La obra filosófica del
catedrático y filósofo José Luis López Aranguren es fundamental para la
comprensión de numerosos aspectos de la historia del pensamiento español del
siglo XX. Y su filosofía también nos ofrece grandes lecciones para el siglo
XXI.
La vida de Aranguren
transcurrió desde su nacimiento en 1909 hasta su fallecimiento en el año 1996.
Una existencia larga y provechosa para sus numerosos alumnos universitarios y
para sus discípulos. Además, dejó una gran impronta en varias generaciones de estudiosos
y filósofos.
En su libro Ética de
la felicidad y otros lenguajes Aranguren ofrece o muestra una explicación
perfecta de lo que es la auténtica felicidad humana desde una perspectiva
individual o personal.
Escribe que «cuando el hombre llega
a ser el que tenía que ser, cuando realiza su perfección y vocación,
está construyendo el perfil de su existencia feliz». En efecto, lo esencial en la construcción de la propia vida
es saber lo que se quiere hacer con ella y los objetivos que se desean lograr.
Y si la persona hace todo lo posible en relación con lo que quiere, no se puede
decir mucho más.
Evidentemente, la
diferenciación establecida por López
Aranguren entre moral vivida y pensada es muy eficaz para que se
comprenda que la moral trata de la realidad de los comportamientos cotidianos y
la moral pensada es la expresión de los análisis acerca de lo que está bien o
mal. Saber la razón de lo bueno o de lo malo es lo que determina la ética. Por qué
una conducta es buena o mala es de lo que se ocupa el pensamiento ético.
Otra cuestión que
Aranguren tiene muy presente en su filosofía moral es que el sentido de la vida
es moral, ya que enfocamos los propósitos vitales en una dirección u otra en
relación con nuestra manera de entender lo esencial en la existencia. No cabe
duda de que en todo lo que hacemos buscamos nuestro bienestar o tenemos la
finalidad de alcanzar algún bien.
Aranguren nos advierte
del peligro de olvidarnos de lo que realmente nos conviene. Esto supondría
alejarnos de lo verdaderamente importante en la vida de cada uno. O dicho con
sus palabras: «Es nuestra incapacidad para una auténtica conversión la que
nos lleva a hacer de la vida entera una
incesante diversión, diversión de lo verdaderamente importante».
Es cierto que somos
seres para la muerte como venía a decir Heidegger. Precisamente por esto es tan
decisivo vivir de una manera auténtica intentando hacer cosas grandes como
afirmaba Séneca.
De este modo, la
brevedad de la vida quedara arrinconada y sepultada por la grandeza de lo
conseguido en la existencia real en este mundo. Aranguren resalta la
significación de la vida para cada
sujeto. Para él es evidente que la
invención de lo que queremos ser y hacer es la clave de bóveda de una
existencia realmente aprovechada.
En la época griega
antigua el ocio poseía un sentido de plenitud que es ajeno al sentimiento de
juego o de simple diversión en el peor sentido del término. Se comprende que el
mismo Aranguren escriba que «El ocio y la afición, enriquecen al
hombre». Humanismo y ocio están relacionados de modo directo. Es un
tipo de ocio constructivo o creativo, con lo que esto supone de enriquecimiento
personal y social.
De hecho, López Aranguren insiste de un modo muy claro en que
debe de haber una conexión profunda entre el humanismo contemporáneo y las
preocupaciones del tiempo actual. En realidad, se trata de que pensemos y
actuemos en relación con los problemas que afectan a las personas en la
sociedad presente que es parecida a la que vivió Aranguren.
Porque el desempleo,
el trabajo basura y precario y otras desigualdades sociales siguen estando
presentes en España y en otros numerosos países. Y en estas cuestiones la
filosofía o la ética a través de los filósofos y ciudadanos tienen que aportar
posibles soluciones a las situaciones planteadas, en una sociedad digital o del
espectáculo cada vez más fragmentada y que sigue siendo muy desigual, en muchos
aspectos.
Una ética integrada en
la sociedad y en la política es cada vez más necesaria para la eliminación de
la pobreza de mucha gente con medidas
sociales que garanticen una vida digna para todo el mundo. Sin exclusión social
ni de los mayores ni de los que carecen de recursos.
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