La destrucción de territorio afgano no
es una estrategia acertada. El uso por parte de Trump de la madre de todas las
bombas que posee un poder destructivo equivalente a mil veces menos que la
bomba atómica lanzada sobre Hiroshima no es algo adecuado. Es una escalada bélica de la que no se saben
las consecuencias.
Si en los próximos meses siguen los
bombardeos y la utilización de armas ofensivas de elevada potencia podemos
estar entrando en un escenario apocalíptico. Nadie puede asegurar que no se
acaben utilizando bombas atómicas de baja potencia u otros artefactos
explosivos de destrucción masiva.
Que la MOAB destruya al explotar un
amplio espacio de alrededor de un kilómetro y medio de diámetro es
clarificador. Se eliminan vidas y también terreno del desierto para siempre. Con el ataque ordenado por Trump han muerto
parece ser 36 combatientes del ISIS y se ha destruido un arsenal escondido por
los terroristas. Si bien los efectos
causados pueden suponer un aumento del odio y de las acciones terroristas en el mundo.
Justificar el ataque porque ha destruido
una red de túneles y cuevas cerca de la frontera con Pakistán que utiliza el
Estado Islámico es claramente insuficiente. Puesto que no se pueden destruir
todo tipo de túneles que existen en el mundo con fines ilícitos, con este tipo
de misil de diez toneladas.
Por esa regla de tres, si el Estado
Islámico o grupos terroristas yihadistas siguen construyendo más túneles habría
que agujerear nuestro planeta constantemente con bombas o misiles perforadores
de elevadísima potencia explosiva.
Por parte de Trump se está
infravalorando la capacidad de resistencia del yihadismo internacional que está
conformado por Al Quaeda, Estado Islámico, y otras organizaciones armadas
afines que operan en África y en Asia.
Estoy en contra de la violencia y del
fanatismo. El riesgo que está asumiendo Donald Trump con su actitud
belicista es sacudir más el avispero de
Oriente Próximo y también de África, Indonesia y Pakistán. Y lo que puede
producirse es altamente peligroso. Porque se pueden incrementar aún más los
atentados en Europa y en el mismo territorio estadounidense. Una reacción
pensable, si se considera la actitud fanática propia de todo tipo de
terrorismo.
Además, el Gobierno de Estados Unidos no
es el gendarme del mundo, aunque se comporta como si lo fuera realmente.Y no
debe actuar, unilateralmente, tomando decisiones, sin valorar objetivamente lo
que puede desencadenar. Los recientes ataques con misiles por el uso de armas
químicas son otra negativa muestra de desprecio a la soberanía de Siria. El fuego no se apaga con más material
combustible. Y esto también da a entender que Trump considera que puede
intervenir en cualquier estado del mundo, si lo estima conveniente.
Hoy mismo en Jerusalén ha sido asesinada
a puñaladas una joven turista británica por un palestino radicalizado. La
violencia en esta zona sigue latente especialmente por el problema entre el
pueblo palestino e Israel. Y si a esto se añade la crispación existente en el
ambiente de Tierra Santa, se comprende perfectamente lo que está sucediendo. Se
mezclan distintos planteamientos que conforman un polvorín. La inestabilidad y
la inseguridad parece que se están incrementando.
Incluso en España en algunas procesiones
de Semana Santa se han producido avalanchas por incidentes graves que han
ocurrido y que han causado miedo a que se estuviera produciendo algún atentado
terrorista. El futbolista Marc Bartra víctima de una acción terrorista en
Alemania dice que fueron los 15 minutos más largos de su vida. Está claro que
la paz es el objetivo fundamental. No se debe usar la violencia, si no es algo
estrictamente necesario e indispensable para defenderse de ataques. Ya que si
no el mundo occidental puede entrar en una espiral de guerra o violencia
generalizada que conduce a la más absoluta incertidumbre.
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