La
capacidad crítica y cuestionadora es lo
fundamental en filosofía.El nuevo libro
de Manuel Cruz catedrático de Filosofía Contemporánea en la Universidad de
Barcelona trata de las cuestiones más candentes de nuestro tiempo. Sus
interpretaciones están acompañadas por referencias a filósofos contemporáneos y
actuales.Ciertamente, la vida es el auténtico trascendental, ya que es lo más
importante. El inmediatismo de la forma de vida actual es fuertemente criticado
por Cruz.
El
vivir en la instantaneidad parece quitar profundidad a la propia existencia en
pleno siglo XXI. Pensar que todo tiene que estar supeditado al corto plazo es
un error bastante frecuente en nuestro tiempo. La temporalidad y la memoria son
puestas en entredicho por el mundo digital que ya nos define en buena medida.
Es verdad que casi todo está a unos clics del ordenador. Reflexionar sobre
estos aspectos de la realidad presente es algo completamente necesario para
saber lo que hacemos.
La
aceleración de la vida no equivale a su intensificación positiva y productiva.
De hecho, la vida contemplativa tan valorada por Aristóteles ya que, a su
juicio, es la mejor y la más adecuada, en realidad, no es el modelo vital
realizado por la mayoría social. El consumismo y el materialismo más rotundo es
lo que predomina en la sociedad. Y esto es criticado, en cierta forma, por
Manuel Cruz, ya que propicia vivir únicamente el instante y supone una cierta
intemporalidad negativa que empobrece la calidad de las vivencias y de los
modos de experimentar las cosas de la realidad.
El
subtítulo del libro es clarificador: El ocaso de la temporalidad en el mundo
contemporáneo. El tiempo parece que ha desaparecido desde una cierta
interpretación del mismo. No cabe duda de que sigue existiendo el tiempo
objetivo marcado por el reloj, pero el tiempo subjetivo y vivencial está cambiando
de forma vertiginosa y muy profunda. Los hombres medievales morían, en muchas
ocasiones, a los treinta años, pero pensaban que iban a otra vida garantizada
por la divinidad. En cambio, actualmente, bastantes personas llegan a los
noventa años, si bien ya pocos creen de verdad en la otra vida.
Las
críticas de Cruz se extienden también a los medios de comunicación de masas ya
que escribe: «La lógica que en tales lugares impera es la del fogonazo, la
consigna o la idea-fuerza –díganlo como ustedes prefieran- pero en ningún caso
la del discurso, la explicación o la interpretación». Está claro que la
capacidad de argumentar no se desarrolla habitualmente por distintos motivos
que no está justificados en los medios audiovisuales, aunque pueden existir
excepciones.
En
lo relativo a la memoria es indudable que con la omnipresencia de Internet
parece que al haber un acceso instantáneo a la información y el conocimiento el
valor de los recuerdos y la capacidad de recordar pasa a un segundo término. Y
esto es un grave error. Porque es indudable que el ejercicio de reconstrucción
selectiva de lo memorizado por el cerebro es algo muy enriquecedor y no puede
ser sustituido ventajosamente por la simple reproducción mecánica de la red
digital o con la digitalización de los contenidos que están en Internet. El
libro de Manuel Cruz trata de otras muchas cuestiones que son, sin duda, de enorme interés para
cualquiera.
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