La filosofía está de
luto por la muerte de Javier Muguerza y Eloy Rada.
Muguerza se dedicó a
la docencia universitaria. Fue discípulo de López Aranguren. En 1990 fundó la
revista Isegoría de Filosofía Moral y Política.
Fundamentalmente desarrolló sus reflexiones en el ámbito de las cuestiones morales. Estaba de acuerdo con los
planteamientos kantianos, aunque los comentó y propuso modificaciones de los
mismos. Entre sus libros destacan: La concepción analítica de la filosofía de
1974, La razón sin esperanza de 1977 y Desde la perplejidad de 1990 en la que
aparecen tratados los temas principales de su filosofía con unas conclusiones
que no cambiarán sustancialmente hasta su fallecimiento.
Sus artículos son
también brillantes. Sus escritos inéditos esperemos que sean prontamente
publicados para conocer más reflexiones y análisis de su pluma. Dejó sus
conocimientos e impronta en las
universidades de La Laguna de Tenerife y en la Autónoma de Barcelona. También
se ha notado la profunda influencia de sus enseñanzas en la Facultad de
Filosofía de la UNED de Madrid de la que ha sido catedrático de Ética hasta su
jubilación.
Ante la duda y la
perplejidad, según Muguerza, la reflexión filosófica es más necesaria que
nunca. Sustituye el concepto de naturaleza humana por el de condición humana
que es objetivo y no posee matices metafísicos que puedan producir
interpretaciones sesgadas o no
suficientemente precisas, según sus planteamientos filosóficos.
No acepta el derecho
natural. Expone su pensamiento dialogando. Se expresa con un estilo elegante y
con gran claridad. Está convencido de que es necesario luchar contra el mal.
Escribe Muguerza que «lo que hay que hacer en nuestros días
no es renunciar a la razón, sino sólo a escribirla con mayúscula». En relación con la cuestión del nacionalismo político, ya
en el año 2006 dice claramente que ve posible
una especie de confederación de pueblos ibéricos que incluya a Portugal. No le parece mal. Al contrario la
ve como una vía a explorar, en cualquier caso. Sería una manera de calmar las
aspiraciones de los secesionismos.
El individualismo ético
de Javier Muguerza reelabora la segunda formulación del imperativo categórico
kantiano. Lo correcto es tratar a las personas no como medios sino como fines.
Con el inequívoco propósito de mantener la dignidad de las personas. Lo que no
significa según sus palabras que esto sea lo mismo que la afirmación de un
imposible solipsismo ético.
En Desde la
perplejidad no está de acuerdo con la concepción del consenso colectivo de
Habermas. Ya que considera que también es decisivo tener en cuenta la capacidad
de disenso de los individuos, porque las minorías y las discrepancias deben
tener un espacio mayor en la ética
discursiva o dialógica.
Muguerza defiende con
pasión la racionalidad de la ética. También el catedrático de Filosofía Vicente
Ramos Centeno apoyando o reafirmando este planteamiento escribe: «Y hoy la filosofía sigue teniendo tareas importantísimas de
defensa de la razón». Además, Muguerza también insiste en
que es inaceptable la irracionalidad de los fines en el campo de los
comportamientos o conductas. Por tanto, instrumentalizar los fines o caer en el
relativismo de los valores éticos es algo que tiene consecuencias negativas
desde una perspectiva individual y social.
Considera el filósofo
malagueño que no es tan grande la diferencia entre hechos y valores, aunque no
acepta la falacia naturalista. En efecto,
estoy convencido de que es
posible conjugar los valores éticos en una ética aplicada responsablemente en
la realidad cotidiana. En este sentido, Muguerza se opone a una interpretación
de la Filosofía como reflexiones teóricas de gabinete estando el filósofo en
una especie de torre de marfil de pura especulación abstracta.
La filosofía está
inmersa en el mundo. Se puede afirmar que es mundana. Está de lleno en los debates
ciudadanos de una manera intensa y a la vez llena de fuerza. Es la pasión vital
por cambiar a mejor la situación de los sujetos y también por cambiar la
sociedad en busca continuar del bienestar de todos y la comprensión universal y
particular de los problemas humanos en todas sus dimensiones. También en política.
Dice Muguerza que: «La filosofía es siempre, por lo tanto, una guía de perplejos.
Y con harta frecuencia le pedimos que nos “saque” de la perplejidad». En efecto, Maimónides, muchos siglos antes, puso de
manifiesto este tipo de planteamientos. También Ortega y Gasset habla de la
constante perplejidad de la vida humana.
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