No cabe duda de que el
tiempo es más importante que el dinero. Porque somos seres hechos de tiempo.
Como decía Séneca en su tratado acerca de la brevedad de la vida el que derrocha su tiempo no lo va a recuperar nunca. Si lo derrocha a
manos llenas no debería quejarse de que la vida es corta. Es larga si se
aprovechan bien los días, horas, minutos y segundos de los que disponemos.
La vida es elegir y
tomar decisiones. Esto lo reafirmó José Ortega y Gasset en su filosofía
raciovitalista. También Jung un psiquiatra conocido y que ha dejado un gran
legado con sus obras está convencido de que es mejor vivir la existencia como
una gran aventura y con pasión, igual que si fuéramos a vivir centenares de
años.
La intensificación de
los momentos de la vida es uno de los procedimientos que posibilita sacar más
rendimiento al paso inexorable del tiempo.
Ya Pascal decía que somos una caña pensante y casi cualquier cosa nos
puede matar, pero pensamos y esto no lo hace la naturaleza y es que lo que nos
convierte en extraordinarios y eternos.
Feuerbach que fue un
filósofo alemán ateo y materialista consideraba que el amor es Dios y la
divinidad es una proyección inventada e ilusoria de las cualidades o atributos
humanos convertidos en supremos e infinitos en la figura artificial de Dios.
Rechazaba también la existencia real de otra vida después de la muerte. En
consecuencia, consideraba que las metas de los hombres debían dirigirse a la
divinización de lo humano en toda su amplitud y profundidad.
De hecho para el
filósofo Xavier Zubiri es indudable que el hombre es una manera finita de ser
real y efectivamente Dios. Incluso reconociendo que el ser humano es una animal
de realidades. Es la experiencia de ser Dios que es, en el fondo, la realidad
absolutamente absoluta.
Los hombres y mujeres
somos una especie de dioses finitos que debemos sacar lo mejor de nosotros
mismos en esta vida finita y ser lo más
felices que podamos.
Desde este
planteamiento general se comprende que es contraproducente tener miedo a la
vida. Al contrario, lo realmente mejor es afrontar la existencia con pasión,
entusiasmo y fuerza. El riesgo y la incertidumbre forman parte inseparable de
las circunstancias vitales y del transcurrir del tiempo y esto es preciso
aceptarlo.
Ya Tierno Galván en su
libro ¿Qué es ser agnóstico? planteaba una serie de cuestiones que siguen
siendo de interés en este momento. Parece que el conformarse con la finitud es
lo más racional, lo que no presupone que las personas creyentes no puedan
pensar en otra existencia espiritual en otra dimensión después de dejar este
mundo material.
Lo que, a mi juicio,
está claro es que la búsqueda de la felicidad es uno de los motivadores
fundamentales de la vida. El filósofo Julián Marías en su libro La felicidad
humana y también en sus lecciones o conferencias pone de relieve que se logran
islas, periodos o momentos de bienestar, pero la felicidad absoluta es
imposible en todo momento y esto es verdad también para los multimillonarios.
No podemos hacer todo lo que queremos o imaginamos, porque somos seres
limitados, finitos.
Lo que no significa
que no podamos hacer muchísimas cosas, más de lo que creemos, a priori, que
podemos realizar. Una de las claves está en ser perseverante, tenaz y hacer
cosas importantes para nosotros todos los días. La acumulación de pequeños
pasos diarios lleva al éxito y al logro de las metas planeadas.
En la vida la
acumulación de experiencias, vivencias, recuerdos, creaciones, conocimientos,
escritos, videos, viajes, etcétera, es un bagaje decisivo y que inevitablemente
se abre paso en el presente y en el futuro, a pesar de todos los obstáculos,
avatares y circunstancias de la
realidad. Y esto mismo ya eterniza lo
creado para siempre.
Se puede vivir con una
actitud que califico de transcendentalismo estético. La vida y el tiempo son
belleza que nos transciende y nos proporciona placeres estéticos sensibles que son ideales porque poseen significación
teórica también desde un enfoque sentiente y a la vez intelectivo.
La vida es, en parte,
un eterno retorno de lo mismo, aunque renovado desde la singularidad de la libertad de cada sujeto. Y, en este
sentido, todo lo que nos hace únicos y diferentes es lo que plenifica lo que ya
somos.
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