jueves, 31 de enero de 2019

CAMPANELLA







Fue un filósofo con un temperamento combativo que construyó una utopía.  Tomás Campanella nació en Italia en 1568  y murió en un convento de París en 1639. Aunque entró en la orden dominica en 1582 no disfrutó de paz y tranquilidad. Su actividad como escritor en una época dominada por el dogmatismo religioso más cerrado y la Inquisición le valió persecuciones y condenaciones, por parte de la orden a la que pertenecía. No existía verdadera libertad de expresión y todo lo que se publicaba o decía estaba sometido al control de la Iglesia. Escribió  a lo largo de su vida numerosas obras y una de ellas fue, precisamente, una defensa de Galileo.
Su libro más conocido, citado y famoso es la Ciudad del Sol en el que plantea la creación de una comunidad universal. Es un tratado político y teológico y que sigue la senda abierta por la Utopía de Tomás Moro. Lo escribió en el año 1602 en prisión y fue publicado en 1623 en Frankfurt. En esta obra utópica que es la Ciudad del Sol aparece ya la formulación de un concepto de religión natural.
Campanella elabora la estructura de un Estado ideal y perfecto gobernado por un príncipe sacerdote y en el mismo todo está minuciosamente dispuesto y organizado por hombres de ciencia. Existe comunidad de bienes y de mujeres, al igual que en el modelo de Estado platónico, y se busca también la estabilidad y la justicia. Se puede afirmar que es un Estado teocrático y que se apoya en principios comunitarios e igualitarios. Incluso pensaba en ser el legislador y cabeza del mismo, algo que parece excesivo desde la perspectiva actual. De todos modos, sus tratados revelan una poderosa inteligencia.
Campanella proporcionó fundamentación teórica a una especie de reforma religiosa con la finalidad de reunir a todos los seres humanos  en una sola comunidad. Es entendible que lo pretendiera, si se piensa en la enorme división política y religiosa existente en el primer tercio del siglo XVII y también en la última parte del siglo XVI. La unidad política y religiosa fue uno de sus grandes sueños y aspiraciones.
A lo largo de su existencia Campanella pasó por muchas penalidades e infortunios. Por ejemplo, pasó unos 27 años encarcelado. Para no ser condenado a muerte fingió que estaba loco a pesar de las torturas a las que fue sometido de forma bárbara. Con esta estrategia logró que se le cambiara la máxima pena por la  cadena perpetua en 1602.
Campanella poseía un espíritu indomable que solo venció la muerte. Es curioso que dispusiera de fuerza y energía para desde su celda estando encarcelado lanzar llamamientos  a todos los reyes y príncipes de la tierra. Buscaba la renovación del mundo  por medio de una religión y de un Estado universal.
En 1626 fue puesto en libertad por el poder español. Se refugió en Francia en 1634 y, por fin, alcanzó paz y sosiego con la protección del rey Luis XII que le concedió una pensión. De este modo, pudo dedicarse a la publicación de sus obras hasta su  fallecimiento en 1639.
Sus escritos son una muestra también de su interés por todas las ciencias de su época. Con su erudición y con sus reflexiones críticas construye o elabora tratados que influyen, considerablemente, en su propio periodo y también en siglos posteriores.
Vivió, pensó, escribió y habló en la etapa histórica de la Revolución científica. Las ideas que revolucionaron la ciencia  y el conocimiento eran la manifestación de la libertad de investigación y de pensamiento que son las bases de toda actividad científica  y de todo saber o conocimiento.
Es verdad que en el caso de Campanella perviven elementos mágicos y espiritualistas, pero sus atrevidas especulaciones y sus planteamientos intelectuales fueron considerados heréticos y peligrosos y no había razones para esta persecución de sus ideas. El pesado manto de la Inquisición y la oscuridad y  dogmatismo fanático de parte del estamento eclesiástico de la época  hicieron el resto.
La intolerancia de este periodo de la historia europea castigó dura e inmerecidamente a Campanella. De todas formas, es evidente  que pensadores y científicos como él iniciaron un camino sin vuelta atrás hacia nuevos modos de pensamiento. Afortunadamente, con el paso de los siglos se fue suprimiendo la censura de lo que se publicaba, lo que contribuyó a una mayor difusión de los saberes y de la información.


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