La quiebra social por
causa del independentismo va a más.Y no ayuda precisamente la crispación
existente en la sociedad catalana, por la cuestión de los lazos amarillos y por
el ambiente general que se nota en las calles.
Al menos, según se
observa en los medios de comunicación, especialmente en los informativos de
televisión y en las redes sociales. Parece que también existe una conjura
golpista para proclamar la república catalana una vez que se conozca la
sentencia del 1-0.
Ante este panorama se
refuerza la sensación de que el diálogo puede ser la vía de solución. Que Pedro
Sánchez opte por hacer concesiones a la Generalitat puede ser una estrategia,
en principio, acertada, pero no creo que sea suficiente para parar la deriva
independentista.
La elaboración de un
nuevo Estatuto siempre que respete lo que dice la Constitución me parece bien,
ya que la realidad social ha cambiado y puede suponer mejorar el articulado
normativo. La promesa de Sánchez de incrementar hasta 1.000 millones de euros
las inversiones con destino a Cataluña considero que es algo positivo.
El reconocimiento por
parte del Presidente del Gobierno de la realidad nacional catalana es algo que
ahora mismo nadie niega y que es evidente. Otra cuestión es esperar a ver el
nombre que escoge la Generalitat para Cataluña. Supongo que no será república
catalana o estado catalán independiente.
En lo relativo a la
utilización del castellano o español me parece que las cosas van a ir a peor. Al pasar a ser el catalán un idioma
plenamente oficial y no cooficial el uso del español disminuirá, aunque la
mitad de la población pueda seguir con el castellano.
En relación con lo
referido a los lazos amarillos es evidente que ponerlos en las calles y plazas es como querer obligar a
todos a aceptar que existen presos políticos y exiliados, algo que no es cierto
por numerosas razones. Por tanto, no debían permitirse en los espacios
públicos. La libertad de expresión no lo justifica todo. Y entiendo
perfectamente a los ciudadanos que los quitan de las calles catalanas.
La división de la
sociedad catalana es manifiesta y no me extraña. Porque frente a la
argumentación y el razonamiento se quieren imponer sensaciones y sentimientos
subjetivos a toda costa.
Buena parte de los
periodistas que escriben u opinan sobre la cuestión del secesionismo en
Cataluña consideran que la situación está mejor que hace un año. Puedo estar de
acuerdo en líneas generales, pero con matices.
Que se hayan mandado
más efectivos de fuerzas policiales a Cataluña de cara a la Diada es un dato revelador, a pesar de la
negociación existente entre el Gobierno de Sánchez y del señor Torra.
Parece que se nota una
especie de pulso entre la Generalitat y el Gobierno y las perspectivas sobre el
futuro a corto y medio plazo no creo que sean esperanzadoras, aunque puedan
parecerlo a priori. Siempre está la espada de Damocles que consiste en la aplicación del 155, si las cosas se
desmandan.
Es un equilibrio
político difícil el de Pedro Sánchez. Si bien se le puede dar un voto de
confianza de unos meses o más, en función de cómo se desarrollen los
acontecimientos políticos.
Los tribunales tienen
que seguir actuando con independencia y al dictar sentencia deben aplicar las
leyes a los encarcelados o encausados por
haber cometido presuntamente delitos. Es lo propio de todo Estado de
Derecho que realmente lo sea.
Si con las concesiones
de Pedro Sánchez se acabara el problema del secesionismo los ciudadanos nos
llevaríamos una muy agradable sorpresa. Lo prioritario, a mi juicio, es la
reducción de la desigualdad económica y del desempleo y destinar más dinero a
los asuntos sociales como son: sanidad, educación, pensiones, etcétera.
Creo que, sin ser
pesimista, el independentismo seguirá luchando y peleando por la separación de Cataluña
de España, a pesar del esfuerzo de diálogo y de negociación.
Un estado español federal
podría ser otra posible solución, pero no la acepta la Generalitat. Es una
cuestión de nombres. Porque el término república indica claramente la
independencia absoluta respecto del resto del estado español. Y, por tanto,
todo lo que se llame federal implica que no existe independencia real del poder
central. Esto es lo que se deduce de los planteamientos de los secesionistas o
independentistas.
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