martes, 30 de abril de 2019

GOBIERNO EN SOLITARIO




Parece ser que Pedro Sánchez está decidido a gobernar sin pactos o acuerdos de legislatura simplemente con el apoyo de los 123 escaños de su partido. Considera que con Podemos es suficiente llegar a acuerdos puntuales una vez que esté gobernando y también con otras formaciones políticas. No quiere, de momento, una coalición de gobierno con Unidas Podemos, porque, tal vez, considera que no es necesaria.
De todas maneras, poco antes de la próxima cita electoral de las autonómicas, locales y europeas  el 26 de mayo se sabrá la composición de la mesa del Congreso que dará pistas fiables sobre algunos aspectos de la conformación del nuevo ejecutivo o, en todo caso, se verá la actitud respecto a posibles pactos o coaliciones.
Como se sabe en una primera vuelta Pedro Sánchez necesita los 176 votos afirmativos para seguir siendo Presidente del Gobierno, pero en una segunda vuelta con lograr más votos afirmativos que negativos ya comenzaría una nueva legislatura en su cargo de Presidente del país. Quizás piensa que no va a tener problemas en ser investido de una de las dos formas.
En cualquier caso, descartada la coalición de gobierno del PSOE con Ciudadanos porque ninguno de los dos partidos la desea parece que la opción mejor, por varias razones, es la suma del partido socialista, Unidas Podemos y partidos no independentistas, si bien se alcanzaría la cifra de 175 votos afirmativos y haría falta uno más para la mayoría absoluta. Ciertamente, con la suma de PNV, Coalición Canaria, Partido Regionalista de Cantabria, Compromís y con los dos votos de Navarra Suma se llegaría a 177 votos con lo que Pedro Sánchez sería presidente. También habría la posibilidad de investidura con los apoyos de alguna de las formaciones independentistas.
Lo que es indudable es que Pedro Sánchez tiene todas las cartas en la mano para seguir gobernando buscando la justicia social y el progreso de este gran país que es España. Y sería bueno que se lograra una mayor estabilidad política por el bien de todos los ciudadanos.
En estas recientes elecciones generales el nivel de participación ha sido muy elevado, lo que es expresión de la situación económica actual. Los ciudadanos quieren una política que resuelva los muy graves problemas referidos al desempleo, la precarización del trabajo, las grandes desigualdades económicas, la Sanidad, las pensiones y un largo etcétera de dificultades que entorpecen que exista realmente un estado social de derecho igual para todos.
En este sentido, esperemos que en los próximos meses la actividad política del nuevo gobierno discurra con la fuerza necesaria para que  las decisiones políticas tengan el mayor nivel de acuerdo posible por varios partidos políticos al menos.
También en el Congreso y el Senado el respeto y la escucha atenta de las propuestas de las formaciones con menor representación parlamentaria debe ser la tónica habitual en las sesiones de ambas cámaras y en los trabajos de los diputados y senadores buscando sumar y no restar, desde un planteamiento claramente integrador en lo posible.
Por supuesto, las diferencias de criterio político y de planteamiento estarán presentes como es lógico en todo estado democrático, pero esto no debe impedir la búsqueda de acuerdos sobre cuestiones de interés general.
En las próximas semanas se irán viendo los movimientos de los partidos con mayor representación de cara a delimitar un bloque de gobierno o de oposición constructiva. Y las minorías pueden ser decisivas, como una especie de bisagra para poder gobernar y aprobar medidas y leyes.
La fragmentación de los votos o el aumento del número de partidos son dos caras de la misma moneda. Ya se sabe que acabó el bipartidismo y esto puede ser motivo de alegría también. Porque de esta forma los dirigentes de los partidos y las bases de los mismos tienen que hacer una política con más diálogo y negociación del que existía hace no tantos años.
Otra cuestión decisiva es el resultado de las elecciones europeas, locales y autonómicas del próximo 26 de mayo. Posiblemente no haya muchos cambios respecto a las generales y cambie poco la tendencia de voto ya conocida. Si bien en esto las predicciones son arriesgadas. Porque el ámbito de estas elecciones no es el mismo y, por tanto, los votantes lo pueden tener en cuenta o no. Aunque lo previsible es que no se produzcan grandes variaciones en la distribución de los votos.


GOBIERNO EN SOLITARIO

jueves, 25 de abril de 2019

PSICOLOGÍA Y LENGUAJE

PSICOLOGÍA Y LENGUAJE



Los lingüistas no se limitan a describir el lenguaje. Según Chomsky especifican y analizan las reglas gramaticales que hacen posible la producción de las oraciones de la lengua. La labor de los filólogos es admirable porque analizan, investigan, enseñan y promueven, entre otras cosas, el buen uso de la lengua.
Este filósofo norteamericano refuta los planteamientos conductistas sobre la mente humana, ya que está convencido de que es preciso fijarse en los procesos mentales que producen el lenguaje.
Chomsky es racionalista e innatista respecto a la capacidad lingüística de la especie humana, porque considera que es exclusiva de los seres humanos. Es una de las expresiones principales de la naturaleza humana. La gramática universal elaborada por Noam Chomsky  incluye los elementos innatos del lenguaje existentes en la inteligencia. Piensa que la lingüística es una rama de la psicología.
La capacidad teórica del intelecto posibilita la construcción o elaboración de oraciones bien formadas. La función sopesadora de la mente es fundamental para que los hablantes usen el lenguaje hablado y el escrito. La filosofía del lenguaje investiga sobre los usos del lenguaje y otras numerosas cuestiones. No debe olvidarse que la filosofía es una actividad crítica, argumentativa y reflexiva fundamentada en las palabras. Es una disciplina verbal. Aunque una parte de la filosofía sea la lógica matemática, formal o simbólica.
El análisis del comportamiento lingüístico no es suficiente para Chomsky a pesar de lo que dicen algunos psicólogos conductistas. A mi juicio, es incontestable desde un enfoque más amplio del lenguaje y del pensamiento.
No se debe obviar que pensamos al hablar, ya que escogemos los términos que queremos pronunciar y la memoria semántica también es pensamiento.  Al escribir y leer también se está utilizando la capacidad de memoria y, por tanto, están funcionando estructuras conceptuales y simbólicas. 
La facilidad innata para el lenguaje ya está operando en los niños, lo que no presupone que no tenga que ser potenciada con la lectura y la escritura y también con la observación atenta de la realidad inmediata.
Se comprende que  Noam Chomsky escriba que «No podemos esperar que sea útil un estudio del aprendizaje o de la percepción adhiriéndose a rigideces metodológicas  que limitan el aparato conceptual de una manera exagerada, hasta el extremo de rechazar el concepto de “qué se percibe” y el concepto de “qué se aprende”». La distinción está en que lo percibido posee significación y lo aprendido supone también retención en la memoria de lo aprehendido cognitivamente por la inteligencia de cada individuo.
El psicólogo estadounidense Skinner en cambio se opone al innatismo y al racionalismo, ya que es conductista, porque considera que el aprendizaje del lenguaje supone una estructura empirista y observacional y se produce por un conjunto de respuestas a ciertos estímulos.
De todas formas, también es posible que se pueda adoptar un planteamiento ecléctico en relación con la adquisición y desarrollo del lenguaje, puesto que lo innato y lo adquirido o lo apriórico y lo observacional se integran en los procesos cognitivos de los sujetos.
Los planteamientos sociales transformadores del científico y psicólogo Skinner son también profundos, aunque no son aplicables a las situaciones reales de la sociedad, porque limitan las libertades individuales. En su novela Walden dos de 1945 propone una reforma social basada en el cambio de las conductas de los individuos y en su control con el fin de lograr el bienestar de todos los ciudadanos que conforman la sociedad.
Aunque desde un plano especulativo es pensable la planificación científica de un nuevo sistema social, en realidad, es algo muy difícilmente realizable. Y no cabe duda de que un control estricto de los comportamientos de las personas que viven en sociedad sería algo claramente excesivo, sin duda.
Es necesario, a mi juicio, proteger  la libertad de cada individuo. La ausencia de coacción no supone que los sujetos sean libres, ya que se requiere un mayor nivel de independencia. Y es que la libertad humana no puede ser condicionada por una sociedad pensada científicamente. Otra cuestión muy diferente es que las leyes regulen las conductas humanas amparando y protegiendo las libertades individuales. Esto ya sucede y es lo apropiado.
También es verdad que se pueden realizar reformas sociales con el propósito de lograr sociedades más felices e individuos que puedan realizarse de modo pleno a lo largo de su trayectoria vital. En la era digital es posible una sociedad mejor.






