jueves, 1 de noviembre de 2018

TIEMPO Y MUERTE



No cabe duda de que el tiempo es más importante que el dinero. Porque somos seres hechos de tiempo. Como decía Séneca en su tratado acerca de la brevedad de la  vida el que derrocha su tiempo no  lo va a recuperar nunca. Si lo derrocha a manos llenas no debería quejarse de que la vida es corta. Es larga si se aprovechan bien los días, horas, minutos y segundos de los que disponemos.
La vida es elegir y tomar decisiones. Esto lo reafirmó José Ortega y Gasset en su filosofía raciovitalista. También Jung un psiquiatra conocido y que ha dejado un gran legado con sus obras está convencido de que es mejor vivir la existencia como una gran aventura y con pasión, igual que si fuéramos a vivir centenares de años.
La intensificación de los momentos de la vida es uno de los procedimientos que posibilita sacar más rendimiento al paso inexorable del tiempo.  Ya Pascal decía que somos una caña pensante y casi cualquier cosa nos puede matar, pero pensamos y esto no lo hace la naturaleza y es que lo que nos convierte en extraordinarios y eternos.
Feuerbach que fue un filósofo alemán ateo y materialista consideraba que el amor es Dios y la divinidad es una proyección inventada e ilusoria de las cualidades o atributos humanos convertidos en supremos e infinitos en la figura artificial de Dios. Rechazaba también la existencia real de otra vida después de la muerte. En consecuencia, consideraba que las metas de los hombres debían dirigirse a la divinización de lo humano en toda su amplitud y profundidad.
De hecho para el filósofo Xavier Zubiri es indudable que el hombre es una manera finita de ser real y efectivamente Dios. Incluso reconociendo que el ser humano es una animal de realidades. Es la experiencia de ser Dios que es, en el fondo, la realidad absolutamente absoluta.
Los hombres y mujeres somos una especie de dioses finitos que debemos sacar lo mejor de nosotros mismos en esta vida finita  y ser lo más felices que podamos.
Desde este planteamiento general se comprende que es contraproducente tener miedo a la vida. Al contrario, lo realmente mejor es afrontar la existencia con pasión, entusiasmo y fuerza. El riesgo y la incertidumbre forman parte inseparable de las circunstancias vitales y del transcurrir del tiempo y esto es preciso aceptarlo.
Ya Tierno Galván en su libro ¿Qué es ser agnóstico? planteaba una serie de cuestiones que siguen siendo de interés en este momento. Parece que el conformarse con la finitud es lo más racional, lo que no presupone que las personas creyentes no puedan pensar en otra existencia espiritual en otra dimensión después de dejar este mundo material.
Lo que, a mi juicio, está claro es que la búsqueda de la felicidad es uno de los motivadores fundamentales de la vida. El filósofo Julián Marías en su libro La felicidad humana y también en sus lecciones o conferencias pone de relieve que se logran islas, periodos o momentos de bienestar, pero la felicidad absoluta es imposible en todo momento y esto es verdad también para los multimillonarios. No podemos hacer todo lo que queremos o imaginamos, porque somos seres limitados, finitos.
Lo que no significa que no podamos hacer muchísimas cosas, más de lo que creemos, a priori, que podemos realizar. Una de las claves está en ser perseverante, tenaz y hacer cosas importantes para nosotros todos los días. La acumulación de pequeños pasos diarios lleva al éxito y al logro de las metas planeadas.
En la vida la acumulación de experiencias, vivencias, recuerdos, creaciones, conocimientos, escritos, videos, viajes, etcétera, es un bagaje decisivo y que inevitablemente se abre paso en el presente y en el futuro, a pesar de todos los obstáculos, avatares y circunstancias  de la realidad. Y esto mismo ya eterniza lo  creado para siempre.
Se puede vivir con una actitud que califico de transcendentalismo estético. La vida y el tiempo son belleza que nos transciende y nos proporciona placeres estéticos sensibles que  son ideales porque poseen significación teórica también desde un enfoque sentiente y a la vez intelectivo.
La vida es, en parte, un eterno retorno de lo mismo, aunque renovado desde la singularidad de  la libertad de cada sujeto. Y, en este sentido, todo lo que nos hace únicos y diferentes es lo que plenifica lo que ya somos.



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