El
gasto por Dependencia de la Administración General del Estado debería ser mucho
mayor.Según los datos del observatorio de la Dependencia las Comunidades
Autónoma aportan un 82% del dinero y la
Administración un 18%. Si bien esta última debería aportar según la ley un 50%.
Aunque, según se informa en los medios de comunicación, cada 15 minutos fallece
un dependiente sin haber recibido la prestación a la que tenía derecho. Y
también aparecen titulares de noticias referidos a la aplicación de la Ley de
Dependencia que dicen que cada día mueren 90 dependientes sin recibir las
prestaciones a las que tienen derecho. Pero la cosa, de ser cierta, no termina
aquí. Además, por si fuera poco lo ya expuesto, resulta que casi el 30% de los
dependientes no reciben ninguna prestación.
Se
puede decir que después de diez años de la aprobación de la Ley de Dependencia
todavía hay una lista de espera de 348.309 dependientes. Las simples promesas
no son suficientes y aunque se puede
decir también que las Comunidades Autónomas están realizando un considerable
esfuerzo para reducir, lo más
rápidamente posible, la lista de espera está claro que no es suficiente. Parece
que el Estado central tendría que aportar más fondos económicos para la
atención de las personas dependientes que tienen derecho a prestaciones
económicas.
La
vulnerabilidad de las sujetos dependientes es de tal calibre que necesitan la
ayuda económica de manera urgente y no pueden esperar meses y meses a
recibirla, porque puede llegarles tarde y ya haber fallecido.
Existe
un perfil de ciudadano con dependencia. Suele ser el de una mujer de más de 80 años que precisa de alguna
clase de prestación del Estado. A día de hoy viven en España más de un millón
de personas que tienen reconocida su situación de dependencia. El Estado debe
poner todos los medios para atenderlas de la forma que se merecen según la
citada ley y la Constitución.
Quizás
con una ligera subida de los impuestos
directos o indirectos o con otras medidas alternativas se puedan lograr
cantidades de dinero que hagan posible una adecuada y rápida asistencia y
atención de los sujetos dependientes. También se puede reordenar o redistribuir
el presupuesto del Estado para reforzar la labor asistencial y los servicios
sociales.
Sirve
de muy poco elaborar una Ley de Dependencia que teóricamente va a funcionar muy
bien, pero que, en realidad, no atiende todos los casos que se presentan con la
celeridad exigida por las normas legales y por los principios éticos básicos.
Puesto que estamos hablando de vidas humanas no de otro tipo de cosas. Y la
dignidad de la existencia es un principio consagrado por nuestro texto
constitucional y por los Derechos Humanos.
Las
razones humanitarias sustentan también la Ley de Dependencia en un estado que
realmente sea del bienestar. Con lo ya explicitado lo que pretendo es que desde
las instancias estatales que correspondan tomen más conciencia de que la
igualdad de los españoles no es una simple proclamación abstracta y puramente
teórica. Debe tener una expresión clara y precisa en las decisiones políticas y
administrativas que se ponen en práctica en el diario funcionamiento del
Estado.
Y
para terminar quiero remarcar que le profeso un gran respeto al Estado, pero
eso precisamente pienso y estoy convencido de que puede mejorar su gestión y acción respecto a los
ciudadanos en situación de dependencia y vulnerabilidad.
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