martes, 23 de abril de 2019

DEBATE EN TELEVISIÓN ESPAÑOLA



Ofrezco en este artículo algunas reflexiones sobre el debate político a cuatro celebrado en el Estudio 1 de la televisión pública.  Deseo dejar muy claro que parto del respeto a la libertad de voto de cada ciudadano y de su derecho a votar a la formación política que quiera en las elecciones generales del domingo 28 de abril.
La cuota de pantalla ha sido de un 43,8%. Es la más reducida de la historia democrática reciente. Es como si se percibiera un cierto desencanto en una considerable parte de los ciudadanos por la política. La cifra de espectadores ha superado los 8.886.000 televidentes. Y si se considera que la cuota televisiva comprende más de 20 millones de personas se nota un cierto desinterés en una considerable parte de la población española.
Según la mayor parte de los analistas políticos ha ganado el debate Albert Rivera. En mi opinión, ha sido Pablo Iglesias. Y el claro perdedor Casado quizás, en parte, por no exponer  mejores argumentos y ser más moderado que en su campaña electoral con su actitud en el plató televisivo. La expresión “el detector de la verdad” de Pedro Sánchez puede ser útil para acortar las explicaciones en un debate dinámico y centrarse en las propuestas de partido.
Lo que parece claro es que aparecen claramente dibujados en el escenario político dos bloques, aunque con matices.
No es acertado que Sánchez no haya querido responder a Pablo Iglesias respecto a si va a pactar con Ciudadanos para formar gobierno. Y los votantes considero que deberían saberlo. O, al menos, ver las posibilidades reales de que ocurra. Eludir contestar no parece la actitud mejor, si se desea transparencia y claridad. Aunque se puede deducir que el que calla otorga. A pesar de que Rivera dice que no pactará con  Sánchez, por causa de la política del Presidente del Gobierno con los partidos independentistas o secesionistas.
Analizando el minuto de oro de Rivera y todas sus intervenciones estoy de acuerdo en lo relativo a la tarjeta sanitaria universal de tal modo  que sirva para la eliminación de burocracia innecesaria en su uso. La defensa de la unidad de España también está bien. En lo que discrepo es en pensar que una nación de naciones o un Estado federal no  sea  posible y en que tampoco lo sea la supresión de privilegios o desequilibrios. En cuanto a rebajar impuestos como propone el líder de Ciudadanos para dar más impulso  a la economía española lo estimo contraproducente.
Considero que es mejor subirlos para que funcione de verdad nuestro país y poder mantener y mejorar el estado social de derecho que establece la Constitución española. Los derechos sociales no son negociables y los ciudadanos no pueden esperar más.
Casado también propone bajar impuestos como una manera de relanzar las inversiones y para la creación de empresas y puestos de trabajo. Pero, a mi juicio, es una estrategia equivocada, por muchas razones.  En cambio, Pablo Iglesias apuesta decididamente por la subida impositiva para poder conseguir más fondos y destinarlos a la creación de trabajos dignos y a mantener el sistema sanitario y de las pensiones, entre otras cosas. Está claro que el gasto social debe ser lo prioritario del Gobierno que salga de las urnas el próximo domingo 28 de abril. Respecto al diálogo que propone Iglesias para evitar enfrentamientos con el independentismo es evidente que no va a funcionar, porque los secesionistas no lo quieren. Simplemente quieren imponer su república catalana como sea. En estas condiciones todos los procesos de diálogo están abocados al fracaso absoluto.
No debe haber unos dos millones de personas aproximadamente que viven en condiciones económicas muy precarias. La reducción de las desigualdades económicas excesivas se logra en parte, al menos, con una política social redistributiva. De esta forma el Estado es social de verdad y protege los derechos sociales tal como están reconocidos en los artículos de nuestra Carta Magna.
En relación con la intervención de Pedro Sánchez ha sido claro en sus afirmaciones. Asegura que seguirá la línea del progreso, de los avances sociales y de garantizar una sanidad de primer nivel para todos y que los sistemas de protección social seguirán fortaleciendo y aumentando el bienestar de todos los ciudadanos, algo que también dicen los otros tres candidatos a la presidencia. Ya veremos el resultado de la coalición de partidos que gobierne próximamente.



