Ciertamente, la
inteligencia es la capacidad para procesar información. En la teoría de las
inteligencias múltiples del profesor Howard
Gardner ya quedan configurados los ocho tipos de inteligencia que pueden
reconocerse en las personas.
Por supuesto, se
pueden elaborar otras clasificaciones más detalladas o más amplias. En
cualquier caso, la inteligencia lingüística y la lógico-matemática son las
fundamentales en la comprensión del funcionamiento de las mentes o de los intelectos humanos.
Con un mayor
desarrollo del lenguaje y del entendimiento de cuestiones complejas o muy
complicadas es evidente que esto mismo tiene como resultado que el nivel de inteligencia es también más alto.
Se puede pensar que el origen genético de la inteligencia es de un 50%
aproximadamente, según los expertos, y que, por tanto, el ambiente influye
también alrededor de un 50%. Por
supuesto, esto pone de manifiesto que tanto la herencia como el ambiente son
claves en la inteligencia.
Lo que está comprobado
es que el enriquecimiento cultural y estimular aumenta considerablemente la
capacidad intelectual. Se han realizado experiencias y seguimiento de niños en
su proceso de formación en Estados Unidos y en otros países y los resultados
son claros y contundentes. El cociente intelectual aumentó significativamente.
En este sentido, el
conductista Watson llegó a decir que si se encargara de la educación de un niño
tomado al azar de un grupo de doce, sin ninguna duda, sería capaz de formarlo
para que llegara a ser doctor o médico, abogado, artista, comerciante,
etcétera.
El ambiente para
varias escuelas psicológicas tiene un peso decisivo en el desarrollo
psíquico. La psicología cognitiva y también
la evolutiva saben que es así. Se puede entender la inteligencia como un
conjunto de habilidades que resuelven
distintos tipos de problemas.
Los talentos de las
personas pueden ser variados y los estilos intelectuales también lo son. Como
también señala Isabel Infante aunque es imprescindible la inteligencia también
lo es la perseverancia y la tenacidad, algo propio de los científicos,
filósofos, eruditos, escritores, inventores y artistas. Por supuesto, la
admiración ante lo que nos rodea y el deseo de saber siguen presentes en los
seres humanos desde antes de los tiempos de Aristóteles.
Los que sostienen las
tesis ambientalistas de la inteligencia se dan cuenta del inmenso potencial que
existe en el desarrollo o aumento de la inteligencia en sus distintos tipos o
formas.
Está demostrado que la
abundancia o riqueza de contenidos culturales puestos a disposición de los
niños favorece su desarrollo intelectual en gran medida. En clases sociales
desfavorecidas se ha comprobado que aparecen mayores dificultades en los
procesos de abstracción y en el paso de lo concreto a lo abstracto.
En todo caso, lo que
es indudable es que con la lectura y la escritura y también con los juegos y
con otras actividades de aprendizaje se potencia la inteligencia. Al final, la
clave es la constancia. Un experto en algún saber, disciplina, técnica o arte
lo suele conseguir con unas 10.000 horas de formación. Los talentos se
desarrollan con muchas horas de práctica
o de trabajo y esfuerzo. Esto es
aplicable también a otros ámbitos.
Por ejemplo, la
adquisición de un mayor o más amplio dominio del lenguaje escrito y hablado se
logra con la lectura. Al escribir se piensa y se desarrollan habilidades
creativas, analíticas y de combinación
que son muy útiles desde una perspectiva
intelectual.
La formación se basa
también en la experiencia. La cantidad
de horas empleadas en labores de formación y lectura o de creación aumentan la inteligencia y la
sensibilidad asociada a la misma. Amplifican el intelecto y lo dotan de una
finura extraordinaria.
Otra cuestión
diferente es la valoración que se da a la inteligencia y la sensibilidad en la
sociedad digital y de la imagen en la que vivimos, en la que lo efímero,
exagerado, espectacular, extravagante, llamativo y superficial es lo que tiene
éxito comercial. En definitiva, lo que simplemente estimula los sentidos sin
más. Sin pensar.
Es preciso decir que
lo profundo tiene un gran valor. Y que se pueden desarrollar los talentos de las personas. Y que el talento es inteligencia, sin ninguna
duda. Debe ser más valorada y reconocida
la expresión del talento en nuestra sociedad. O la sociedad seguirá, en parte,
instalada en la diversión por la diversión, sin más. Y el talento también es
divertido, ya que se es libre, crítico y
autónomo creando contenidos culturales.
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