Es una significativa
cifra que indica muchas cosas.
He llegado a escribir
este número de artículos en unos años y es algo muy satisfactorio para mí.
Estoy contento y orgulloso de ser leído por numerosos lectores con la
publicación de mis escritos.
Por supuesto, no
pretendo gustar a todos, ya que sería demasiado ambicioso, aunque tampoco
estaría mal. Lo que sí tengo claro es que tengo todo el derecho del mundo a
escribir de lo que quiera y de la forma que desee. Faltaría más. De todas
formas, expreso mi más profundo y sincero agradecimiento a todos mis lectores y
al público en general.
El único límite de la
libertad de expresión es el cumplimiento de las leyes. El público lector es muy
libre para decidir sobre los escritores
o articulistas que desea leer. En mis
artículos trato de temas o cuestiones de filosofía y también de asuntos de
actualidad que pueden ser políticos, sociales, etcétera.
Y me parece bien esta
diversidad de enfoques y planteamientos. La reflexión filosófica lo abarca
todo. Y la actitud crítica y analítica es cada vez más necesaria en la sociedad
masificada, líquida, consumista, materialista y superficial en la que vivimos.
El estilo o el cambio
del mismo es algo que corresponde al que escribe. Es evidente que cada escritor
puede hacer lo que le parezca para componer sus escritos. Y es cierto que
pueden gustar más o menos. Pero, a mi juicio, eso es secundario.
Cada autor es
plenamente libre para enfocar su actividad de escribir como le apetezca. Y lo
más apropiado es que cada autor encuentre su propio camino escribiendo. Lo que
no quiere decir que no esté abierto a posibles consejos o indicaciones,
especialmente, de expertos o especialistas.
Como escribe Boileau
en su Poética: «Los escritos de Virgilio, aunque extraordinariamente
elaborados, resultan mucho más naturales que los de Lucano, que escribía, eso
dicen, con una rapidez prodigiosa. Normalmente es el esfuerzo que se toma un
autor en limar y perfeccionar sus escritos lo que hace que el lector no tenga
que hacer esfuerzo alguno cuando los lee».
Uno de los posibles
retos de todo escritor es no aburrir a los lectores. Pero no siempre se puede
conseguir aunque que la lectura no sea
complicada, ya es mucho. De hecho, en la propia vida todas las personas
pueden aburrirse por momentos.
De todos modos, está
claro que la pasión en la descripción y en el modo de escribir es la clave para
no aburrir y lograr el interés de los lectores.
Además, el estilo
puede cambiarse en función del tipo de escrito. No es lo mismo escribir novelas
que tratados filosóficos, relatos cortos
o cuentos. El propio autor va configurando con su arte y habilidad formas
especiales que configuran cada obra o escrito que compone o construye.
Escribir no es una
obligación sino un placer. Aunque la mayoría de las personas no se dedican a
escribir y publicar esto no supone que, los que sí lo hacen, no tengan que ser
respetados por su contribución a la creación cultural.
Escribir exige
esfuerzo, pero tiene su gran compensación en el resultado final de lo que queda
escrito para siempre. Y es verdad que se pueden realizar versiones diferentes
de lo que se publica y otras muchas
clases de combinaciones.
Al final, el arte de
escribir es una combinatoria en toda regla. El revisar y pulir lo que se
escribe es la base primordial de todo escritor, de forma general. Puede haber
también excepciones, pero es lo más habitual y frecuente. Hasta los grandes
autores tienen que revisar lo que redactan.
Se aprende mucho
escribiendo. Ya que una de las tareas más esenciales, muchas veces, es la labor
de documentación e investigación sobre el asunto del que se escribe.
La investigación es
fundamental, porque hace posible profundizar y dar una interpretación y
perspectiva más amplia de numerosas cuestiones. A la hora de ponerse a escribir
un libro, lo primordial es investigar y documentarse y posteriormente ponerse a
escribir un primer esbozo o borrador que será la base del texto final. Y
también se puede ser original haciendo esto. Ya que los propios pensamientos
afloran o surgen en el mismo proceso creativo.
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