DEBATE EN TELEVISIÓN ESPAÑOLA

jueves, 18 de abril de 2019

COMPRENDER E INTERPRETAR




El libro Acontecer y comprender de Teresa Oñate y otros autores es una obra fundamental para entender de modo amplio lo que es la Hermenéutica crítica.
Si bien este volumen se ha editado en el año 2012 no ha quedado desfasado, ya que recoge en sus capítulos hitos esenciales del desarrollo histórico de esta corriente filosófica y también como está la situación desde el fallecimiento de Gadamer.
En el prólogo puede ser leída una entrevista que la catedrática de Filosofía por la UNED le realiza a Ángel Gabilondo que no necesita presentación ya que es filósofo, catedrático profesor de metafísica, político y politólogo y exministro de educación. En el Prólogo dice Gabilondo que «Yo creo, igual que muchos otros que hay que entender que el pensamiento es profunda y esencialmente praxis; y que desde luego con haber leído media línea de Hegel uno acaba entendiendo hasta qué punto la realidad  ya es pensamiento, por lo que no se trata sólo de pensar “la realidad”, sino de cómo el pensamiento se piensa a sí mismo al pensar la realidad. Igual que en un Aristóteles liberado de la Escolástica». En efecto, la tarea hermenéutica se puede caracterizar como la aplicación de la comprensión y la interpretación de la realidad o del mundo en el que estamos inmersos teniendo en cuenta los cambios y transformaciones incesantes que se suceden de modo continuo.
Y que la capacidad crítica es la puesta en acción de ese intento constante de dar sentido a lo que acontece y también de buscar nuevas maneras de comprender los fenómenos y el entorno material, ideológico y social en el que vivimos.
Examinar las ideas y conceptos que manejamos  en las conversaciones, diálogos, escritos, discursos, etcétera. Esto es la hermenéutica crítica que se interesa por todo al ser una corriente filosófica. Y se puede vislumbrar un nuevo enfoque si se piensa, por ejemplo, en el marxismo hermenéutico de Vattimo.
O también como indica Uriel Fogué en las bases hermenéuticas para una conversación arquitectónica entre humanos y no humanos, lo que pone de relieve las consecuencias hermenéuticas o interpretativas de la robótica y de la inteligencia artificial en las formas de entender el mundo. Indudablemente, es posible pensar en los límites y el alcance de la Ontología Estética como hace Cristina García Santos.
Incluso las interconexiones entre el debate intercultural y la Hermenéutica son analizables desde diversas perspectivas reflexivas  algo  que es considerado por Maurizio Pagano.
Como escribe el Catedrático de Filosofía de la UNED Jacinto Rivera de Rosales hablando de pensar la historia y de Gadamer y la Hermenéutica: «Vivimos en unas tradiciones transmitidas lingüísticamente en textos y monumentos y únicamente podemos hablar de una racionalidad situada en un contexto cultural e histórico. El ideal teórico de objetividad sólo podría fundarse en un intelecto infinito del que no tenemos noticia». Y esto mismo da pleno sentido a una concepción hermenéutica de la realidad  ya que es definible y delimitable una correlación hermenéutica entre fenómeno real y sentido. Las fuerzas vitales son una especie de juego de fuerzas que son interpretables  buscando las causas de lo que sucede y de lo que existe. No se puede renunciar a comprender la realidad o el mundo y esta es una labor de la hermenéutica crítica  que ejercen los filósofos que la practican en sus reflexiones y análisis.
El grupo de investigación Internacional ONLENHER  (Ontología, Lenguaje, Hermenéutica) de la UNED codirigido por Teresa Oñate y  Jacinto Rivera de Rosales está realizando una gran labor filosófica investigando y difundiendo sus enseñanzas y publicaciones sobre cuestiones hermenéuticas y colaborando con Vattimo y otros filósofos.
La hermenéutica también está presente en el ámbito hispanoamericano. Es cierto que están en confrontación con otras corrientes filosóficas como son la Analítica o la Filosofía de la Mente o de la Ciencia, pero esto no significa que no vaya logrando a través de la discusión de ideas abrirse camino. Como escribe Teresa Oñate: «Nadie puede imaginar la amplitud y profundidad de la resistencia al mundo de la explotación y producción burguesa occidental, si no entra en contacto con un continente tan culto, tan rico, tan inmenso, tan lleno de contrastes, como lo es el de la América- Latina, a pesar de la explotación y la beligerancia sistemática de los Estados Unidos anglosajones». Ciertamente, el ejercicio de la interpretación tritura las falsas ideas y también la justificación de las desigualdades   y  de la pobreza en el  turbocapitalismo.




COMPRENDER E INTERPRETAR

martes, 16 de abril de 2019

PROGRAMA ELECTORAL FICTICIO




Propuesta inventada de un programa electoral ilusionante y solidario basado en los derechos sociales. Claro está como yo los interpreto. Porque su aplicación a la sociedad puede realizarse de múltiples maneras. La cuestión decisiva es escoger las estrategias que realmente logren la justicia social y que promuevan de verdad un estado social del bienestar afirmando a la vez los derechos de todos.
Empezando por las propuestas en relación con el ámbito laboral considero que el mantenimiento de un salario mínimo de más de 900 euros es imprescindible.
El pluriempleo tendría que ser regulado por ley y me parece que tendría que ser algo excepcional y no algo habitual. Precisamente para dar más puestos de trabajo a los jóvenes y, en general, para reducir el nivel de paro hasta unas cifras que rondaran el 5% que es lo que se denomina paro estructural. Con este nivel de desempleo es casi como si no hubiera paro, si se analiza técnicamente la cuestión. Y que haya una prestación de desempleo indefinida hasta que la persona encuentre trabajo como en Bélgica.
Un trabajo de calidad para todos los que lo necesiten se puede lograr con mayores estímulos y ayudas o ventajas fiscales a las pymes y los emprendedores o autónomos que son uno de los motores de la creación de empleo en España. Los millones de empresas pequeñas y medianas son fundamentales a la hora de crear empleos dignos. La tarea de Gobierno debería centrarse en crear medidas de apoyo económico que sean efectivas para la constitución de nuevas empresas.
En relación con la Sanidad y el sistema de pensiones es evidente que ante el aumento de la longevidad es preciso el replanteamiento de las políticas ya existentes al respecto. Lo más apropiado es que se suban un dos o tres por ciento los impuestos a las rentas más altas para poder compensar el  gasto que supone atender las necesidades de asistencia médica de toda la población que vive en España. Y, si se piensa en las pensiones,  los países nórdicos y otros en Europa están aplicando desde hace años este tipo de medidas. Por tanto, es realmente posible.
Las listas de espera en el ámbito de la salud pública, que ya están controladas o reguladas por ley, deben ajustarse a las disposiciones legales vigentes, a mi juicio, y si esto no sucede el Gobierno que salga de las urnas debería dedicar más medios materiales y humanos para que no se incumpla la normativa legal, como es lógico.
En el campo de la Educación se puede seguir en una línea que refuerza la cultura del esfuerzo como forma de que se alcance la excelencia educativa y formativa en la medida de lo posible. Para ello es necesaria la implicación de toda la comunidad educativa que tiene que remar en la misma dirección. En un ambiente de positivo optimismo y confianza. El profesorado es una parte esencial en el proceso de formación de los alumnos, porque la formación presencial aunque puede ser complementada con la online es insustituible.
Si se piensa en las infraestructuras, el transporte y las vías de comunicación la modernización de las mismas es un reto a lograr con más inversiones. Un capítulo fundamental es la mejora de las comunicaciones en las comunidades autónomas con peores redes viarias. Por ejemplo, Asturias y Extremadura. En estas dos regiones se precisan más enlaces de vuelos con otros países o ciudades de España y del mundo y que el AVE llegue lo más pronto posible para dinamizar su economía.
Apostar por la investigación científica también es absolutamente necesario si queremos que avance la tecnología y se logren resultados que potencien la economía española y la conviertan en mucho más competitiva de lo que es actualmente. Es preciso dedicar más fondos económicos  a la investigación médica y científica en general.
Considero que lo prioritario es que se dedique más dinero del recaudado con los impuestos a la consolidación de un Estado Social como el que afirma la Constitución española de 1978. Y si para conseguirlo una parte de los ciudadanos españoles tienen que pagar un poco más en su declaración de la renta me parece justo. Porque sigue habiendo grandes desigualdades económicas en España y no es algo racional. Porque con una mejor redistribución de la riqueza se puede reducir la desigualdad económica de forma notable. Hace falta voluntad para tomar medidas valientes.


sábado, 13 de abril de 2019

NACIONALISMO POLÍTICO Y CULTURAL


PONENCIA O COMUNICACIÓN  DE JOSÉ MANUEL LÓPEZ GARCÍA
XXIV ENCUENTROS DE FILOSOFÍA

TÍTULO DE   LA COMUNICACIÓN: NACIONALISMO POLÍTICO Y CULTURAL


El epígrafe que tiene mayor afinidad con mi comunicación o ponencia es: Conceptos, teorías e ideas de nacionalismo y nación.
                                                      
                                                          RESUMEN
Parto de un análisis de la idea o concepto de nación en el materialismo filosófico de Gustavo Bueno. Desarrollo de una crítica de las ideas sobre la nacionalidad de Mancini, y también de Vico, Morgenthau, Léon Blum y Calhoun. A continuación expongo mis conclusiones sobre el nacionalismo.


