El libro de Michel
Onfray titulado La fuerza de existir es como dice el autor un manifiesto
hedonista.Y se comprende perfectamente desde los planteamientos ateos de este
filósofo francés.
Es evidente que
filosofía y vida están intrínsecamente interconectadas o unidas. Ya que la
capacidad de pensar no se ejercita en el vacío sino sobre y en la realidad.
Como bien dice Onfray «La biografía de un filósofo no se
limita al comentario de sus obras; abarca la naturaleza de la relación entre sus escritos y su
comportamiento. Sólo el conjunto puede llamarse una obra». En efecto, está claro que a
lo largo de la Historia de la Filosofía tanto Platón como Aristóteles y
otros numerosos filósofos han mostrado en su producción escrita y en sus enseñanzas y conductas que la
filosofía lo abarca todo y no es algo separado de la existencia o de la vida.
Es también el mismo existir en acto y en proceso.
Al reflexionar y
escribir, al igual que al conversar o discutir, estamos poniendo en acción
nuestro pensamiento o la filosofía que sentimos y expresamos con nuestras
palabras y comportamientos. Aunque se puede diferenciar entre las teorías y la
práctica todo queda englobado en un saber que se denomina filosofía.
Se puede decir que
Onfray está de acuerdo con la expresión del imperativo categórico hedonista que
dice así: goza y haz gozar, sin hacer daño a nadie ni a ti mismo: ésa es la
moral. Es la máxima de Chamfort. En este sentido parece una formulación de una
ética consecuencialista y sobre todo utilitarista y pragmática. Es una moral
material no formal a diferencia de la kantiana.
La filosofía de Michel
Onfray plantea a lo largo de unos treinta libros una propuesta vital y un
sistema a la vez. Es un planteamiento totalizador. Considera, al igual que el
materialismo filosófico de Gustavo Bueno, que la filosofía es una crítica de
otros saberes o ciencias y concretamente
de la totalidad de los conocimientos posibles.
Parte de un ateísmo
posmoderno que delimita su carácter de pensamiento materialista que analiza los
sistemas idealistas o espiritualistas como filosofías que no responden o no
tienen suficientemente en cuenta la
realidad material de todo.
Las variaciones de su
hedonismo materialista abarcan desde una bioética tecnófila hasta una política
libertaria pasando por una ética que supone la construcción del sí mismo.
En relación con el
enfoque de la ética para Onfray «La moral universal, eterna y
trascendente, cede el paso a la ética particular, temporal e inmanente». Lo que sucede es que este planteamiento aunque puede ser
aceptado de forma general como una descripción de lo que sucede en la sociedad
del hiperconsumo puede ser complementado con matices básicos desde una
perspectiva ética más general.
Se puede pensar que es
posible la existencia de variaciones en los comportamientos de las personas en
función de intereses particulares, pero respetando normas morales básicas y que pueden caracterizarse como una ética
mínima. Lo que no parece adecuado es un relativismo radical o un escepticismo
extremo como manifestación de las
conductas de los sujetos en la vida social.
La crítica del
apriorismo en el ámbito moral por parte de Onfray es entendible desde su
perspectiva hedonista y materialista atea, pero es también matizable desde un
enfoque que piense en la dignidad humana y claro está en los derechos humanos
como referencia ética universal.
El hedonismo para este
filósofo galo no supone que no haya que tener como ideal el surgimiento
efectivo de lo humano en el hombre y la superación de lo animal en el sentido
de cruel y salvaje. Y escribe en relación con esto lo siguiente: «Por supuesto, ya nadie cree en una línea divisoria clara y
neta entre lo normal y lo patológico, la razón y la locura, la salud mental y
los problemas de conducta».
Es posible y deseable
una dialéctica de la cortesía que afirma el cálculo prudente de los placeres y
displaceres posibles. Es evidente que la práctica de la bondad o de la cortesía
es una manera efectiva de mejorar las relaciones humanas.
La delicadeza, la
urbanidad, el tacto, la amabilidad y el respeto son formas de expresar una
ética hedonista y materialista y como se puede ver no se oponen a principios
que proceden del ámbito religioso, ya que son coincidentes en muchos aspectos.
Desde los planteamientos libertarios de Onfray se trata de alcanzar la serenidad mental.
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