lunes, 21 de octubre de 2019

ANDRÉ GORZ




Este filósofo que nació en Viena en 1923 y falleció en Francia en 2.007 destacó por sus numerosas y profundas reflexiones sobre el sentido de la vida y también sobre la sociedad y el individuo.  En el libro titulado El hilo conductor de la ecología se publican varias  entrevistas que concedió Gorz  y que son  de un gran interés desde una perspectiva filosófica y sociológica.
A lo largo de su producción escrita como periodista y filósofo insiste en una serie de temas que son centrales durante el siglo XX y también en pleno siglo XXI. Su amistad a lo largo de muchos años con Sartre influyó también en buena medida en la maduración de su pensamiento. Aunque, sin duda, discrepaba en algunas cuestiones del gran pensador francés, le respetaba y admiraba. Algo que era mutuo. Gorz pasó un tiempo de su existencia en México y aprendió español. Se consideró francés. Sus planteamientos como pensador se pueden clasificar como los característicos de un filósofo o teórico político y también como los de un crítico de la sociedad.
Está convencido de que con el neocapitalismo actual se llega a la desculturalización, porque todo está supeditado a la ganancia. No tiene ninguna duda de que es necesaria una vida más sobria si no queremos que el planeta se degrade hasta límites invivibles.
Es cierto, como él mismo argumenta, que  no es posible una vuelta a lo natural de una forma idílica o bucólica, de una forma general. Rechazó de un modo contundente la sociedad de consumo puesto que se entiende  que favorece una existencia superficial e insustancial.
Critica duramente el fordismo y el industrialismo a ultranza.  En su libro La metamorfosis del trabajo aparece el valor que posee el trabajo creativo en la sociedad ideal de Platón. Como indica Martínez-Alier «Previó una sociedad de trabajos precarios a la que oponía una sociedad de la auto-actividad que sería ayudada por algunos cambios tecnológicos, como la microelectrónica». En este sentido, se muestra convencido de  la necesidad de la renta básica o social para que las personas puedan vivir sin sobresaltos económicos que les impidan vivir con dignidad y suficiencia.
La fenomenología de Husserl y de Sartre fue también fuente de inspiración en el desarrollo de sus reflexiones  filosóficas. Pero también tuvo una actitud ecléctica con la intención de analizar la sociedad en la que vivía. Su preocupación social siempre está presente y en un primer plano en sus obras. Piensa que debe ir conformándose una nueva civilización que aumente un tiempo de vida a expensas del tiempo de trabajo.
En una sociedad postindustrial la creciente automatización supone que no son necesarias largas jornadas de trabajo. Al contrario son contraproducentes, porque reducen el tiempo de ocio o de vida que es fundamental para las personas. Como escribe Gianinazzi  es evidente que Gorz afirmaba que «el resultado esperado de esta utopía concreta no es una sociedad del ocio o del tiempo libre, compatible con la imposición de prácticas mercantiles, sino una sociedad del tiempo liberado para la multiplicidad de actividades autodeterminadas». Gorz analizaba las significaciones que poseen el cuerpo y los sentidos en la construcción cultural y su gran importancia y repercusión en la crítica social y también en la pedagogía.
Elabora una crítica contra el posmodernismo que, a mi juicio, es muy sólida y coherente por numerosas razones. Es como si cada sujeto fuera llevado por el inconsciente colectivo y no delimitara reflexivamente sus propósitos e intenciones. Y escribe al respecto: «nuestra conciencia solo capta epifenómenos, está gobernada por el inconsciente y desconoce tanto este último como las interconexiones lingüísticas que la estructuran». Pero, lo que sucede, según Gorz, es que los sujetos si son capaces de autoexplorarse y de pensar  de forma subjetiva como entidades reflexivas autónomas.
Los chimpancés tienen 3.000 millones de neuronas  en su cerebro y los seres humanos 100.000 millones. Se comprende, por tanto, que la capacidad de adaptación y de creación en los hombres sea incomparablemente más elevada en la especie humana. Algo en lo que también insiste Gorz.
Comprendía extraordinariamente bien la crueldad del mundo natural. La regla es devorar o ser devorado. Es una lucha feroz por la existencia o por seguir vivo, simplemente. Para Gorz con la microelectrónica se puede conseguir una sociedad del tiempo liberado o lo que es lo mismo una sociedad que dejaría de ser una  utopía. Habla de mil horas de trabajo anuales.

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