NACIÓN EN EL MATERIALISMO FILOSÓFICO DE GUSTAVO BUENO

Realmente existen numerosas teorías, ideas y conceptos acerca de lo que es y representa tanto el nacionalismo político como el cultural. Si partimos de los planteamientos del materialismo filosófico de Gustavo Bueno, está claro que en la significación política del término nación se conforma o se mantiene como parte del Antiguo Régimen en Europa o, lo que es lo mismo, durante los siglos XVIII y XIX.
Los   Estados que se configuraron después de la Revolución francesa de 1789 se establecieron sobre   unas bases más o menos sólidas que dependían de las Constituciones y de un ordenamiento legal consistente. Buena diferencia  entre estados canónicos y continentales. Estos últimos son, por ejemplo, Estados Unidos, Rusia, la Unión Europea como proyecto económico y político, etc.
Desde el enfoque filosófico del materialismo de Bueno es evidente que las naciones regionales son las subdivisiones de las naciones canónicas y son posteriores a las mismas. No cabe duda de que es cierto.
Se entiende, por tanto, que las aspiraciones no son válidas ni justificadas. Al respecto, se comprende que escriba Bueno: « pese a las pretensiones   de la elite que pretende su emancipación y que se orienta a la consecución de una forma de estado   separado » .
Se puede pensar en la consideración del espíritu cultural de una nación o de un pueblo es simple ideología o ideación metafísica, porque se trata de una manera precisa de realizar un análisis sobre el origen de cada cultura. No se puede reducir a los límites de los estados nacionales clásicos o canónicos.
Existen culturas genuinas que no son nacionales en el sentido limitado que esta clasificación presupone sino que abarcan zonas territoriales extensas del planeta que engloba varios estados en muchos casos.
Como escribe Bueno: « En la Edad Media   y aún en la moderna,“ nación ”, más que las funciones de un concepto político desempeñado las funciones   de un concepto antropológico (nación equivalente a“ gente ”, incluso a“ etnia ”o colectividad arraigada , generalmente en un territorio, y aquellos miembros mantenían lazos de parentesco más o menos lejanos) » . En efecto, y esto es lo más relevante. De este modo, se destruye el vínculo entre el poder político y la idea de la nación, y se entiende también desde un planteamiento antropológico y étnico.
De esta manera parece que el concepto de pueblo muestra de mejor forma y de forma más precisa la idea de nación política o sociedad política con una entidad propia.
Pero, una de las cuestiones de capital, según el materialismo de Bueno, es el resultado de la integración o la confluencia de varias etnias, gentes o tribus, desde un planteamiento rigurosamente etnográfico. De este modo, es lógico pensar que los regionalismos nacionalistas están en la base de la formación de cualquier Estado nacional contemporáneo.
Además, esto puede ser cualquier pretensión de romper un estado constituido por un simple fraccionamiento de las gentes que componen el equilibrio dinámico o la eutaxia   que supera o estabiliza los conflictos entre los ciudadanos de las diferentes culturas nacionales que forman el Estado.
Es cierto que en el largo de la historia se han sucedido los Imperios, como, por ejemplo, el romano que se han estructurado, las costumbres y la lengua común en un cierto número de pueblos y ciudades conquistadas y se han mantenido con la fuerza de las   armas Siempre han existido luchas y conflictos entre las etnias   y unas cuantas veces más, más fuerte o poderosa.
Y se puede pensar que es injusto, pero la historia está dirigida, fundamentalmente, por relaciones materiales de poder. Bueno considera que « la nación, como sujeto político puro, es una abstracción » .
Me parece acertada la afirmación, porque el surgimiento de una nación política es sobre todo el resultado de un cierto número de circunstancias sociales, económicas, en definitiva, materiales, que, en parte, son azarosas y no suponen un determinismo insuperable, puesto que no son  la consecuencia de un destino previsto o prefijado.
El materialismo considera que es metafísica idealista pensar que existen culturas nacionales que al integrarse dan lugar a Estados. Se discute o se niega una delimitación absoluta, rigurosa o científica de lo que es, realmente, una cultura nacional regional. Es difícil definir qué es una cultura nacional, según Bueno, porque no se pueden determinar criterios rigurosos respecto al ámbito o campo de lo que son los elementos culturales de una nación, o, al menos, así lo interpreto desde mi perspectiva explicativa.
La identificación de la cultura nacional con el espíritu de un pueblo es artificioso y falso, porque es un mito o algo inventado según el materialismo filosófico. En efecto, no se puede absolutizar este planteamiento nacionalista respecto a las esencias culturales de cada pueblo en la Historia. Que Kant hable de la dimensión moral e internacional de la cultura de un pueblo supone la negación de la superposición entre cultura y espíritu popular y en cambio es afirmada por Fichte y Hegel.
Como sostiene Gustavo Bueno: «Sin duda, se actúa siempre desde un Estado o desde una Nación; pero es sólo un mito decir que el camino hacia la universalidad pasa necesariamente por ir “hacia las esencias nacionales íntimas”». La afirmación por parte del materialismo filosófico de la cultura cosmopolita determina seguir construyendo el presente y el futuro, desde una perspectiva, a mi juicio, intercultural. De este modo, se lograr una mayor y mejor comunicación entre la diversidad de culturas del mundo, pero sin renunciar a la cultura propia.
Los contenidos universales o universalizables son una forma de crear cultura y de que las culturas se interrelacionen entre sí. Por eso se comprende que afirme Gustavo Bueno que «De estos cultivos han resultado esas «unidades corológicas» que llamamos hoy «culturas nacionales».
Es evidente que la alfabetización obligatoria ha contribuido, de modo decisivo junto con la lengua común y los medios de comunicación para que se haya hecho efectiva la formación de comunidades nacionales estatales.
Según el materialismo es discutible que la identidad sustantiva de las naciones canónicas sea algo confirmable  sin lugar a dudas, ya que existen elementos identitarios que son objeto de debate respecto a si lo son de forma genuina. Se pone en cuestión la idea de un espíritu nacional propio. Como escribe Bueno al referirse al mismo: «La realidad  es que sus contenidos  más valiosos proceden  de un patrimonio común  secuestrado por los Estados, o de la imitación disimulada de otras culturas nacionales».  
Según estos planteamientos de Bueno está claro que la validez o justificación de las culturas nacionales o de invernadero depende de la coyuntura política y del plano estrictamente fenoménico y no está sujeto a supuestas esencias espirituales o ideales como pretendía el idealismo alemán de Fichte y Hegel.
En el Mito de la Cultura  Gustavo Bueno pone de manifiesto que, tanto para Fichte como para Hegel, la cultura europea es envolvente y es heredada por las sucesivas generaciones. Y la cultura histórica se implanta en los individuos a través de las sociedades políticas o los Estados. Fichte propone, por vez primera, el mito del Estado de Cultura.
Fichte en su Discurso a la nación alemana dijo: «Sois vosotros  (alemanes)  quienes poseéis, más nítidamente que el resto de los pueblos modernos, el germen de la perfectibilidad humana y a quienes corresponde  encabezar el desarrollo de la humanidad (…); y si vosotros decaéis, la humanidad  entera decaerá con vosotros, sin esperanza de restauración futura».  En este sentido, la filosofía de la historia de Hegel y también la cultura alemana es la que ostenta la excelencia como pueblo o nación portadora de las mejores esencias universales en ese momento de la historia.
En su libro el Fundamentalismo democrático Bueno insiste de modo acertado en que «La patria  se irá haciendo en la historia; propiamente la patria  es más una idea histórica  que una idea geográfica, como le ocurre también a la nación política».
Por tanto, la tierra de los padres es el territorio basal  que es heredado y también el de la Patria. El rechazo de los partidos separatistas por parte de Bueno es claro ya que escribe: «Los partidos secesionistas, en España (y no únicamente en España), insisten tanto o más  en su vocación democrática  cuanto más se  esfuerzan  por quitar importancia a la unidad basal (territorial) de España». 
El Estado desde los planteamientos materialistas de Bueno es artificial y no natural. En efecto, es algo construido por las elites que ostentan el poder económico. Hobbes también pensaba algo similar y así lo expuso porque la formación del Estado es algo producido o creado por los hombres y, por tanto, la organización estatal no es natural.



