El reciente libro de Daniel Innerarity, catedrático de
Filosofía política en la Universidad del País Vasco, expone numerosas ideas
para el desarrollo de unas técnicas de Gobierno a la altura del siglo XXI. Es
un libro extenso de más de 400 páginas. La información y el conocimiento son la
base de las buenas decisiones políticas.
El caso de Inglaterra es paradigmático, ya que en el caso del
imperio británico en el siglo XIX, la gran cantidad de informes que llegaban a la metrópoli dieron lugar a la
elaboración de mejores leyes que impulsaron la revolución industrial y
potenciaron el crecimiento económico. Y esto es claramente extrapolable a la
actualidad.
Innerarity es consciente de la necesidad de nuevos
procedimientos políticos que comprendan la complejidad social y también la
libertad individual. Por eso escribe que «Unos tienen excesiva
confianza en la capacidad del Estado para intervenir desde fuera y otros
confían demasiado en los comportamientos individuales y en la capacidad de
autocorrección del sistema».
En este sentido, es indudable
que la regulación o superación de los
desajustes y problemas sociales, laborales y de otros tipos precisa de acciones
que tengan en consideración todos los elementos que intervienen en las
situaciones sociales.
Complejizar la democracia es lo mejor, porque eso mismo
significa estudiar todas las posibilidades en relación con la toma de
decisiones políticas en cualquier Estado o sociedad. Existen disfunciones
sociales e injusticias.
Las contradicciones son superables también desde una
perspectiva social si el poder de un país reacciona adecuadamente buscando el
interés general. Las anormalidades que
se observan en las sociedades pueden ser corregidas. Se trata de reducirlas lo
máximo posible o eliminarlas.
Daniel Innerarity cita a Robert Musil estableciendo una
comparación o analogía del individuo con la sociedad: «la diferencia entre una persona normal y una que está loca es que la normal tiene todas las enfermedades
mentales, mientras que la loca tiene solo una».
Por tanto, de lo que se trata es de organizar del modo más
armonioso posible todas las dimensiones de la convivencia y de la vida social
en todos los aspectos esenciales. Los límites y los controles en los Estados,
si son racionales y coherentes garantizan la libertad de todos, sin duda. De lo
contrario impera la ley de la selva. El saber experto es fundamental para que
los gobernantes sepan decidir con el mayor acierto posible. Esto lo mantiene
Runciman. Parece indudable que los ciudadanos tienen todo el derecho a disponer
de un gobierno competente, por razones obvias o de sentido común. Y la
racionalidad o irracionalidad del electorado es algo crítico y a considerar
cuando se celebran comicios.
Comparto con el profesor Innerarity la percepción de una
falta de confianza en los gobiernos, ya que existen muy serias dudas de que «sean capaces de afrontar los riesgos
de la existencia de manera eficaz e igualitaria». Y en estos meses lo estamos observando ante el caos sanitario, social y
laboral provocado por la pandemia en España y en el mundo. Es preciso respetar
la realidad y los datos y actuar en consecuencia también anticipándose a lo claramente previsible.
No se deben despreciar o desatender los planteamientos
políticos matizados y complejos, porque
son los que ponen sobre la mesa las soluciones respecto a la desigualdad
excesiva y las injusticias sociales. Es indispensable poner barreras
infranqueables a la maldad y a los errores. No se trata de ser héroes es
cierto.
Los gobiernos técnicos piensan en todos los ciudadanos y
son la expresión de sistemas
inteligentes que ayudan a todos. De todos modos, Innerarity considera que los
Estados no son capaces de controlar sus sociedades. Y ya no es una cuestión de
ensayo y error, sino de afinamiento y ampliación de los métodos para regular,
del mejor modo imaginable, la actividad social en beneficio de todos los
ciudadanos.
La reflexividad es clave para que la sociedad digital se
diseñe y funcione para la realización de una vida común lograda. Y es cierto
que la tecnología ya ha modificado nuestro gobierno del yo. Esto es compatible
con un humanismo solidario que aproveche para la vida las ventajas del mundo
cibernético en el que ya estamos.
Estamos cambiando a marchas aceleradas con el progreso
tecnológico y esto también tiene sus consecuencias en el campo de la política. La
digitalización dará nuevos conocimientos e informaciones para la acción
política solidaria. Las ingentes cantidades de datos harán más fiables y
mejores las decisiones de gobierno en el
ámbito de la sociedad. Estamos ante un reto positivo.
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