Stuart Mill es uno de
los filósofos que creó el utilitarismo. Nació en Londres en 1806 y murió en
1873. Desde niño recibió una formación amplia y profunda. Aprendió lenguas
clásicas y estudió diversas disciplinas
bajo la dirección de su padre Jaime Mill. De los catorce a los dieciséis años
se trasladó a Francia y adquirió conocimientos de Química, Botánica y aprendió
la bella lengua francesa. Hacia los veinte años Stuart Mill superó una crisis
existencial y se convenció de la gran significación de los sentimientos y las
emociones y también del gran valor de la poesía y el arte.
Pensaba que no se
puede ser una máquina de pensar y que sentir con intensidad también es algo
imprescindible y útil para una existencia placentera. La cultura y la educación
deben abarcar todas las expresiones
artísticas existentes.
Realmente logró un
conocimiento enciclopédico y esto le sirvió también para la elaboración de una
amplia obra filosófica de gran interés. Fundó una Sociedad Utilitarista para
extender más el principio utilitarista que impulsa la búsqueda de la máxima
felicidad para el mayor número posible de personas.
En este sentido
conviene poner de manifiesto que está de acuerdo con los planteamientos de
Bentham y de su padre. De todos modos, también es cierto que es difícil ser convencido
de que la moral pueda ser una ciencia exacta pretensión explicitada por Jeremy
Bentham.
No cabe duda de que
los esfuerzos en la elaboración y aprobación de leyes de protección de la
infancia por parte de Bentham dan una idea de su actitud filantrópica y
solidaria con los pobres y los más desfavorecidos de su tiempo. En la
Inglaterra de finales del siglo XVIII y primer tercio del XIX existían bolsas
de pobreza considerables.
Bentham falleció en
1832, pero sus ideas utilitaristas y, en general, su filantropía y solidaridad
con los más necesitados de su época fueron apoyadas también por Stuart Mill
aunque con planteamientos propios, pero siguiendo una senda similar.
En el utilitarismo se
considera que el placer es uno de los objetivos principales de todo ser humano
y también lo es, obviamente, el no experimentar dolor. También es indudable que
la idea de libertad es esencial, porque lo que condiciona excesivamente la
individualidad es, a juicio de Mill, despotismo. El liberalismo político de
Mill se concreta en la defensa de los derechos de las mujeres y en la conquista
del derecho al sufragio femenino.
Como escribe Mill «Más vale un hombre insatisfecho que un cerdo satisfecho». En efecto, el valor del pensamiento y de los placeres
nobles que son la cultura, el altruismo y los buenos sentimientos y actitudes
éticas es muy superior a los placeres bajos o fáciles que para este filósofo
británico son los sensoriales.
Para él es
incuestionable que es definible o determinable una jerarquía de placeres. Los
mejores son los intelectuales y los materiales o sensitivos están en un nivel
inferior. Esto, por supuesto, es
matizable, porque este planteamiento es un dualismo reduccionista que no valora
que la inteligencia es un conjunto de capacidades sensoriales y
combinatorias. Sentir y pensar no son algo
contradictorio, ya que ambos forman parte de la inteligencia en su uso o
funcionamiento en la percepción de la realidad.
En relación con el
liberalismo político elaborado por Mill está claro que promueve un indudable
reformismo social civilizador que supone un derecho a la educación y también
una legislación laboral y social realmente humanizadora.
En lo referido a la
economía liberal desarrollada por Mill cabe decir que es la puesta en cuestión
de algunos efectos perversos de la economía capitalista. En realidad, es la
denuncia de las injusticias que causa un capitalismo sin un control legal y
estatal adecuado que evite la explotación laboral y otros excesos y
desigualdades.
Respecto a la calidad
o la cantidad de los placeres los planteamientos de Bentham y Mill son complejos. Se le
atribuye a Mill la afirmación de los grados de calidad del placer y a su amigo
Bentham la cantidad de placeres como lo más importante.
Considero que el
criterio principal, a mi juicio, es la cantidad, si hubiera que decidirse por
uno. No en vano, en prácticamente todos
los aspectos de la existencia la acumulación de experiencias es fundamental
tanto en el campo laboral como en otros. De todas formas, es posible un
planteamiento intermedio o ecléctico combinando calidad y cantidad. Considero
que es lo más juicioso.
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