CRÍTICA  DE LAS IDEAS  SOBRE LA NACIONALIDAD DE MANCINI
Para este pensador político que nació en 1817 y murió en 1888 está claro que la idea de nación surge de la comunidad de vida y conciencia social de los seres humanos en un territorio único que afirma las mismas costumbres, lengua y tradiciones.
Considero que no son necesariamente elementos naturales los que conforman a una nación, ya que existe la influencia de otras sociedades humanas y la mezcla de las mismas a lo largo de la historia. Se entiende que Mancini diga en su libro Sobre la nacionalidad de 1851-52  que los auténticos protagonistas del Derecho Internacional «no son los Estados, sino las naciones, y de este modo sustituimos un sujeto artificial y arbitrario por otro natural y necesario».
Es la expresión de una tesis voluntarista en su planteamiento acerca del concepto de nación. No está justificada la necesidad de la nación, porque son clasificables diferentes tipos de nacionalidad, según el territorio, la población y otras cuestiones. Además del voluntarismo es pensable que el naturalismo de Mancini no es el que preconizaban los pensadores germanos Herder y Schlegel que conducía a planteamientos ideológicos racistas basados en características étnicas y naturales permanentes o, lo que es lo mismo,  afirmaba que la nación sería un hecho natural. Considero que es artificial, al menos, en parte.
Según Federico Chabod  existen  dos formas de entender la nación: la naturalista y la voluntarista y Mancini se decanta por esta última. Ciertamente, esta concepción voluntarista tiene como también señala Pérez Luño comentando a Mancini  «a sus principales exponentes en la doctrina de los italianos Mazzini y especialmente Mancini, vincula la existencia de la nación a factores subjetivos o vitales  como el sentimiento o la conciencia de la nacionalidad; dando lugar a una versión liberal de la nacionalidad».
Mancini está de acuerdo con el denominado utopismo humanitario o con los filósofos iusnaturalistas  en la afirmación de los valores éticos de la paz y la hermandad humana desde un planteamiento racionalista. También Fichte insistió en el gran valor de la libertad y la determinación de los individuos en  la conformación o configuración de una nación.
Considera Mancini que las naciones son: «producto no arbitrario y mudable  del artificio humano, sino obras naturales  y divinas, únicas individuales verdaderamente capaces de convertirse en sociedades políticas o Estados». Lo nacional para Mancini es natural y el Estado es artificial. Se percibe una cierta actitud ecléctica que incorpora aspectos del voluntarismo y del  naturalismo para dar más fuerza al sentimiento de nacionalidad de cada pueblo, algo muy presente en la mayor parte del pensamiento decimonónico del siglo XIX.
Como afirma Pérez Luño «La teoría de la nacionalidad elaborada por Mancini  supone admitir  el derecho, una especie de derecho natural, de cada nación a constituirse en Estado, para hacerse independiente, si se halla englobada  en un Estado que abarque  otra u  otras nacionalidades, o asumiendo en un Estado único las fracciones de la misma nacionalidad sujetas a diversos Estados». Lo que no deja de plantear infinidad de problemas teóricos y prácticos en relación con la cuestión del secesionismo y de lo que es realmente la delimitación de  los Estados o naciones canónicas y cómo se reconocen.

VICO  Y LA IDEA DE NACIÓN
Es evidente que en el pensamiento de Vico todavía no está determinada la relación entre nación y Estado. Porque el filósofo italiano parte de otro uso del término nación más antiguo. Como escribe Secundino Fernández García  en su tesis doctoral sobre Vico: «Por lo que hace al uso del término nación, este aparece ligado en la obra de Vico, no al significado moderno (donde nación hace referencia inmediata a Estado) sino al significado tradicional del término, en su uso clásico y medieval, atendiendo a la realidad  de las nationes, en tanto que grupo humano de origen común  y de similares tradiciones culturales». Ciertamente, desde la perspectiva viquiana la noción de nación puede entenderse también vinculada a los conceptos de pueblo, cultura y civilización. En este sentido, está claro que en pleno siglo XVIII Vico orienta sus planteamientos hacia interpretaciones de la realidad política que se acercan, en determinados aspectos, a lo que realizan las incipientes ciencias humanas de su época y también de la actual.
A juicio de Vico se pueden diferenciar   tres  edades por las que ha pasado la humanidad . La primera es la edad de los dioses y la segunda la edad de los héroes. Por último la denominada tercera  edad es la  de los hombres  en la que se reconoce y se plasma la dignidad y la racionalidad humana, con la utilización de una lengua como algo esencial  también, y en la estructuración  de las naciones  como   repúblicas democráticas. Que exista una Historia Ideal Eterna, según Vico, no parece creíble, porque sería aceptar un idealismo espiritualista con connotaciones divinas que no es sostenible y tampoco lo es, a mi juicio, que las historias particulares de las naciones sigan este esquema ideal.
La filosofía de la historia de Vico tiene en cuenta también las avatares y circunstancias históricas y la realidad natural en la que viven los hombres ya que como escribe Susana Inés Herrero Jaime comentado al pensador italiano:«cada una de estas naciones, sus leyes y costumbres se desarrollan y modifican en respuesta a factores naturales, a los diferentes  problemas planteados y a las metas creadas en la interacción con los hombres».
La actividad creativa de los hombres es particularmente intensa  a lo largo de la historia y por esta razón Vico se fija especialmente en el pasado como fuente de conocimiento social, político y moral. No comparte, por ejemplo, la noción cartesiana de claridad y distinción como criterio universal de verdad, excepto en las matemáticas y la geometría.  Tampoco considera demostrable o verificable en el pasado el contractualismo, porque no es algo de lo que se haya constatado su realidad empírica a lo largo del tiempo. 
Vico está plenamente convencido de que los seres humanos construyan la historia en función de las circunstancias de la propia existencia y tratando de resolver los problemas que se van sucediendo. De este planteamiento se deduce que el concepto de nación política y cultural es relativo y está condicionado o determinado por concepciones gnoseológicas y ontológicas y también por el tipo de filosofía política que se afirme. Aunque también se pueden aplicar criterios generales basados en la razón y en el territorio y en la formación política de los Estados nacionales.

NACIONALISMO  DE MORGENTHAU, LÉON BLUM Y CALHOUN
En sus Escritos sobre política internacional el pensador norteamericano  Hans J Morgenthau  considera que el interés nacional es lo que debe dirigir la política exterior o internacional de Estados Unidos. 
Como también afirma Esther Barbé respecto al interés nacional es evidente que en Morgenthau «el origen  analítico y práctico del interés nacional se halla en la fundamentación teórica del Estado moderno a través de  la doctrina de la razón de Estado, por una parte, y en los comienzos  de la diplomacia moderna, por otra». 
Morgenthau que murió en 1980 en sus obras plantea que debe existir un equilibrio del terror y las dos claves serían la preservación del interés nacional y la prudencia política.
Pero la correcta interpretación del interés de cada nación política es algo muy discutible, porque está en relación con muchos criterios diferentes sobre cuestiones fundamentales y con la convivencia política con otras naciones y con diversas corrientes de pensamiento político y económico. Morgenthau da mucha relevancia  al liberalismo de Wilson en política exterior  que sigue el espíritu de la Paz de Versalles.
En la Reforma gubernamental Léon Blum  examina el sistema político de la Tercera República. Observa de un modo claro que existe una mala conexión entre las leyes constitucionales de 1875 y el funcionamiento del Parlamento y del Gobierno de la nación francesa. Y esta situación política deficiente duró varias décadas.
Se entiende que Blum escribiera estas palabras: «Es necesario presentarse pues presentarse al debate  con las cuestiones preparadas  y no, como hoy se suele ver, con su discurso preparado; es necesario estar en disposición de escuchar; es necesario estar en disposición de responder a los argumentos, a los hechos que acaban de producirse; es necesario, en una palabra, que el conjunto del debate se ordene como un todo lógico donde cada frase aumente la claridad y contribuya a la convicción». Sabias palabras aplicables a la actividad política actual en muchos casos.
Calhoun en su Disquisición sobre el Gobierno trata diversos aspectos directamente relacionados con lo que se entiende por nación política. La Constitución es el medio para evitar la opresión y la violencia y es la base para la búsqueda de la justicia y la libertad. Porque el mantenimiento del orden es la expresión de la dignidad de cada individuo en la sociedad.  Calhoun no estaba de acuerdo con la mayoría numérica como garantía de un nacionalismo estatal coherente y también era consciente del poder  de la prensa. Consideraba que los intereses económicos eran los que daban forma, en el fondo, a las decisiones políticas configurando además la convivencia cívica en diferentes sentidos.
Es natural que previera la terrible Guerra de Secesión norteamericana, ya que conocía de primera mano los graves problemas entre el Norte y el Sur. Fundamentó los intereses sureños de modo ideológico.
Como indica Pablo Lucas Verdú comentando a Calhoun: «diversos autores  le han llamado el Marx de los conservadores, de los patronos y, concretándose a su Estado natal, de los plantadores». Lo que está claro para Calhoun es que una buena Constitución nacional es lo que hace posible que no exista opresión y que se respeten los derechos de los ciudadanos. Es la manifestación o expresión de un cierto garantismo legal que es necesario en cualquier estado nacional y que protege también la idiosincrasia de las etnias nacionales que forman parte, por ejemplo, de los Estados Unidos.


