Ciertamente, en el discurso la
argumentación debe ser correcta y no engañosa o falaz. Es indudable que existen
muchos tipos de falacias o argumentos fraudulentos, fallidos o erróneos. Los
falsos argumentos son una muestra evidente de una mala argumentación, o a una
deformación discursiva en relación con lo que se discurre o discute. Lo
deseable es no incurrir en sofismas o paralogismos para que el buen y profundo
argumentar conduzca a creencias verdaderas, y decisiones adecuadas y acertadas.
La capacidad de razonar es
fundamental para el ser humano, y debe
ir unida a un planteamiento discusivo pragmático, que se adapte a las diversas
circunstancias de la realidad en la que se habla y argumenta. Ya que argumentar
bien, y no caer en las falacias es esencial tanto para el aprendizaje de la
filosofía como para otras ciencias y saberes. Evidentemente, se pueden
considerar el sofisma y el paralogismo como especies de falacia. Como escribe Luis Vega Reñón: «Un sofisma es
un ardid o una argucia deliberadamente engañosa, mientras que un paralogismo
constituye más bien un error o un fallo involuntario de razonamiento». Aunque
es cierto que en muchas ocasiones es difícil distinguirlos con absoluta
precisión, porque se mezclan en la trama de los discursos sin que el
sujeto lo note conscientemente. El
ofrecimiento de razones como método para convencer y fundamentar bien la
validez de la argumentación es condición
indispensable para no incurrir en falacias y contradicciones.
La predisposición a la generalización
inadecuada es uno de los peligros discursivos o cognitivos, y puede ser evitado
con una rigurosa, minuciosa y profunda argumentación. La investigación y
estudio crítico de las falacias puede abordarse
desde dos enfoques: teórico y empírico.
Al respecto escribe T. Edward
Damer: «Una falacia es una violación de uno de los criterios del buen
argumento. Cualquier argumento que no satisfaga uno o más de los cinco
criterios es falaz. Las falacias surgen,
pues, de un fallo estructural del argumento, de la insuficiencia de la
combinación de premisas para sentar la conclusión o del hecho de no dar una
respuesta efectiva a las impugnaciones
más serias de la posición sostenida o de la argumentación en su favor».
Existen tres condiciones
fundamentales para el juego de la razón que son similares a las planteadas por
Habermas en su ética dialógica y comunicativa. La primera es que lo expresado
sea inteligible siguiendo el principio de cooperación de Grice que se resume en
lo siguiente: claridad, honestidad, eficacia e ir al grano. La segunda es la suposición o presunción de
fiabilidad ya que se debe contribuir con la información disponible a la
resolución de malentendidos, problemas, etc. Y la tercera es la razonabilidad. Lo que supone la
aplicación de las reglas del uso de la razón en función del contexto
discursivo.
Uno de los procedimientos
utilizables en la argumentación correcta que no es falaz o engañosa es que los
argumentos deductivos deben ser convalidables con la explicitación de las
premisas, ya que codeterminan la conclusión. El programa pragmadialéctico se
aplica con más procedimientos normativos, con el fin de probar que se está
elaborando una argumentación válida. Y las proposiciones en el debate, y en los
discursos y discusiones no deben ser vagas, ambiguas e imprecisas. Los
enunciados serán objeto de una interpretación lo más precisa posible para
evitar confusiones y errores.
Como escribe Aristóteles en los
Primeros Analíticos: «Postular y asumir la cuestión originaria es un tipo de
fallo en demostrar lo que se ha planteado. Pero este fallo se da de diversos
modos. Pues, en efecto, se da si uno no ha razonado silogísticamente
[«silogizado»] en absoluto, o si ha partido de premisas menos conocidas o
igualmente desconocidas, o si ha deducido
lo anterior a partir de lo posterior (porque la demostración procede a
partir de lo que es más convincente y prioritario)».
Bacon en el siglo XVII ya ha
indicado que los ídolos que ocupan la mente de los hombres y que son: los de la
tribu, de la caverna, del foro y del teatro. Y son sofismas o falsos
razonamientos, y también pueden considerarse como un uso falaz de los
conceptos. Los tribales proceden de un
entendimiento mal conformado en su interpretación de la realidad. Los de la
caverna son la expresión de las circunstancias personales y de la educación
recibida. Los del foro provienen del trato social y del mal uso del lenguaje. Y
los del teatro surgen del empleo de
malos métodos de prueba, y de doctrinas afirmadas dogmáticamente, sin una
adecuada comparación crítica con otros sistemas filosóficos.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario