La
Comisión de Venecia aporta una opinión no vinculante sobre la ejecución de las
sentencias. Digo esto en relación con el fallo condenatorio contra Mas y
también valorando el reto que representa el proceso soberanista que sigue
aparentemente avanzando y desplegando toda su parafernalia y luchando por la
independencia.
La
consideración o valoración de este órgano consultivo del Consejo de Europa no
es oportuna ni adecuada, a mi juicio. Porque es una forma de inmiscuirse en
aspectos judiciales internos del estado español. Aunque también es preciso
señalar que ha validado la reforma de la Ley Orgánica del Tribunal
Constitucional. Y es cierto que todo es mejorable. Pero que la Comisión de
Venecia pida neutralidad al alto tribunal español me parece excesivo. Está
juzgando una desobediencia muy grave y aconsejar que no ejecute sus propias
sentencias es muy discutible. Porque es como si perdiera legitimidad en sus
decisiones.
Considero
que la neutralidad no se logra con que el Tribunal Supremo obligue a ejecutar
las sentencias del Tribunal Constitucional, por decirlo de alguna forma. Aunque
esta Comisión ha reconocido de forma muy explícita y clara que la actitud de un
funcionario público que rechaza ejecutar una sentencia “viola los principios
del Estado de Derecho, la separación de poderes públicos y la cooperación leal
de los órganos del Estado”. Es evidente que se está aludiendo de forma velada a
Mas y a otros altos dirigentes catalanes independentistas.
Ya
han dicho varios políticos de los partidos soberanistas que van a seguir y van
a celebrar el referéndum este mismo año. Ya se verá. Las cosas se dicen, pero
el futuro no está escrito y los brindis al sol siempre son posibles. Y que haya
miles de personas dispuestas a asumir el reto de celebrar la consulta es algo
que puede suceder, pero tendrá sus consecuencias, si es que al final se
concreta.
Aunque
respeto que Puigdemont y Junqueras califiquen de errónea e injusta la sentencia
del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña considero que es perfectamente
válida, legítima y justa, por múltiples razones que son evidentes por sí
mismas, si consideramos la correcta interpretación del ordenamiento legal
vigente. Cualquier jurista posee sobrados argumentos jurídicos para reafirmar
la coherencia y justificación de la
sentencia del tribunal.
El
delito de desobediencia por el que ha sido condenado Mas a pagar una multa de
36.500 euros y a estar inhabilitado durante dos años para ocupar un cargo
público es algo entendible, puesto que ha convocado la consulta del 9-N a pesar de las claras e inequívocas
advertencias del Tribunal Constitucional. Y ya se sabe que aunque recurra, cosa
que hará, no podrá presentarse a las elecciones.
Que
Mas llegue a decir que “en el Estado español se persigue a gente por sus ideas”
me parece desproporcionado, porque confunde las cosas. Las leyes las cumplimos
todos. Es verdad que pueden cambiarse o derogarse, pero si esto no ocurre deben
ser respetadas. Lo contrario es no tener en cuenta el poder coercitivo del
derecho o de la normativa legal.
No
creo que los tribunales de Estrasburgo
den la razón a Mas. Aunque es lógico y natural que él considere que sí. Es una
de las últimas bazas que le quedan de cara a su futuro político.
Además
la soberanía del Estado español debe imponerse a planteamientos que no pueden
condicionar la integridad y unidad territorial de España que está
amparada y garantizada por el texto constitucional y el
monarca.
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