En Pragmática del
español libro de Eduardo Bustos publicado en el año 1986 se marcó un hito, a mi
juicio, en el proceso de investigación
en filosofía del lenguaje que ha sido desarrollado hasta la actualidad.
La pragmática en el
campo de la filosofía es una teoría filosófica en la que la verdad depende de
la consideración de sus efectos prácticos. Y no es cierto, por ejemplo, que la
verdad de una doctrina moral esté en función de la práctica existente
cotidianamente. Además, las consecuencias prácticas de los actos son muy
variables y son relativas en muchos casos.
En el ámbito del
lenguaje la pragmática estudia la relación a través del lenguaje entre los
hablantes y las circunstancias que concurren en la comunicación hablada.
Indudablemente, como
indica Bustos «Gran parte de la conducta lingüística de un hablante está
constituida por actos verbales tendentes a la modificación de las creencias o
conducta de la audiencia (las proferencias
protrépticas de H. P. Grice)». Los contextos comunicativos pueden
ser muy diversos y dependen de las creencias de los hablantes y oyentes y del contexto de las situaciones de habla.
La coherencia de la
interacción verbal se ajusta a los momentos específicos de producción del habla
y del contexto y es algo determinable de una manera más o menos precisa y, en
todo caso, está sujeta a determinadas interpretaciones valorativas y éticas.
En este sentido, los
factores sociales suelen ser los que juzgan como aceptables las proferencias
lingüísticas, pero existe otro criterio superior que es la capacidad de
raciocinio y de argumentación, ya que las personas somos seres racionales y no debemos o no
podemos basarnos en planteamientos irracionales e incoherentes aunque tengan
algún tipo de justificación social errónea.
La verdad y la
racionalidad del habla no están sujetas a las decisiones de la mayoría social.
Ciertamente, el que existan regularidades en la conducta de los hablantes es
explicable desde las creencias y la psicología, pero eso mismo no presupone por
sí solo que sean coherentes, aunque pueden serlo si siguen las reglas de la
lógica y de la argumentación correcta e incluso lo que dicen las normas éticas
y las leyes. Esto es importante ponerlo de manifiesto.
Los hablantes parten
de sus conocimientos acerca de la realidad y de los demás para la definición o
creación de sus expresiones habladas.
También es decisivo tener en cuenta la ambigüedad del lenguaje natural
cotidiano.
La clarificación
continua de los términos que se utilizan para evitar los malentendidos es una
práctica metodológica más o menos frecuente, aunque no es necesaria en la
mayoría de las situaciones comunicativas entre las personas.
La dinámica de la
interacción comunicativa cambia con el paso del tiempo y con la evolución y los
cambios sociales y culturales, si bien existen unas reglas mínimas de respeto y
educación en los actos de habla.
Frente a la
espontaneidad de la actividad discursiva o hablada de unos con otros es
indudable que lo que debe regir es la expresión de argumentaciones sólidas y
bien fundamentadas que son las que realmente valen y no las simples ocurrencias
sin sentido lógico o las falacias o
razonamientos engañosos basados en el interés o en el egoísmo.
Las intenciones de los
hablantes y de los oyentes son los que generalmente dirigen los actos
comunicativos. También, son decisivas
las reglas conversatorias y la racionalidad lingüística para que los
intercambios verbales sean coherentes y estén adecuadamente fundamentados en
planteamientos razonables.
El mundo de las creencias
también está cambiando, hasta cierto punto, en el siglo XXI en cierto número de
hablantes y esto influye en el contexto de comunicación, pero, en realidad, no
es algo determinante ya que la semántica o el estudio de las significaciones es
un campo de investigación amplísimo y está sujeto a numerosas matizaciones de
todo tipo. Las representaciones de la realidad se mantienen a lo largo de la
historia de una manera general y de forma estable.
De todos modos, es
evidente como también dice Eduardo Bustos que «La actividad lingüística humana es
una actividad primordialmente social, cuya naturaleza interactiva nunca se subrayará suficientemente».
Conviene poner de
relieve la complejidad de los actos verbales. Son una expresión de la acción
que está sujeta a numerosos análisis y a diferenciaciones entre las partes que
componen cada acto de habla entre interlocutores. Por tanto, el habla es una
acción compleja en función de diversas variables relacionadas con el contexto
en el que se habla.
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