Los Ensayos de Miguel
de Montaigne son una muestra de su agudeza mental aplicada a la experiencia de
la vida. En este gran libro aparecen reflexiones y consideraciones llenas de
ingenio y densidad.
Es todo un mundo lo
que se nos presenta en sus artículos que forman un continuo, aunque pueden
leerse por separado y siguen poseyendo un sentido completo por sí mismos.
Las más de 1.100
páginas de los Ensayos son una especie de diario o biografía y también, en
cierto sentido, de testamento vital. Como dice
Enrique Azcoaga comentando a
Montaigne: «Lo más difícil del mundo en literatura es crear un libro que
suponga una imagen fiel del autor a que se debe». Y se puede decir que el pensador
francés lo logró de modo magnífico.
Montaigne nació en el
castillo de su mismo apellido en 1533 y falleció en el año 1592. Su familia pertenecía a la
pequeña nobleza. Aunque parte del cultivo de la filosofía estoica confía en la
razón humana también y dirige sus esfuerzos a la investigación del juicio
humano.
Es consciente de sus
dudas y de que es preciso mantener una
actitud escéptica en algunas cuestiones. Sus opiniones e interpretaciones son
en sí mismas muy valiosas para el propio Montaigne y las argumenta extraordinariamente
bien en sus artículos. Nada de lo humano o lo divino le es extraño o ajeno.
En sus Ensayos escribe
o habla de multitud de asuntos que le ocupan o le dan que pensar. Montesquieu
dice de Montaigne: «En la mayor parte de los autores veo
el hombre que escribe; en el caso de Montaigne, me encuentro, sin embargo, con
el hombre que piensa». Y realmente es indudable que en su
gran obra Montaigne no se limita a comentar a los pensadores y literatos
antiguos sino que conversaba y pensaba con ellos y también con el lector y,
como no, consigo mismo.
Con originalidad y con
dudas, a veces, en lo que escribía. Además, Montaigne también se muestra
rotundo con su estilo, ya que piensa de
manera enérgica y fuerte.
Escribe en su artículo Del miedo lo siguiente: «A nada tengo tanto miedo como al miedo; de tal modo supera en
consecuencias terribles a todas los
demás accidentes». En efecto, porque no solo en las
batallas en la Antigüedad también en la vida cotidiana produce resultados
indeseados. En cambio la prudencia es lo más acertado, ya que el temor, por sí
mismo, conduce a la inacción o a la evitación y ambas no son la mejor conducta
en un mundo en el que la perseverancia, la tenacidad, y la fuerza son lo que
nos lleva a ser mejores y a la superación de los problemas y dificultades
propios de la existencia de todo individuo.
En el capítulo XLIV de
sus Ensayos escribe Montaigne acerca Del dormir y expone varios ejemplos y uno
de ellos es el siguiente: «Alejandro el Grande, el mismo día de
la furiosa batalla contra Darío, durmió tan profundamente y hasta una hora tan
avanzada de la mañana, que Parmenión se sintió obligado a entrar en su cuarto, acercarse al lecho, y
llamarle hasta dos o tres veces para
despertarle, pues la hora del combate se aproximaba». Esto indica que la
falta de reposo o descanso perjudica la vida
y además el sueño es uno de los placeres de la vida y no de los menores.
En otro artículo
titulado De los libros Montaigne
manifiesta como en toda su obra su gran erudición y numerosas lecturas de
filósofos y autores antiguos y modernos
y escribe que «Cuando un libro me aburre, busco otro y sólo me consagro a la
lectura cuando el fastidio que me domina, si
no hago nada, comienza a invadirme». Me parece muy moderno al decir que
se debe leer con gusto o los libros que realmente nos emocionan o no se nos
caen de las manos por farragosos,
aburridos o poco interesantes. Y el gusto por determinado estilo de escritura
puede cambiar o no a lo largo de la vida. Esto mismo lo explica también
Montaigne.
Y no se plantea ningún
tipo de problema para exponer libremente su opinión sobre todas las cosas e
incluso acerca de las que no conoce mucho. Es consciente de los límites del
conocer. Los breves fragmentos que he comentado son un acercamiento a los
Ensayos de Montaigne y una invitación a su lectura.
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