Que se pidan mil
respiradores que no alcanzan ni para Madrid
a esta altura del contagio da una idea clara del caos y descontrol que
existe. A quién quieren engañar, como muchas de las medidas que están
continuamente repitiendo y anunciando a la hora de la verdad y que no se cumple ninguna. Parece la carta a los magos de Oriente.
Pero, lo que vale son
los hechos y no las palabras y las excusas continuas que se ofrecen y el ya
llegarán. Se necesitan datos efectivos y concretos con días concretos y no
vaguedades.
Como muchísimas personas
que por llevar poco tiempo
trabajando en las empresas,
después de mucho luchar para
conseguir el empleo ahora se quedan
sin trabajo, sin paro y sin ninguna prestación económica
que les permita seguir viviendo.
Menos palabrería y más ayuda al trabajador,
porque hay mucha burocracia y excesivo
papeleo para nada.
En febrero ya teníamos
contagios en España, porque se permitieron manifestaciones y partidos
de fútbol y demás reuniones multitudinarias. Lo único en limpio que va a sacar España es que se libran de pagar a miles de pensionistas que se están
muriendo y tienen la desfachatez de anunciar por televisión que piden mil respiradores, como si fuera
para abastecer solamente un
barrio de Madrid.
Luego dicen que miran por los trabajadores, más bien nos
miran de reojo. Somos un país de pandereta. Españoles e italianos somos, en la
forma general de ser, primos hermanos.
Esos pedidos de equipos
de protección frente al coronavirus
tenían que haberse hecho a
primeros de marzo. Solo hay que fijarse
en lo estrictos que fueron en
China. Además, por si no fuera suficiente,
existe competencia entre las Comunidades Autónomas por la compra de los
equipos protectores. Se está actuando tarde y mal.
Es un problema muy
grave la falta de mascarillas, trajes
protectores, y respiradores artificiales. Ya se están adaptando gafas de buceo
como respiradores. Por otra parte, el
Gobierno dice que no compró los test defectuosos en China y que fue a través de
un distribuidor. El gobierno chino tiene otra versión de los hechos.
En definitiva, un
cúmulo de despropósitos de todo tipo en la compra de materiales protectores. De
nada sirve que el Gobierno proclame a los cuatro vientos que compra cientos de
miles o millones de mascarillas o test, si tardan semanas o más tiempo en
llegar realmente y poder ser utilizadas. El tiempo es clave en la lucha contra
esta pandemia.
La situación con un
confinamiento en España de doce días ya se está haciendo difícil para muchos. Y ante la continua improvisación no queda
mucho margen para el optimismo. Hablar es gratis, pero los hechos son tozudos.
De todos modos, soy positivo y considero que podemos salir de esta situación
con más medios.
Se observan en los
medios de comunicación faltas de respeto de algunos hacia trabajadores que caminan por la calle
hacia su trabajo o a personas que cuidan y sacan a sujetos con alguna
discapacidad a la vía pública. La insolidaridad también está presente en
nuestra sociedad. Aunque se puede reconocer que, de forma masiva, la
solidaridad es la que vence.
Se conocen también
noticias sorprendentes, a mi juicio, por ejemplo en Argentina se anulan las repatriaciones
por temor a contagios. Es el procedimiento de matar las moscas a cañonazos.
Es impensable que en
España se hiciera algo así con los miles de ciudadanos que están pidiendo ayuda
al Gobierno para regresar de diferentes países de todo el mundo.
Hospitales
desbordados, médicos sin medidas de protección o test que no acaban de llegar.
Y la pandemia se acerca a su pico que no se sabe muy bien cuando será. Y ya con
más de 56.000 personas infectadas por el coronavirus. Si el aumento de
contagios sigue así, en una o dos semanas,
se puede llegar a rozar los 70.000. Ya se ha dicho que el confinamiento
abarcará probablemente también todo el mes de abril y parte de mayo.
Además, África ya
supera las tres mil personas contagiadas. Y a esto se añade otra cuestión
preocupante, porque la sanidad privada
recorta plantillas y cierra centros. También se adelantan vacaciones,
etcétera. Parece el escenario de una guerra en toda regla. A los españoles que
quedaron retenidos por el cierre aéreo en algunos países lejanos, ya se los
considera como apestados. Es indignante. La paranoia y el miedo están haciendo
estragos en la conducta de algunas personas.
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