Uno de los grandes
filósofos españoles es Julián Marías. No solo por su magisterio como profesor, sino también por su labor de conferenciante y
escritor. Su producción filosófica es muy abundante. También fue un ávido
lector que leyó más de 36.000 libros durante su vida.
Fue discípulo y amigo
de Ortega y Gasset y formó parte de la Escuela de Madrid de filosofía junto con Xavier Zubiri, José
Gaos y Manuel García Morente. Fundó junto con Ortega en 1948 el Instituto de Humanidades en
Madrid. Nació en Valladolid en 1914 y
falleció en Madrid el año 2005. Recibió numerosas distinciones: Premio Princesa
de Asturias de Comunicación y
Humanidades en 1996, Medalla de Oro al
Mérito en las Bellas Artes, Gran Cruz de
la Orden Civil de Alfonso X el Sabio en
1978, etcétera.
Fue un destacado conferenciante en numerosos países de Europa y América y profesor en varias
universidades de Estados Unidos. También colaboró en diversos periódicos con
artículos. En cuanto a su pensamiento cabe decir que la filosofía forma parte
de la vida y es la que nos ayuda a saber
lo que es la realidad. La filosofía es un saber radical. Y la vida tiene una
estructura empírica o experiencial, en comunicación con los otros. El hombre para Marías es «una realidad radicada que descubro en
mi vida, como las demás».
Escribió numerosas
obras de filosofía. Además a través de las grabaciones en vídeo de sus
lecciones y conferencias podemos aprovecharnos hoy en día también de sus
enseñanzas. Aunque la fuente primordial son sus tratados y artículos.
En su libro La
felicidad humana de 1989 explicita sus concepciones sobre los múltiples y diversos
aspectos de lo que se entiende por bienestar o dicha. A lo largo de 385 páginas Marías detalla numerosas
variaciones de los sentidos e interpretaciones de la felicidad en conexión con
el mundo moderno, con los proyectos humanos, y también con análisis históricos
y antropológicos. Respecto al sentido de la vida escribe que «si se omite la pregunta o no se encuentra la respuesta, no es
posible la felicidad; el sentido no se identifica con la felicidad, pero es
condición de ella».
La temporalidad y el azar
forman parte esencial de la existencia humana lo que no significa que el
esfuerzo perseverante no sea fundamental para alcanzar las metas que pueden
fijarse en los proyectos individuales. Escribe Marías que «El hombre se juega la vida a trozos: cuando ejecuta una
acción, cuando dedica su tiempo a algo, se está jugando la vida
fragmentariamente». Aunque esto tiene también sus
matices, ya que siempre se puede rectificar en el curso de la vida y orientarla
de muy diferentes maneras en función de sentimientos y emociones y también
desde una cierta prudencia.
La felicidad puede
interpretarse y entenderse de muchos modos. La búsqueda de los placeres es una
de las tareas de la vida. Pero, es cierto que no lo es todo ya que como dice
Julián Marías «El placer es instantáneo, y queremos perpetuarlo, le pedimos
eternidad, como decía Nietzsche,
quisiéramos eternizar el momento de
placer, pero pasa». De todos modos, también es
reconocible la estabilidad relativa de la existencia. No hay nada permanente excepto el transcurso
del propio tiempo.
De todas maneras,
Julián Marías aunque parte de un cierto optimismo antropológico es consciente
de la fragilidad de la existencia, ya
que es verdad que el núcleo de la misma vida es inseguridad e inquietud por
causa de las circunstancias y de muchas vicisitudes que no dependen de las
propias personas, en muchos casos. Un ejemplo muy claro es la pandemia
producida por el coronavirus que ha cambiado radicalmente las formas de vivir
en el planeta.
Se comprende que
Marías diga que «En definitiva,
podríamos decir que la felicidad es
aquello a lo que se dice sí, aquello que sentimos como nuestra inexorable
realidad». En efecto, cada persona tiene que encontrar su peculiar modo de ser
feliz y como también decía Bauman no existen fórmulas universales para ser
felices, ya que es una cuestión muy personal y que depende de los gustos y
caracteres de las personas. Si bien, el mismo Julián Marías reconoce el valor
de la inteligencia emocional para descubrir lo que nos puede hacer más felices.
Algo que está unido a la capacidad de proyectar consustancial a los seres
humanos, puesto que es uno de los rasgos
definitorios de los sujetos junto con su libertad en todos los sentidos
imaginables.
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