En
las votaciones políticas está claro que los elementos emocionales predominan
sobre los racionales. En realidad, no debería ser así, pero es evidente que es
lo que sucede. La simpatía y la empatía de los candidatos es un factor crucial
y la gente se identifica o no con las propuestas también por la expresividad y
por cuestiones relacionadas con la puesta en escena y con los gestos y formas
de ser de los aspirantes a presidente.
En
el caso de las elecciones estadounidenses a pesar de declaraciones fuera de
tono de Trump en algunas de sus intervenciones esto no le ha costado la
presidencia, ya que ha superado holgadamente a Hillary Clinton.
Parece,
según dicen los medios norteamericanos que la candidata demócrata cae mal a una
parte del electorado, por varios motivos que no parecen justificados. Por
ejemplo, el hecho de que lleve en política toda la vida no es causa necesaria o
justificada de animadversión hacia su
persona y lo que representa. Su supuesta arrogancia es claramente discutible. Y
respecto a que simboliza el
establishment de Washington también es un argumento del que no pueden
defenderse, probablemente, la mayor parte de los políticos norteamericanos.
Que
Trump pretenda expulsar a unos 11 millones de inmigrantes sin papeles se ha
vuelto a su favor de forma paradójica, puesto que muchos latinos de Florida y
otros estados lo han visto como algo que favorece sus intereses en un mercado
laboral muy competitivo. Si Donald Trump cumple las promesas de su primer
discurso como presidente elegido por las urnas las cosas podrían
ir bien de forma general.
Si,
en verdad, no busca conflictos y la
cooperación es la línea maestra de sus
decisiones políticas y económicas, eso mismo, sería un activo político de
primera magnitud. La defensa de la prosperidad y el progreso de Estados Unidos
no está reñida con un proteccionismo que no sea excesivo y perjudique las
relaciones económicas con Europa y con otros continentes. Trump creo que tendrá
que moderar sus discursos. Está bien que diga: “los hombres y mujeres olvidados
de nuestro país no serán olvidados”. Otra cuestión bien diferente es que se
cumpla lo dicho.
No
cabe duda de que la capacidad o el potencial de Norteamérica es colosal algo que no es negado por nadie. Pero Trump
tendrá que gobernar con coherencia. Debe dejarse aconsejar por los numerosos
asesores de los que, presumiblemente, dispondrá en la Casa Blanca. De este
modo, sus decisiones serán más eficaces y racionales y tendrán en consideración
las complejidades de los escenarios internacionales y de la propia nación
norteamericana.
Indudablemente,
lo que deben buscar los dirigentes políticos es el bienestar de todos los
ciudadanos y la protección de sus derechos y libertades. Si esto se va logrando
lo demás es secundario.
La equidad y la proporcionalidad en las acciones
y decisiones políticas de Trump deberían ser algunas de las claves de su
presidencia al frente del país más poderoso del planeta. En un mundo cada vez
más globalizado e interdependiente es imprescindible.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario