El libro El mundo
feliz de Luisgé Martín plantea en sus páginas un enfoque virtual de la realidad
humana. Por supuesto, la obra aporta análisis muy profundos y sugerentes sobre
la revolución de las formas de vida y las costumbres.
Expresa el autor con
un bello estilo una apología de la vida falsa, como señala el subtítulo del
libro y la argumenta de un modo racional aunque discutible. En todo caso, lo
que pone de manifiesto a lo largo de las 161 páginas de su ensayo es la
fragilidad de la existencia y la
aparente falta de sentido de la
misma, desde su perspectiva metafísica o filosófica.
Llega a decir: «Como si el sentido de la vida existiera
realmente». Desde su consideración de que la vida real es un acto ridículo se
sobreentiende lo que se deduce. No puede ser otra cosa que la irracionalidad y
el absurdo. Me parece un planteamiento demasiado radical.
Es cierto que el azar interviene de un
modo decisivo en muchos aspectos y en numerosas situaciones de la realidad
humana, pero eso no quiere decir que no se pueda encontrar sentido y un cierto nivel de racionalidad en los
esfuerzos y en las realizaciones de las
personas.
Las grandes preguntas sobre el dolor
humano no han sido resueltas. Y es verdad que se puede pensar con Camus que una
dicha o felicidad eterna no compensa un instante de dolor o de gran sufrimiento
humano.
El pesimismo de Martín respecto a la
vida humana, a mi juicio, es evidente y se entiende. La brevedad de la vida con
sus goces y alegrías aparentemente no es suficiente para neutralizar las
adversidades. Considero que es una interpretación de la realidad demasiado
psicologista y reduccionista. No se debe focalizar la atención en lo negativo
de forma excesiva.
Se debe analizar la realidad humana
desde una perspectiva más amplia.Y si se hace así, se proyecta todo en un
conjunto de situaciones claramente
positivas y satisfactorias.
Aunque también reconoce el autor que
la intensidad es preferible a la mediocridad. En efecto, al llegar a la vida lo
mejor es vivirla con todo lo que implica, pero aceptando que existe goce y
sufrimiento y suelen estar combinados en los diferentes momentos de lo humano
en el mundo material.
Es cierto que lo intenso es mejor
recordado. No importa tanto si fue una intensidad absolutamente gozosa o fue
sufrimiento sentido con profundidad. El poso que queda en los recuerdos puede
ser maravilloso. Es la magia o lo contradictorio de los sentimientos que pueden
ser tristes y recordarse como alegres y viceversa con el paso del tiempo y
dependiendo de la interpretación que le demos a cada vivencia o recuerdo. Algo
que también depende, en parte, del estado de ánimo de cada persona en un
momento determinado.
Se puede pensar que los caminos
vitales no conducen a ninguna parte como viene a decir Luisgé Martín.Una
transformación vital profunda parece que no es posible con los inventos y la
cultura. Aunque desde mi análisis estoy
convencido de que los cambios sustanciales de las personas suceden o se
producen, fundamentalmente, por el transcurso de los días. Nuestra mente o
cerebro va cambiando por la información y el conocimiento que nos inunda y
bombardea cada jornada y esto es algo indudable.
Martín cita el libro de Cioran titulado Del inconveniente de haber nacido y
está de acuerdo con sus tesis fundamentales al plantear que es una crueldad
traer a seres humanos a la vida, ya que llegan a un mundo cruel en el que están
condenados a una muerte que llegará inexorablemente y en soledad. Considero que
es una interpretación demasiado radical y excesiva de lo que son los seres
humanos y de los siglos de progreso y avance social hasta llegar al siglo XXI.
Parece factible que en unas décadas
desaparezcan los Estados o las naciones y se llegue a una humanidad sin
fronteras, con unas condiciones de vida muy diferentes a las existentes
actualmente por la tecnologización creciente del mundo.
El autor se muestra partidario del
transhumanismo o de la unión del hombre con la máquina para ser realmente felices. Las investigaciones y
predicciones de Raymond Kurzweil son apasionantes y nos dicen que a mediados de
siglo se podrá disponer de una copia de nuestra mente en un ordenador o en la
nube virtual. De hecho, ya existe una red Eter9
que está activa ya y sirve para que lo que suba cada individuo funcione
a su muerte como un avatar que seguirá produciendo contenidos siguiendo la
pauta y los modos expresivos que ejercía cada sujeto en su vida física. Las
máquinas y la robotización, según Luisgé Martín, nos salvarán de una vida desgraciada
y nos proporcionarán tiempo de ocio sin trabajo en el futuro o sea la
felicidad o Matrix.
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