Es uno de los
grandes pensadores de todos los tiempos. Nació en Alemania en 1889 y murió en
1976. Sus obras filosóficas son esenciales para comprender la hermenéutica y el
existencialismo. Aunque estudió el ser en general o, lo que es lo mismo, la
ontología, también se ocupó especialmente del lenguaje. El ser de lo que existe
es analizado por Heidegger de modo profundo. No se consideraba existencialista.
Aunque se puede decir que lo es, si se parte de un análisis más amplio de su
producción filosófica.
Heidegger aunque
afirma la intencionalidad de la conciencia, al igual que su maestro Husserl, no está de acuerdo con el
subjetivismo de la fenomenología, si bien parte de la misma en la elaboración
de su filosofía. La conciencia no conforma el objeto, según Heidegger. De
hecho, está convencido de que la fenomenología debe hacer patente el ser, tal y
como se muestra en sí mismo en la realidad.
Manifestar o
revelar el sentido del ser es el modo en el que la fenomenología se convierte
en ontología, o ciencia del ser en la realidad. Su obra más importante es Ser y
tiempo en la que expresa su ontología.
Como escribe
Zubiri en sus Cursos Universitarios: «La ocupación con las
cosas (cura, sollicitudo, Heidegger) se expresa en forma de pregunta sobre su
ser. Es una cura de las cosas qua cosas. Entonces esta cura , que va a las
cosas por las cosas, no pretende más,
por lo pronto, que patentizarlas». Heidegger propone una vuelta o
un cambio, ya no se trata de preocuparse
por las cosas, sino de custodiar la verdad
del ser de las cosas, dejar de manipularlas para que sean ellas mismas.
Así se evitaría
la instrumentalización del hombre y del mundo al servicio de la técnica y dejaría de considerarse la técnica como un
fin en sí misma. Y de esto era
plenamente consciente Heidegger, ya que observó el devenir de la historia en el
siglo XX. Es un deseo de autenticidad que se expresa, de forma clara, en su
filosofía de la existencia.
Como escribe Rodríguez
García comentando a Heidegger: «Pero la existencia
auténtica es también aceptación de esa
finitud que supone el estar arrojado al mundo. La temporalidad no es una
vivencia del tiempo, es la estructura de nuestro existir en el mundo». Existimos en
el mundo de un modo temporal, y la estructura existencial del ser humano es la
temporalidad. El sentido del ser del Dasein es la temporalidad, ya que somos
finitos.
Este filósofo
alemán ha elaborado en sus obras una exhaustiva analítica existencial, y ha
tratado los temas enfocados por
Kierkegaard, pero desde un tratamiento secularizado de los mismos.
No en vano,
Heidegger escribe su gran libro Ser y tiempo en 1926 aplicando el método
fenomenológico de Husserl, y trata todos los aspectos fundamentales del
existencialismo. Por cierto, influyeron de modo decisivo en otros pensadores, entre ellos, Ortega y Gasset.
Indudablemente,
la filosofía heideggeriana rechaza el racionalismo del neokantiano Cassirer y
también el de Husserl, el creador de la fenomenología.
Según Heidegger
el hombre puede vivir una existencia auténtica o inauténtica o impropia.
El hombre tiende al término medio, y de
este modo no es realmente auténtico. Cuando el hombre es inauténtico, su estar
en el mundo es ambiguo, y no responde a lo proyectado por su ser y sus
intenciones. Y su verdadero ser no es pleno, ya que se pierde o se desdibuja en una búsqueda agitada e impersonal. En
cambio, el hombre auténtico acepta el hecho irreversible de la finitud necesaria
de la existencia, ya que es un ser
destinado a la muerte.
Desde
los años treinta hasta los sesenta del siglo XX fue el filósofo más importante
de la filosofía mundial. Algunos lo consideran como el pensador más grande
desde Hegel hasta la actualidad. Indudablemente, fue un gran pensador que
poseía un conocimiento extraordinario acerca de la filosofía de Kant, Hegel,
Aristóteles, y otros numerosos filósofos como prueban sus clases universitarias
y sus libros.
Zubiri
que conoció a Heidegger, y tuvo muy en cuenta su pensamiento escribe acerca de
su filosofía: «Con lo cual, diría más tarde Heidegger, la filosofía como
sistema, sea ella lo que en última instancia fuere, sería siempre una
racionalización y un esclarecimiento de una tendencia natural del hombre. Una
tendencia que le lleva a lo más radical de sí mismo».
Heidegger poseía una
erudición asombrosamente profunda y extensa
en el campo de la filosofía, algo que ponía de manifiesto en sus clases
universitarias, y en sus numerosos libros. Como escribe Safranski: «Según
recuerda Georg Picht, Heidegger estaba poseído por la «conciencia de haber sido
golpeado, por así decirlo, con el encargo del pensamiento». A veces se
sentía «amenazado» por lo que «él mismo
tenía que pensar». La pasión por conocer, leer, aprender, escribir y pensar fue la trama de la existencia de
Heidegger ya desde su niñez y adolescencia hasta su vejez.
Hans A. Fisher-Barnicol,
que trató y conoció a Heidegger después de la Segunda Guerra Mundial escribe: “Era como si el
pensamiento se apoderara de este hombre anciano como de un medio. El
pensamiento hablaba desde él”. Y Hermann Heidegger, el hijo de este gran
filósofo cuenta que su padre le dijo en
alguna ocasión: “Ello piensa en mí. Yo no puedo resistirme”. La lista de sus
obras es amplia, pero abarca desde tratados como su tesis de habilitación dedicada
a Rickert titulada: El tratado de las categorías y de la significación de
Duns Scoto hasta libros como: La
doctrina del juicio en el psicologismo, El concepto de tiempo en la ciencia
histórica, Ser y tiempo, Kant y el problema de la metafísica, La esencia del
fundamento, ¿Qué es la metafísica?, Nietzsche, El problema de la cosa,
Introducción a la metafísica, ¿Qué significa pensar?, Sobre la cuestión del
ser, etc.