El coronavirus todavía
no ha sido vencido. Los 14 rebrotes en el territorio español pueden ser la
punta del iceberg. Con un cinco por ciento de prevalencia o de supuesta
inmunidad de toda la población parece que no es para echar las campanas al
vuelo. O se extrema la prudencia, por parte de todos, o podemos volver al
confinamiento en unos meses. Esperemos que no, pero nadie lo puede asegurar.
El Gobierno se plantea
decretar el estado de alarma por territorios, si los rebrotes se descontrolan.
Algunos dicen que se debería
confinar a los que no usan la mascarilla
obligatoria o que no se la ponen correctamente. Puede parecer excesivo, pero se
trata de evitar una segunda oleada que parece probable, tal como van las cosas.
Si a esto se unen los casos importados de Brasil, Bolivia y otros países es
pensable que la situación se descontrole mucho en los dos próximos meses de
verano.
El control de los
aeropuertos debe ser más riguroso de lo que ya es. La libertad de movimientos
por los países europeos supone riesgos evidentes de contagios por el
coronavirus. Si aumenta mucho el número de vuelos diarios en Barajas de 100 a
unos 1.200 la cantidad de turistas o viajeros a controlar hará muy difícil que no nos veamos afectados por muchas
personas contagiadas que difundan más el COVID-19 por España. No ha acabado
todo. Y no sirve de nada quejarse, si vuelve a haber confinamientos en
determinados territorios, por la falta de prudencia de una parte considerable de la población. El sentido común parece que ha sido puesto
entre paréntesis. Los más de 40.000 muertos en España nos recuerdan lo que
puede volver a pasar en unos meses.
En Alemania un rebrote
obliga a confinar a 360.000 personas. Es
un claro aviso de lo que puede pasar en otros países europeos. En Israel están teniendo problemas serios con
el coronavirus. Además, están aumentando los rebrotes en Europa con el
desconfinamiento. Si todas las personas
fueran responsables y tuvieran un comportamiento respetuoso con las normas de
obligado cumplimiento esto no pasaría, pero no es así.
Si vienen muchos
turistas británicos, norteamericanos, brasileños, etcétera., la situación se
puede volver caótica para poder evitar la transmisión comunitaria en el plazo
de semanas o meses.
El verano puede ser un
caldo de cultivo ideal del COVID-19 al que parece no afectarle el calor para su
infectividad o capacidad de contagio. Si más del 70% de la población no se pone
la mascarilla y no respeta la distancia de seguridad, poco se puede hacer.
Estamos en las manos del azar y de la suerte. Así de rotundo y claro. Es
lamentable que el porcentaje de ciudadanos que si cumplen las medidas de
protección tengan que verse perjudicados por los que desobedecen las normas
impuestas por Sanidad.
Parece que se imponen
las ganas de vivir y disfrutar a toda costa sobre la razón y la prudencia.
Pero, resulta que también se puede gozar de la vida sin ser imprudente o
temerario en la conducta.
Lo que hagamos de
ahora en adelante tendrá sus consecuencias.
Acción y reacción. Estamos en una
especie de guerra sin cuartel contra esta pandemia. Está aumentando
preocupantemente el número de contagiados y muertos por causa de este virus
terrible en el mundo. Y con la globalización existente esto supone que la
interacción entre las personas va a suponer hacer frente a nuevos riesgos que
no se pueden eludir. Esperemos que la vacuna contra el coronavirus esté
disponible en octubre con millones o cientos de millones de dosis y que nuevos
medicamentos efectivos en esta lucha
aparezcan en el mercado y puedan ser recetados por los médicos.
La pandemia se está
expandiendo en Latinoamérica de una manera brutal y en África las perspectivas
son también negativas. No es de extrañar que la operación de paso del Estrecho
se haya suspendido este verano. Porque el tránsito de más de 3 millones de
personas desde Marruecos a varios países europeos a través de España es un
riesgo enorme que no se quiere correr.
En todos los países
del mundo los Gobiernos deben poner en vigor normas de protección para evitar que
se contagie, en unos años, una considerable parte del total de la población
mundial y con el propósito de que no se produzcan muchos millones de muertes
por causa de esta horrible pandemia. Dependemos, sobre todo, de la
responsabilidad individual.
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