes problemas y
dificultades tiene la propia vida para
añadirle más por los malos comportamientos.Y es que comportarse de modo
correcto es lo mínimo que se puede exigir.
Los menores necesitan una educación de
la personalidad y no caben concesiones en esa tarea de los padres, ya que un
niño busca siempre los límites e intenta sobrepasarlos y también puede superar el
mayor nivel de paciencia imaginable, porque en la infancia el sentido común no
ha sido adquirido ni entendido.
Por supuesto, la infancia es una etapa
maravillosa de la existencia, quizás la mejor, y los niños poseen una inventiva
y una capacidad de asombro y de búsqueda prodigiosas, pero esto también
significa que deben ser orientados y educados de la mejor forma posible por sus
padres. No pueden delegar esta tarea irrenunciable en otras instancias.
También estoy convencido de que una
parte considerable de las familias educan desde pequeños en el respeto y los
buenos modales, pero otras no, por diversos motivos que, a mi juicio, no están
justificados. Creo que esto debería hacer reflexionar para que esto no
sucediera.
Indudablemente, pueden existir otras
causas que intervienen en la falta de disciplina, buena educación y buenos
modales de un cierto número de adolescentes, pero la educación familiar es el
factor esencial. Algo explicado por los expertos en conducta de forma
reiterada. Si bien es verdad que la mayor parte de los jóvenes son respetuosos.
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