Empieza el nuevo curso
académico en este mes y parece que recomienza todo otra vez.
Nos movemos por ciclos
o etapas. Han pasado las vacaciones y la vida laboral nos reclama. Creo que
esta diferenciación entre tiempo de trabajo y de descanso es artificiosa. Cada
persona puede vivir con la máxima intensidad posible, independientemente de los
meses. Aunque es cierto que por hábito y tradición cultural las vacaciones
suelen ser en los meses de calor.
La curiosidad, el afán
de saber, de crear, de interesarse por lo que a cada uno le gusta no tiene periodo del calendario
asignado específicamente. La infinidad de cosas que podemos hacer en la vida no
precisan de límites temporales predeterminados para su realización. Parece
deseable lograr una realidad vital plena cada día con los límites obvios que
imponen las circunstancias y las condiciones sociales.
La auténtica
existencia no entiende de periodos, ya que lo natural y lo lógico es que sea
algo constante y continuo. Si bien un buen número de personas consideran que
únicamente viven como quieren o plenamente durante las vacaciones. Lo que
supondría, aparentemente, que en el resto del año en sus trabajos viven de
forma muy limitada.
Creo que existen los
términos medios y el equilibrio. Puede parecer razonable tomarse las cosas con
calma y no diferenciar excesivamente el tipo de vida según se disfrute de las
vacaciones o se esté en el trabajo. No son cosas absolutamente opuestas, al
menos, en algunos sentidos.
Quizás, uno de los
grandes retos posibles y plausibles es lograr disfrutar en la actividad
laboral. Por ejemplo, en el caso de los profesores está claro que comunicar conocimientos
es muy gratificante y orientar en el aprendizaje también. Además, si pensamos
en los médicos se puede tener presente la alegría de la que deben gozar al ser
útiles a los demás en la lucha contra las enfermedades y el dolor. Los
escritores gozan con la creativa combinación de palabras para expresar ideas,
sentimientos, descripciones, etcétera y son artistas de un lenguaje que puede
llegar a ser en sus escritos maravilloso. La imaginación es el extraordinario
impulso o fuerza que hace posible todo.
Se está creando en el
puesto de trabajo y esto es, por sí mismo, algo muy positivo. La contraposición
entre el negocio y el ocio que deriva del antiguo mundo romano cada vez va
perdiendo más razón de ser, a mi juicio. Estamos en una era digital en la que
todo adquiere, en cierto sentido, un carácter lúdico. Afrontar las
responsabilidades y obligaciones de forma racional y con rigor no está reñido
con una actitud coherente y sensata desde un enfoque realista de la realidad y de
sus condiciones y características. Uno de los valores más importantes es, en mi
opinión, la perseverancia. Con él se logra prácticamente todo.
Antes de desaparecer
físicamente conviene hacer muchas cosas y no todo consiste en divertirse o,
dicho de otro modo, existen numerosas maneras de disfrutar siendo creativos y
haciendo también lo que realmente queremos. Ese es el gran reto vital que
puede, sin duda, ser conseguido.
Ser y hacer lo que
deseamos es el fin principal de la vida o así lo entiendo yo. Contando con las
limitaciones consustanciales propias de lo que nos rodea y de las situaciones
en las que estamos inmersos.
Por tanto, una de las
grandes claves de una gran existencia es la fuerte lucha y el apasionamiento en
la persecución incansable de lo que pretendemos lograr. Y la ilusión y el
optimismo deben guiar nuestros pasos en el camino vital.
Estamos hechos de tiempo. Tomemos conciencia de la
importancia del mismo y no lo derrochemos como diría Séneca. La escala de las
preferencias humanas puede ser diversa, pero creo que existen actitudes en las
que existe un consenso generalizado acerca de su extraordinaria significación
para una existencia auténtica y grande. O podemos conformarnos con el simple
consumismo sin mayores expectativas ni esperanzas. Todo depende de la
mentalidad de cada persona. Por supuestos las muy diferentes formas de vivir
son respetables y son el resultado de la
libertad.
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