CONCLUSIONES
El componente étnico cultural y el cívico político de cualquier nacionalismo no presupone que ambos tengan que ser coincidentes, si se está pensando en el surgimiento de nuevos Estados nacionales. Considero que es preciso diferenciar y clasificar coherentemente las clases de nacionalismo cultural y también los subtipos del nacionalismo político.
Las muy diversas etnias existentes en el mundo pueden disponer o no de una especie de cultura nacional, pero esto no siempre sucede. Depende de muchos factores históricos, sociales y económicos.
En este sentido, está claro que existen más identidades nacionales que étnicas. Sobre todo, si pensamos que en los diferentes países es indudable que perviven distintas culturas nacionales con más o menos fuerza en lo relativo a sus tradiciones, costumbres, lengua y otras características idiosincráticas.
La mezcla cultural y étnica cada vez es mayor con el multiculturalismo y la diversidad cultural propia de nuestros días. Lo que no significa que no se puedan estudiar los entresijos de cierto número de culturas nacionales de un mismo Estado  y que esta labor no aporte una serie de resultados que ponen en entredicho una categorización cerrada y rígida de lo que se entiende por el prototipo de lo que es realmente el nacionalismo cultural y el político.
La cuestión del nacionalismo es, en el fondo, cultural e histórica y está intrínsecamente relacionada con el poder estatal. El mismo surgimiento de los Estados a partir del siglo XV causó, por ejemplo, si se considera el caso de España, un cierto desorden en relación con las identidades. Se hablaba de las Españas. Es verdad que la unificación de los reinos por los Reyes Católicos produjo una nueva realidad nacional que se fue perfilando mejor durante los siglos XVI Y XVII.
En Europa como se sabe, la unificación de Italia y Alemania, por ejemplo, se logró tras siglos  de guerras y conflictos diplomáticos. Esto es preciso tenerlo en cuenta para la comprensión de los problemas interpretativos y de las numerosas teorías acerca del nacionalismo, tanto cultural como político, que se han elaborado por parte de distintos filósofos o pensadores políticos a lo largo de la historia.
Se puede afirmar que existe una jerarquía de los nacionalismos políticos y no así de los culturales y lo justifico y argumento. La nacionalidad que genera una cultura común es perfectamente legítima, si se circunscribe al ámbito regional, ya que el local sería insuficiente para la determinación de unas formas culturales que se encuadren dentro de un espíritu cultural nacional. 
Esto puede parecer obvio, pero no lo es tanto, si se piensa en regiones de poca extensión territorial y de escasa población. En estos casos, habría que definir claramente a partir de que extensión y número de habitantes se puede considerar que ya es delimitable una cultura regional que pueda ser calificada de nacional. Y también es algo claro que no existen criterios rígidos o muy estables para la determinación de lo que es una nacionalidad cultural.
En cambio, a mi juicio, el concepto de nación política o nacionalismo político es más objetivable, si tomamos como unidad de medida o de valoración criterios más objetivos y de índole histórica fundamentalmente.
No se puede deformar o falsear la historia para que encajen las piezas culturales en el puzzle de una nación artificial que no está legitimada por la historia.
En el desarrollo de las sociedades humanas es evidente que unas culturas y sistemas políticos unidos indisolublemente a las mismas han triunfado sobre otras muchas. Y esto no debe ser olvidado. Si no fuera así no existirían las naciones políticas actuales, especialmente, las más poderosas o las más antiguas.
Actualmente, se suele confundir el nacionalismo cultural con el político y son dos planos que no siempre coinciden, por numerosas razones de peso. Despreciar o negar estas razones es caer en el irracionalismo y en interpretaciones sesgadas y falsas de la realidad.
Una cuestión son los sentimientos nacionales que son absolutamente legítimos y otra muy diferente es imponer lo afectivo a la razón. No cabe duda de que es posible que existan en un Estado bastantes nacionalidades culturales que coexisten pacíficamente y con una identidad plenamente reconocida y otra muy distinta es que se pretenda la eliminación absoluta de planteamientos racionales que están en la base de la formación o surgimiento de Estados políticos que son un conjunto de nacionalidades insertas en una identidad nacional mayor y omnicomprensiva.
Esto sucede en España que es una nación que agrupa dentro de sí varias nacionalidades que tienen reconocidas sus idiosincrasias nacionales. Nadie las discute. El nivel de autonomía de estas comunidades nacionales dentro del Estado es muy elevado, sin duda.
Los problemas del nacionalismo político surgen porque no se analizan los fundamentos o las bases  que justifican la creación de una nación política nueva.
Algo que incluso sería factible con una modificación sustancial del texto constitucional, si se pretende conformar un Estado federal, por ejemplo. Si bien en España sería muy difícil, por las condiciones que establece nuestra Carta Magna, ya que es muy garantista en estos aspectos, precisamente en relación con las mayorías necesarias para lograrlo.
En todo caso, lo evidente es que, si cada región nacional con una cultura propia formara un Estado o nación política independiente o soberana se constituirían solo en Europa decenas de naciones políticas nuevas o quizás más. Y esto sería arbitrario e ilógico. Sería el resultado de la lucha por el poder de las elites económicas y políticas de cada micronación o Estado. En una economía globalizada se camina hacia la unión de Estados y naciones y no a una fragmentación perjudicial con un gran número de naciones diminutas, que no podrían hacer frente a los extraordinarios desafíos de la era digital y del cambio de civilización al que estamos asistiendo en todos los sentidos.
Pero, independientemente, de las razones económicas y geoestratégicas, si se piensa en las condiciones del mundo actual, desde una interpretación racional es indudable que la condición previa para la aparición de nuevas naciones políticas es la desaparición de las ya existentes, por el paso del tiempo o simplemente porque hayan desaparecido la lengua común o la identidad compartida en la mayor parte de los ciudadanos. Y esto en España no ha sucedido hasta ahora, por tanto, las consecuencias no hace falta explicitarlas.
El sentimiento nacionalista es perfectamente compatible con su integración en una entidad nacional política mayor que respete las características nacionales regionales e incluso las impulse en buena medida. Y la prueba de lo que digo es que existen personas o ciudadanos con sentimientos nacionalistas fuertes o profundos y que están perfectamente de acuerdo con ser ciudadanos de una nación política o Estado mayor que los incluye.
Las naciones políticas no pueden ser reinos de taifas como en un periodo de la Edad Media. No debemos volver al pasado para repetir los mismos errores políticos y culturales.
El multiculturalismo y la diversidad cultural son lo opuesto, a mi juicio, a estas divisiones o separaciones artificiosas de las realidades nacionales por cuestiones emocionales o sentimentales. 
Por supuesto que cada cultura nacional de cada región de un país con su lengua y sus tradiciones culturales enriquece dando más valor  a cada Estado nacional.
En Estados Unidos supieron resolver muy bien las diferencias entre los Estados del Norte y los del Sur. A pesar de la cruel guerra de Secesión alcanzaron una identidad nacional que unifica los intereses de los Estados federales.
Ciertamente, parece que a partir de finales del siglo XX y en el XXI se han exacerbado los sentimientos nacionalistas radicales que pretenden la conformación de realidades nacionales estatales saltándose las leyes. Desde la perspectiva de la teoría y filosofía política esto no tiene justificación. Es como si en la Posmodernidad imperase el pensamiento débil de Vattimo  en su peor sentido y  la modernidad liquida de Bauman  mal interpretada y sin condiciones.
En relación con el nacionalismo cultural se pueden poner unos baremos o criterios que, si se cumplen, dan legitimidad y validez al hecho nacional cultural compartido por una comunidad de personas extensa.
Al final, el mantenimiento de cada cultura nacional dependerá del crecimiento o disminución de la población que la integra o compone. A lo largo de la historia no cabe duda que han existido identidades nacionales basadas en unos rasgos culturales que han prosperado  en el tiempo y otras en las que ha sucedido lo contrario. Es el resultado de las contingencias históricas y sociales que son muy diversas. Existen periodos de desarrollo y auge y también de decadencia y desaparición.
Y si nos centramos en los  imperios este fenómeno se nota con el paso de los siglos. Por ejemplo, la cultura romana antigua surgió de la Ciudad Eterna y se expandió por Italia y por el continente europeo, el norte de África y el cercano oriente. Se puede decir que sus pautas culturales nacionales se extendieron con la romanización por buena parte del mundo occidental conocido en aquella época.
En consecuencia, se pueden extraer varias conclusiones de lo anteriormente explicado. La evolución histórico política posee unas constantes que se repiten de forma aproximada, si se analiza la formación y consolidación de naciones políticas e imperios.
Considero que la pervivencia de culturas nacionales aunque sean relativamente pequeñas es positivo, pero siempre que no sean excluyentes y no se conviertan en una especie de comunidades sectarias que rechazan a otras identidades nacionales mucho mayores, si se piensa en las personas  que las conforman.
Lo mismo es aplicable en sentido inverso. Las muy diversas comunidades nacionales deben respetar y convivir armoniosamente unas con otras, sin intolerancia y discriminaciones y sin luchas por la preponderancia. En cambio, en la realidad cotidiana, en algunos casos, la tendencia no es, precisamente, la más adecuada en relación con el logro de una convivencia armoniosa.
