El Cielo es un
concepto presente en varias religiones. Supuestamente está habitado por
ángeles, dioses o héroes. Se cree que es un lugar de felicidad eterna. Parece
que desde el zoroastrismo llegó al judaísmo y posteriormente al cristianismo.
Es una especie de paraíso al lado de Dios. Y es un espacio de gozo y alegría
sin fin.
Existen a lo largo de
la historia diversos planteamientos acerca del paraíso. El que parece más
plausible es el que indica que es un lugar espiritual y, por tanto, inmaterial.
De todas maneras, también es cierto que a lo largo de los siglos ha sido objeto
de controversia. Se cree que el alma de Jesús fue al Paraíso después de su
muerte en la cruz y que era un lugar diferente
al del Padre Dios en el cielo después de
su ascensión a los cielos.
En cualquier caso, es
evidente que para Dante que estaba formado en la Escolástica de su tiempo el
Paraíso es un mundo inmaterial y etéreo, dividido en nueve cielos en su Divina Comedia.
El gran escritor y pensador florentino tiene presente en su inteligencia el
Itinerario de la mente en Dios de San Buenaventura que buscaba platónicamente
tres grados de aprendizaje. Primero, el Extra nos que expresa el conocimiento
sensible en la teoría platónica, a continuación el Intra nos
que corresponde a la visión y al final del proceso el Supra nos que es,
en realidad, la experiencia del Empíreo o del conocimiento intelectual. Desde
su concepción literaria y conceptual la morada de Dios no es un espacio físico y es una realidad empírea. Al llegar Dante a
la presencia de Dios se ve envuelto por
la luz y lo puede ver.
La relación del Cielo
con la muerte es evidente y clara. Ante
la realidad de la muerte que nos alcanzará a todos, sin excepción, cabe
preguntarse qué nos espera después de la partida de este mundo material. Y las
respuestas posibles se concentran en dos alternativas generales. O bien no
existe nada después del fallecimiento o existe otra vida en el más allá.
Desde los análisis de
la ciencia está claro que no existe funcionamiento cerebral con encefalograma
plano. Y los 70.000 pensamientos que tenemos al día son la expresión de la
actividad electroquímica del encéfalo. La experimentación médica, biológica y
bioquímica reafirma que la nada es lo que nos espera después de nuestro paso
por la realidad material. Es la muestra evidente de que el materialismo
filosófico tiene razón.
De todas formas, es
indudable que las creencias son libres y pueden ser muy beneficiosas para
infinidad de personas en su tránsito a la deseada vida supraterrena o a la
resurrección al final de los tiempos.
El gran teólogo y
filósofo San Agustín explica en su libro Confesiones en el que relata su vida
el momento de la muerte de su madre Mónica y lo que sintió y escribe: «Así, viendo que quedaba desamparado
de grande consuelo como de ella recibía, mi alma estaba traspasada de dolor y
pena, y parece que mi vida se despedazaba, pues la mía y la suya no hacían más
que una sola». Genial descripción psicológica y filosófica de lo que
representa la muerte de una madre. La brillantez intelectual del profesor de
retórica que era Agustín se plasma de una forma magnífica.
Cielo, paraíso o nada
pueden ser, en cierto sentido, equivalentes, ya que si una vez muertos no
sentimos nada y no tenemos dolor ni sufrimiento, esto es algo que se parece
bastante a la felicidad, puesto que no ser conscientes de nada es lo mismo que
descansar. Es como una especie de descanso eterno pero sin sueños que podamos
recordar. Puede parecer terrible, si se analiza tal cual, pero no lo es.
También es cierto que
filósofos de la talla de Unamuno poseían un ansia de inmortalidad incompatible
con la muerte total que su intelecto les decía que iban a sufrir para siempre.
En cambio, Epicuro destacó en su enseñanza que el miedo a la muerte no tiene
razón de ser.
Autoengañarse sobre las
consecuencias de la muerte no tiene resultados negativos y puede ser hasta
positivo para superar mejor el proceso
de morir que al final es lo más importante. De lo que se trata es de vivir al
máximo para no desperdiciar ningún instante del tiempo que nos ha concedido el
azar. El valor de la vida es lo
decisivo.
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