Me parece
absolutamente irracional que China en el 2020 o en los siguientes años coloque
un satélite artificial para iluminar las noches de la ciudad de Chengdu.
Por numerosas razones
que se pueden entender perfectamente. El coste sería de unos 150 millones de
euros que podrían ser empleados, por ejemplo, para apoyar a personas que
padecen cáncer en el gigante asiático y que no pueden pagar un tratamiento,
porque perciben ingresos insuficientes, si se piensa en el salario medio de las
zonas rurales chinas. Ha habido ya casos de suicidio para no endeudar a la
familia por el coste económico de tratamientos médicos en el enorme país asiático.
Un satélite a 500
kilómetros de distancia de la Tierra para que refleje la luz solar y la proyecte
sobre un diámetro de 10 a 15 kilómetros cuadrados parece excesivo, porque
siguiendo este planteamiento y aunque la población sea de unos diez millones de
habitantes. Esta misma aparente solución se podría aplicar a otras zonas de
China y sería un grave error, a mi juicio.
Considero que los
satélites de comunicaciones están bien y son muy útiles, pero eso no significa
que se puedan enviar al espacio ingenios espaciales con fines innecesarios.
La Luna dista de la
Tierra unos 384.440 kilómetros y da una luz que en las noches nubladas es más
reducida. Pensar que lo mejor es sustituir las farolas por un satélite
considero que es un planteamiento desproporcionado, porque un artefacto
artificial suspendido sobre nuestras cabezas no es una solución apropiada. Los
sistemas de iluminación artificial terrestre están avanzando en potencia de un
modo admirable y en el futuro próximo se puede suponer que continuarán
mejorando.
China representa un
grave problema para el medio ambiente del planeta. Existe una contaminación
atmosférica enorme en las principales ciudades chinas y esto es algo que debe
cambiar. Es cierto que el Gobierno chino está invirtiendo en energías
renovables, pero China está quemando todavía tanto carbón como el resto de
países del mundo.
La población de China
ha alcanzado los mil cuatrocientos
millones de habitantes. Si bien esto no presupone que el Gobierno chino pueda
disponer o poner en marcha cualquier operación tecnológica que pueda afectar al
resto del mundo, aunque sea desde el espacio cercano a nuestro planeta.
La construcción del
puente más largo del mundo de 55 kilómetros entre Hong Kong y Macao es una obra
de ingeniería de una magnitud asombrosa, pero, a mi juicio, es entendible que haya sido puesto a disposición de los
ciudadanos. En cambio, la luna artificial es algo excéntrico e incoherente y
que no tiene razón de ser, si se analizan en profundidad pros y contras.
Los problemas de la
pobreza, la contaminación, la atención sanitaria universal y de calidad y otras
cuestiones relacionadas son las realmente decisivas y en las que tendría que
invertir muchos más millones de euros el
Gobierno chino. Con el lógico propósito de garantizar los derechos humanos de
todos los ciudadanos chinos y también un cierto bienestar material.
También acabar con la
aplicación de la pena de muerte, por ejemplo. Y permitir la libertad de
expresión y de prensa con los límites
racionales de cualquier Estado de Derecho que se sustancian y concretan en el
respeto de unas leyes justas.
En definitiva,
considero que la tecnología espacial es algo muy útil en muchos aspectos, pero
el uso de la misma debe ser valorado en profundidad y no todo lo que se puede
realizar puede ser adecuado, si se piensa en las consecuencias negativas.
De hecho, la mayor
parte de los chinos a los que se les ha preguntado no están de acuerdo con la
puesta en marcha de la luna artificial y no me extraña.
Porque existen motivos
estéticos también que desaconsejan su puesta en órbita, por el efecto de su
luminosidad en el cielo nocturno, aunque el satélite se pueda apagar y encender,
según los criterios o las órdenes de los encargados del mismo que obedecen al
Gobierno chino. Además, puede ser el primer paso para que el cielo se llene de
más lunas artificiales algo que me parece totalmente rechazable. Los criterios
economicistas de corto alcance no deben producir la incomodidad de la gente y
dañar a la naturaleza y a los animales y contribuir al calentamiento del
planeta. La ONU, en mi opinión, debería pronunciarse en relación a la idoneidad
o no de este proyecto.
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