Existe rivalidad entre unas identidades culturales o nacionales y otras, como si hubiera una lucha en toda regla por el logro de la supremacía. También es cierto que esta situación puede resolverse partiendo de la buena voluntad y de la libertad y responsabilidad de las personas o ciudadanos.
Desde la perspectiva del Nacionalismo político surgen numerosos interrogantes para algunos. Desde mi planteamiento la cuestión del nacionalismo es volver al pasado o, lo que es lo mismo, a situaciones sociales ya superadas.
En un mundo cada vez más interconectado caer en particularismos y en interpretaciones reduccionistas de la identidad cultural no parece lo más racional, especialmente, desde análisis políticos consistentes y coherentes.
No se pueden destruir de repente identidades políticas enormes como la española simplemente por los deseos de una minoría de ciudadanos de una comunidad como Cataluña. Sobre todo cuando el autogobierno ya está garantizado en muchos aspectos.
El nacionalismo político podría ser superado con el federalismo, pero esto no convence a los movimientos independentistas de Escocia o Cataluña, por ejemplo. Pero eso no supone que no sea una política posible con una reforma de la Constitución.
En realidad, España ya funciona como una especie de monarquía constitucional parecida a un estado federal, si se considera que las Comunidades Autónomas disponen de muchas competencias que ejercen en su actividad política y administrativa.
Es evidente que los Länders  alemanes, que son dieciséis Estados federados, poseen menos poder que el sistema de las Autonomías en España. La unidad de la nación española hace posible sin menoscabo de la misma una gran autonomía de las comunidades históricas y culturales que constituyen el Estado español.
Quizás, el ejemplo de Alemania o el de Estados Unidos sean modelos que pueden servir para la creación de un nuevo Estado Federal o Confederal, si así lo quiere la mayoría de la ciudadanía española, aunque es una opción que también puede ser superada por la marcha de los tiempos y por las nuevas expectativas y cambios sociales impulsados por el extraordinario avance de la tecnología.
Con la creciente digitalización de todas las esferas de la vida parece que el nacionalismo político está siendo superado en cierto modo o, al menos,  perdiendo fuerza. Las realidades supranacionales se están imponiendo. Un ejemplo claro es la Unión Europea que impone sus criterios económicos generales  a sus Estados miembros con mayor o menor éxito. Podemos preguntarnos porqué existen actitudes intransigentes en el nacionalismo político o en los movimientos independentistas que afirman ideas de secesión o de autodeterminación dejando a un lado o negando las leyes y el ordenamiento jurídico en vigor en los Estados más grandes.Es como si los sentimientos y las emociones fueran más fuertes que las ideas, las razones, los tribunales y el Estado de Derecho. 
Los nacionalismos políticos, a mi juicio, promueven la disgregación y la separación de las personas en comunidades supuestamente autosuficientes que, en realidad, no lo son.  A lo que se debe ir es a la constitución de  un cosmopolitismo universal parecido al que deseaba  Kant. Lo mejor sería como una especie de alianza de naciones políticas de una cierta entidad poblacional y económica.
Es posible que en el futuro más o menos lejano desaparezcan las realidades políticas estatales  y el mundo sea una organización estatal única.  Algún experto en política ya lo ha  pensado y afirmado como posibilidad real y no creo que sea algo descabellado, ni mucho menos. 
Lo digo porque de este modo se ve el sinsentido de las aspiraciones de independencia de regiones pequeñas que un mundo global interconexionado por Internet, de una forma impresionante, no puede permitirse que surjan microestados nacionales que no pueden pervivir por sí solos de una manera eficiente.
Las tendencias son muy claras desde un planteamiento sociológico real. Además, la superación de fronteras, el deseo de solidaridad y justicia atraviesan el sentido identitario nacionalista y se concretan y expresan en ser ciudadanos del mundo.
El sentido tribal y de clan de la existencia humana no debe ser impulsado por el nacionalismo político como lo mejor para los seres humanos. Debemos ser racionales y aunque se valore el folklore de cada región y cultura y se apoyen sus manifestaciones y expresiones culturales y también las tradiciones, esto no supone que se deban absolutizar y obligar a los demás a adoptarlas de formas, a veces, indirectas o disimuladas. No se puede caer en el sectarismo  y en los movimientos nacionalistas esto está a la orden del día, desde mi análisis.
El falseamiento de la realidad histórica no puede ser permitido. Y esto se hace para justificar las aspiraciones de independencia. No es serio y existe una comunidad de historiadores que ponen las cosas en su sitio.
Los problemas sociales causados por el nacionalismo político fanático son realmente muy considerables. De hecho, han conducido a conflictos armados que han durado décadas en la historia española reciente y no necesito ser más explícito para que todo el que me escuche o me lea sepa a lo que me estoy refiriendo. La violencia, en sus múltiples sentidos, no puede ser la forma en que se reafirmen ideas de  independencia o de soberanía política mal entendida.
Las rebeliones o secesiones de territorios con sentimientos políticos nacionalistas no son algo aceptable desde un análisis ético ni  desde un planteamiento político racional. 
La formación de los grandes Estados europeos a partir del siglo XV se produjo por alianzas territoriales y por acuerdos políticos que agruparon pueblos que estaban separados en reinos separados respecto al poder o la autoridad existente en los mismos.
Por tanto, frente a tendencias disgregadoras de la unidad nacional o estatal de cada país parece que lo más racional o prudente es precisamente poner el énfasis en lo que une para el fortalecimiento de los países.
El desprecio al entramado legal de los Estados soberanos es una justificación engañosa y falsa que pretende dar legitimidad al soberanismo independentista. Lo absurdo de estos planteamientos no precisa de muchas argumentaciones.
Siguiendo este tipo de falacias o falsos planteamientos cada pueblo o nacionalidad cultural podría continuar subdividiéndose sin fin en entidades estatales independientes cada vez más pequeñas. Todo dependería de la voluntad de grupos más o menos numerosos de ciudadanos que podrían querer construir repúblicas minúsculas que reflejen o reconozcan, de mejor manera, su cultura y sus intereses ideológicos específicos y también  la singularidad de sus tradiciones.
El relativismo y el subjetivismo más profundo están presentes, a mi juicio, en numerosas actitudes y planteamientos de los movimientos políticos soberanistas o independentistas y de las personas que los apoyan.
Resulta que casi todo es relativo, salvo la declaración de independencia saltándose las leyes o el derecho vigente y no solo el estatal sino también el internacional, poco resta por decir.
Es, en realidad, el subjetivismo más absoluto el que manda en las relaciones sociales y políticas. Parece que todo depende de preferencias y deseos y que el atenerse al principio de realidad queda en un tercer plano.
Y lo que es más grave la voluntad de la mayoría, si no coincide con las tesis del nacionalismo político exaltado, se omite u olvida o se declara que es inoperante e equivocada o simplemente es objeto de manipulación interesada para disfrazar la verdad de los datos y de la situación política real. 
Parece que el nacionalismo político fuera un poder absoluto al que debiera plegarse la identidad nacional más amplia de la gran mayoría de la ciudadanía, como si ambos nacionalismos fueran excluyentes y no complementarios.
No entender esto o no querer aceptarlo o asumirlo es una de las raíces de los problemas que está generando el nacionalismo que se ha convertido en un círculo vicioso, porque está atrapado en contradicciones insuperables, con un modelo de pensamiento que no responde a la realidad material y política existente.
Desde una perspectiva política o desde la filosofía política se puede poner negro sobre blanco que existe un solo camino para acabar con situaciones de paralización y lucha absurda.
c
Puede haber ciudadanos que con todo su derecho se sienten más identificados con la cultura nacional española y el castellano  que con la lengua catalana y la señera, pero que respetan los rasgos de esta  catalanidad que puede parecer más auténtica para sus seguidores. 
Y también existen catalanes que aprecian por igual o se sienten identificados de la misma forma con la cultura del catalán y con la del español. Existen grados en esta cuestión de sentirse catalán y español, pero desde el respeto y la libertad esto no debería suponer problema.
En cambio, lo que se sabe que está ocurriendo en Cataluña desde un análisis sociológico y también antropológico y psicológico es que se está produciendo un fenómeno negativo, según los sociólogos, de división social en los ambientes familiares y grupales por la cuestión del nacionalismo político o el secesionismo.
En este tipo de cuestiones parece que las razones se dejan en un plano secundario y lo que predomina son las consignas y las actitudes viscerales y fanáticas o, lo que es lo mismo, sin atender a la verdad y a las argumentaciones correctas. Es como si la fuerza fuera lo que da o quita la razón a las personas o a las ideas y esto no es cierto en absoluto.
La fuerza de la razón y de la argumentación es infinitamente más potente que la razón de la fuerza, pero una parte de la ciudadanía catalana parece que no lo entiende de esta manera y lo digo con todo el respeto, pero con firmeza.

















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