La inmortalidad
digital además de con la huella digital es posible también con la red social
Eter 9. Ofrece una permanencia permanente a lo largo del tiempo de sus usuarios
en el ámbito digital. O, lo que es lo mismo, cuando el internauta fallece
continúa su comportamiento en la red. También es cierto que como dice su
inventor el portugués Henrique Jorge «cada cosa que hacemos en el ciberespacio permanece para
siempre, incluso cuando ya hemos fallecido».
Eter 9 es una
plataforma muy parecida a Facebook. En realidad, es una red que aprende a
través de la inteligencia artificial. Parte de un avatar digital inmortal que publicará después de la
muerte del usuario a partir de lo que haya subido en vida a la plataforma.
Creará contenidos
similares a los publicados por la persona antes de su muerte. Y supuestamente
podría crear publicaciones como artículos, libros, videos, audios, etc., con
algoritmos que analizan lo ya creado cuando el sujeto estaba vivo.
Ya hay miles de personas
que están en Eter 9. En cualquier caso,
esta red social está en una fase inicial y puede ser desarrollada de un modo
mucho más potente en los próximos años y decenios. Y pueden surgir otras.
Estoy plenamente
convencido de que la huella digital es lo más importante. Lo que significa que
los esfuerzos de los creadores se verán plasmados en el ciberespacio para
siempre, como muy justa compensación a las horas empleadas en una actividad
creativa que, si bien es apasionante, merece un reconocimiento general y
especialmente una duración en el tiempo que será ilimitada.
Y es que los
creadores, al crear contenidos lo hacen para que sean leídos, vistos y
escuchados y en el mundo digital, en el que ya estamos desde hace años, esto ya
es un hecho o una realidad.
Los creadores realizan
una labor artística y sobre todo expresan lo que desean en sus creaciones.
Pueden gustar más o menos sus producciones, pero eso no es lo más relevante, ya
que las modas, gustos y costumbres cambian con el paso del tiempo. Lo que no
cambia es la calidad de lo creado que, a veces, no es reconocido pero que
a la larga siempre será apreciado y valorado.
En realidad,
escritores, pintores, escultores, músicos, cineastas y otros artistas siempre han pretendido no
solo formar parte del presente sino también ser recordados después de su
desaparición física. Se podría hablar de la eternidad del arte. La experiencia
estética es la que también nos hace de alguna
manera inmortales. El
inconsciente como afirmaba Jung no entiende ni contempla la muerte y cree que
la vida sigue para siempre. En este sentido, conviene tomar ejemplo y vivir la
vida como una gran aventura hasta el último segundo de la misma.
Evidentemente, la vida
es lo opuesto a la muerte. Pero la finitud de la vida humana es la palanca que
mueve a hacer grandes cosas en la existencia. También es posible, pero no es lo
más acertado, el conformismo con la mediocridad y con los placeres de una vida
exclusivamente materialista. Aunque esto es opinable y depende de la forma de entender
las cosas de cada persona. Y claro también interviene la libertad y los modos
de pensar de cada individuo.
La pasión o las
emociones y los sentimientos son lo más decisivo en la existencia. Por
supuesto, partiendo de un control de la razón y de la prudencia.
Somos una caña
pensante como decía el filósofo y matemático francés Blaise Pascal en el siglo
XVII. Pero nuestra grandeza proviene de que pensamos y sentimos a diferencia de
las rocas que no piensan.
Unamuno también tenía
un ansia de inmortalidad tremenda y de la que escribe y habla a lo largo de su vida como filósofo y
escritor. En su libro Del sentimiento trágico de la vida expresa su deseo de no
morir o de vivir para siempre, junto con otras cuestiones. Las razones del
cerebro no son las del corazón o de los sentimientos.
La fría razón, como la
del filósofo Bertrand Russell, dice que después de la muerte no hay nada. El
ateísmo del pensador británico es rotundo. No deja ningún espacio o resquicio
para la esperanza en un mundo espiritual supraterreno o celestial. Desde
Parménides, Pitágoras y Platón numerosos
filósofos se han ocupado de pensar sobre la inmortalidad y acerca de la
relativa brevedad de la vida y de la felicidad.
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