Son
dos actividades que pueden ir integradas y que son complementarias. De
hecho, existen numerosos profesores que compatibilizan la docencia con la
escritura de artículos y libros. No hace falta remontarse a grandes figuras de
la filosofía y de la literatura para darse cuenta que es muy positivo y
enriquecedor para la cultura de cualquier país que esto suceda frecuentemente.
Antonio Machado era profesor de
Instituto y escribió cumpliendo con su labor docente una gran producción poética.
Ortega y Gasset además de ser un filósofo y profesor de Metafísica en la
Universidad de Madrid era también un brillante ensayista y escritor. Unamuno
además de ser rector y gran profesor
redactó numerosas obras a lo largo de su vida. El mismo Gustavo Bueno no paró
de escribir de forma continua siendo a la vez un ilustre y excepcional profesor
a lo largo de su gran carrera académica. La lista de filósofos y literatos que
han escrito, de modo paralelo a su labor
docente es extensísima. Y esto también ocurre actualmente.
Por ejemplo, el filósofo idealista
alemán Schelling escribió uno de sus libros
más importantes titulado Sistema del idealismo trascendental en el invierno de
1799-1800. El contenido del mismo fue explicado en los sucesivos cursos universitarios que impartió. Lo que hizo posible perfilara
de modo más preciso el método que había creado. También pudo aclarar
oscuridades y dar una mayor fuerza a sus teorías filosóficas. Además, Schelling
en su Filosofía del arte trata temas de la estética que son un voluminoso
conjunto de conferencias que pronunció en la Universidad de Jena durante el
semestre de invierno de 1802-1803.
Hegel fue un gran filósofo que en 1808 fue nombrado director del Gimnasio de
Núremberg, un centro educativo similar a un instituto de enseñanza secundaria
actual, y ejerció el cargo hasta 1816 en que fue nombrado profesor de filosofía
en la Universidad de Heidelberg. Y resulta que escribió su obra más compleja
y que es la Ciencia de la lógica
mientras era director y profesor de un centro educativo de enseñanza media en
el que impartía clases. Las dos partes del citado libro fueron publicadas en
1812 y 1816.
También Kant en sus Lecciones de
ética y en otros libros nos muestra la relevancia de los tratados para explicar
las doctrinas. En las mismas se trazan las líneas maestras del razonamiento
kantiano que conducen a un formalismo ético. Son lecciones impartidas en la
Universidad de Königsberg. Escribe Kant: “El principio de la moralidad tiene su
fundamento en el entendimiento y puede ser examinado completamente a priori”.
Estos insignes ejemplos que he
descrito son una muestra de un planteamiento que pretende poner de manifiesto
que escribir y enseñar son actividades
muy útiles para todos. Y no se pueden separar artificialmente como si fueran
algo opuesto, todo lo contrario.
Aunque es cierto que en la era de
imagen en la que estamos viviendo se infravalora, tal vez, la producción
escrita en algunos ámbitos de la sociedad. Pero, tiene una significación muy
profunda que debe ser juzgada realmente
como se merece.
De hecho, cada persona que quiere
escribir está en su perfecto derecho de hacerlo. Y la creación de escritos es
un arte y también es producción de
cultura para el disfrute y aprendizaje del público lector. El número de escritos
que se elabora y se publica y también su nivel y calidad es un indicador fiable
de la actividad de los creadores de un país. Y no es algo que tenga que pasar
desapercibido. Al contrario, hay que darle la relevancia que tiene, porque es
el resultado de un esfuerzo gratificante, por parte de los que se dedican a
escribir y también a investigar y enseñar en numerosos casos. Se deben
reconocer los méritos objetivos de los que publican escritos con su dedicación
personal y con una entrega convencida a la elaboración de escritos de distinto
tipo.
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