Es un concepto que
desde la perspectiva cultural deja de tener sentido. En cambio, si se analizan
los niveles de renta de algunas capas
sociales adquiere clara significación. Las costumbres sociales que son compartidas
por una buena parte de la población no son algo exclusivo.
Está claro que en la
sociedad digital la fragmentación social
avanza a pasos agigantados y se ha alcanzado un nivel de dispersión y
diversidad de costumbres y actitudes sociales que volatilizan cualquier idea de
un mínima uniformidad en relación con la idea de normalidad referida a las
costumbres, intereses, aficiones, hábitos de consumo, tipos de ocio preferidos
y actitudes ante la cultura.
Por ejemplo, la
cultura libresca puede ser postergada, en cierto modo, en diversos ambientes
sociales en favor de una cultura más ligera. Pero es indudable que ambas pueden
coexistir perfectamente sin problemas.
No todo lo que es
objeto de aprecio y valoración por una mayoría de personas tiene que ser una
moda que los demás sujetos que no la comparten deban seguir.
Las modas sociales son entendibles y respetables, pero
eso no significa que a los que no les gusten tengan que ser considerados raros
o que viven en la marginalidad.
De hecho, existen
infinidad de actividades culturales de muy diversa índole y no porque no gusten
a todo el mundo dejan de tener una extraordinaria proyección social y pública.
Especialmente en el mundo digital en el que convivimos todos. Ya que se puede
expandir y hacer visible a cientos de miles o millones de personas creaciones
culturales que hace cuarenta o cincuenta años no llegaban a ser difundidas
públicamente.
Y esto, en sí, es muy
positivo. Por tanto, la marginalidad o la exclusión cultural, a mi juicio, ya
no es posible porque los escritores o creadores cuentan con los medios de comunicación
digitales en los que se puede
publicar libremente y con la frecuencia y cantidad de escritos que se desee. Y
estos medios alcanzan una gran difusión. El disponer, por ejemplo, de una marca
personal y salir muy bien posicionado en Google y otros buscadores de Internet
también es otro factor que evita la marginalidad o el aislamiento cultural.
Por lo que respecta al
concepto de marginación social es evidente que intervienen elementos que
determinan tres zonas en la sociedad, algo afirmado por Robert Castel ya en
1992. Son las zonas de integración con
trabajo estable y relaciones sociales sólidas, la zona de vulnerabilidad y la
de marginalidad o exclusión que es definible por la ausencia de trabajo y el aislamiento
social. Este planteamiento también lo aceptan otros sociólogos e
investigadores.
Como escribe Pilar
Moreno «El problema no es la exclusión, sino la sociedad que permite esta exclusión; no es la sociedad
la que posibilita tratar el tema de la exclusión, sino la exclusión la que
permite juzgar a una sociedad que practica la exclusión estructural». No cabe duda que para evitar este tipo de
situaciones sociales indeseadas e injustas lo mejor es potenciar una sociedad
solidaria y creativa en la que exista de verdad la responsabilidad personal y
comunitaria. En la que lo público y lo privado sean respetados realmente.
Como ejemplo de aparente marginalidad
y relativo aislamiento social se puede pensar en Kierkegaard que fue un
filósofo independiente y crítico con la filosofía idealista hegeliana que a su
juicio no era adecuada para la vida real humana, ya que se fundamentaba
exclusivamente en la razón y en las abstracciones de la inteligencia.
Kierkegaard que fue un filósofo danés
de la primera mitad del siglo XIX y que creó un existencialismo basado en la
individualidad subjetiva quiso que en su lápida constara lo siguiente: «Dentro
de poco habré triunfado. Entonces mi lucha terminará por fin. En una sala de
flores podré descansar y en un coloquio
eterno extasiarme con mi Jesús». Durante
su existencia creó una abundante obra filosófica que, en su tiempo, no fue bien
aceptada y comprendida en algunos sectores de la sociedad danesa, pero ha sido
reconocida su gran labor filosófica y
las críticas, descalificaciones y burlas de las que fue objeto han sido
superadas con el reconocimiento universal a la grandeza y profundidad de sus
escritos filosóficos.
A mi juicio, la marginación desde una
perspectiva cultural y creativa ha pasado
y la tolerancia con las muy diversas expresiones de la actividad
cultural de cada creador es algo imprescindible en una sociedad justa.
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