La falta de normas y de buenos
comportamientos está desorganizando el ambiente de bastantes familias.Por
supuesto, no se puede generalizar y numerosos núcleos familiares llevan una
existencia armoniosa y placentera. Pero, a mi juicio, se puede observar desde
hace unos años una creciente rotura de los vínculos familiares por causa del
feroz individualismo y del relativismo imperante en muchos sectores de la
sociedad actual. Aunque este análisis no supone que se pueda afirmar que esto
pasa en la mayor parte de los grupos familiares, afortunadamente.
Parece deseable no olvidar que la
familia es el núcleo principal de la sociedad humana.Y no puede ser ajena a lo
que sucede desde la perspectiva de los cambios sociales acelerados a los que
estamos asistiendo. Que están causados,
fundamentalmente, por las innovaciones tecnológicas.
En efecto, las nuevas generaciones están
integradas en el mundo digital a través de los móviles de una manera que parece
agobiante y excesivamente absorbente. Parece que lo más importante es estar
conectado enviando mensajes constantemente. Y no lo es, por numerosas razones.
Además, la anomia o ausencia de normas
es lo que causa graves problemas de convivencia tanto en el ámbito familiar
como en la educación y en las relaciones sociales. Si en algunas familias
existe una constante conflictividad y una continua perturbación entre sus
componentes, esto mismo, repercute también de forma negativa en la enseñanza y
en otros aspectos vitales.
Y, si por el aumento de los divorcios
conflictivos, se incrementa el número de núcleos familiares desestructurados
las cosas toman una clara deriva negativa.
Como escribe el filósofo José Antonio
Marina en su libro La recuperación de la
autoridad. Crítica de la educación permisiva y de la educación autoritaria:
«Las evidencias morales que nos parecen irrefutables en este momento pueden
licuarse si no nos empeñamos en su
fortalecimiento».
Efectivamente, estoy totalmente de
acuerdo. Si queremos una sociedad más solidaria y respetuosa debemos educar en
valores, ya desde la familia y no evadir responsabilidades.
Si esto no se hace lo que se produce es
un desarrollo de conductas que no respetan las normas éticas fundamentales.
Parece que se puede ir configurando un conjunto social anómico, aunque sea de
modo parcial. Pero, esto mismo ya es preocupante.
Están aumentando las conductas
antisociales, la violencia, el vandalismo, las faltas de respeto a los demás,
etcétera. Por eso es tan decisivo que desde las familias sean conscientes de
que deben educar a sus hijos con afecto, pero con normas para que las nuevas
generaciones sean buenas y respetuosas.
Si esta educación en el ámbito familiar
no se realiza o se hace de modo claramente insuficiente, las consecuencias son
obvias y evidentes. Adolescentes que no quieren comportarse correctamente,
porque saben que no hay consecuencias por su mala conducta. Y esto es algo que
está sucediendo en nuestro país.
También es cierto que numerosas familias
entienden perfectamente lo que tienen que hacer en la educación de sus hijos,
ya desde pequeños. Y se nota, porque educan a sus vástagos de tal manera que se
convierten en adolescentes respetuosos. Valores como la obediencia, la bondad,
el respeto, conforman la actitud de numerosos adolescentes, pero tendría que
ser lo habitual en todos.
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