Que algunos libros de
texto no expliquen la geografía del resto de España es una prueba evidente de adoctrinamiento.
También lo es que no
se explique la realidad histórica catalana con rigor y sin
enfoques nacionalistas y soberanistas que deforman tanto el pasado histórico como el presente de
Cataluña.
El artículo 27 de la
Constitución española en uno de sus puntos dice explícitamente que se debe un
respeto a los principios constitucionales. Está bien, en mi opinión, que se
pueda enseñar en castellano y en catalán, pero no considero justo ni adecuado
que el uso del español sea casi eliminado de las aulas catalanas o su
utilización sea muy minoritaria.
Si se tiene en cuenta
que es la lengua oficial de toda España. Pueden coexistir perfectamente ambos
idiomas. Una educación o formación bilingüe es algo perfectamente factible
actualmente en Cataluña.
El filósofo y
lingüista Noam Chomsky afirma que el
adoctrinamiento es una forma o medio de control social y es también parte de un
modelo de propaganda. En consecuencia, no es admisible que en territorio
catalán existan manuales escolares que incumplan los valores o principios
constitucionales.
Realmente lo que se ha
presenciado este 1 de octubre en algunos
espacios públicos de Cataluña no me parece una muestra de civismo precisamente.
Las actitudes pacíficas y dialogantes son las auténticamente democráticas. En
cambio, querer imponer a la fuerza por los independentistas sus creencias a los
demás no es algo que sea racional.
La construcción de la
república que reclaman o exigen los Comités de Defensa de la República es volver otra vez al camino ya fracasado de
hace un año con la declaración unilateral de independencia. Se puede pensar que
es una buena estrategia política la que pretende a través de la insistencia y
de la lucha continua el logro de una república catalana. Es indudable que, a
veces, a base de intentar repetidas veces lo mismo se consigue el fin político
deseado, pero esto no sucede siempre de modo inevitable.
El Gobierno de Pedro
Sánchez se enfrenta a otro problema más porque ante las advertencias de Torra
puede perder el apoyo parlamentario de una parte de los políticos
catalanes y no podrá aprobar los
presupuestos. Y con esta debilidad podría tener que convocar elecciones.
La intención de seguir
buscando el entendimiento impulsando el autogobierno y no la autodeterminación
que exige el independentismo pone en serios aprietos la estabilidad del
presente ejecutivo.
Y es verdad como viene
a decir el expresidente Felipe González con mucho acierto que, si el diálogo
con los independentistas conduce a algo,
se deduce que sería útil. En realidad, está claro que no lo es, porque no
existen términos medios entre el autogobierno bajo las premisas y principios
constitucionales y la autodeterminación que exige el soberanismo.
Se puede estar
dialogando indefinidamente y no se llegará a acuerdo y es fácil entender las
razones. Una posible vía media podría ser el federalismo. Un estado federal
sería una de las opciones reales, pero esto tampoco es aceptado por el
movimiento independentista, porque parte de un radicalismo que no quiere
comprender que el conflicto catalán puede desactivarse con un Estado federal
plurinacional.
Pedro Sánchez sigue
afirmando la necesidad absoluta del diálogo respetando las leyes y considero
que está acertado en este planteamiento. Pero la radicalidad de los
independentistas o soberanistas catalanes no cede y se puede decir que aumenta
en intensidad.
Esperemos que no se
llegue al punto en que la situación en los principales espacios públicos
catalanes se convierta en incontrolable por estallidos de violencia. No
quedaría más solución, probablemente, que volver a aplicar el artículo 155.
Es lamentable que
sigamos después de un año con un continuo desafío a lo que representa España y
con la quema de banderas y el desprecio
de lo español por parte de algunos en Cataluña.
Parece que la cuestión
catalana no se soluciona con más diálogo por lo se puede observar. Ante el
fanatismo y la irracionalidad no sirven las razones y tampoco las
argumentaciones. Imperan solamente los sentimientos y no la racionalidad.
Podemos conformarnos
con este panorama desde la perspectiva política o se puede ir a nuevas
elecciones. También es cierto que si el Gobierno de Pedro Sánchez resiste la
embestida independentista puede acabar estabilizando el ambiente político e ir
tomando decisiones que mejoren las condiciones sociales de los ciudadanos en
nuestro país.
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