Este gran filósofo que murió a los 92
años en 1994 ha dejado un legado filosófico enorme. Su obra La lógica de la
investigación científica marcó un hito en la epistemología o teoría del conocimiento
o de la ciencia y también en la filosofía de la ciencia. Karl Popper siempre se
consideró agnóstico. Aunque nació en Viena
vivió gran parte de su vida en el Reino Unido, ya que llegó a ser
profesor de filosofía en la London School of Economics and Political Science
desde el año 1946.
Se opuso a cualquier tipo de
nacionalismo y también a la creación del Estado de Israel. En la década de los
años veinte del siglo XX Popper era
socialista y poseía ideas de izquierda que utilizaba en sus planteamientos
políticos, con una precisa pedagogía.
Su interés por otras ramas del
conocimiento además de la filosofía queda puesta de manifiesto, si se piensa en
su formación intelectual. Presentó en 1928 una tesis doctoral dirigida por el
psicólogo y lingüista Karl Bühler. También es reseñable que adquirió en 1929 la
capacitación para dar lecciones universitarias de matemáticas y física. Lo que
realmente da una idea de los vastos conocimientos de Popper y su interés
universal por el saber, algo ciertamente muy adecuado para cualquier filósofo.
Pienso, por ejemplo en Gustavo Bueno que también dominaba otras disciplinas
científicas y poseía unos conocimientos inmensos. Aunque en los años treinta
del siglo pasado estuvo en contacto con el Círculo de Viena tambié criticó
algunos de sus postulados y no se debe considerar a Popper como positivista.
En el año 1969 se retiró de la vida académica, pero siguió escribiendo y
publicando hasta su muerte. Fue nombrado caballero por la reina Isabel II del
Reino Unido en 1969. Recibió numerosas distinciones y reconocimientos y premios
por su producción filosófica y por su
enseñanza.
En relación con la epistemología
popperiana cabe decir que se propone la búsqueda del criterio de demarcación
que determine los límites entre a ciencia y la metafísica. De este modo, se
puede distinguir las proposiciones científicas de las que no lo son. Y esto lo
plantea en su libro La lógica de la investigación científica de la década
de los años treinta del siglo XX. Desde
el planteamiento de Popper es evidente que una proposición es científica si
puede ser refutable.
Se puede afirmar que supera la polémica
entre empirismo y racionalismo. Sostiene que las teorías precisan de la
experiencia y de las refutaciones para poder diferenciar qué teorías son aptas.
Según Popper el conocimiento no avanza
confirmando leyes, sino descartando leyes que claramente contradicen la
experiencia. Las observaciones experimentales son lo fundamental en la labor de los científicos y en su actividad crítica respecto a los
conocimientos. Estableció el falsacionismo, pero también es cierto que es
objeto de críticas fundamentadas. Por ejemplo, la tesis de Quine-Duhem u
holismo confirmacional o epistemológico argumenta que no es posible probar que
un enunciado ha sido falsado. Y la comunidad de los científicos tiene que
ponerse de acuerdo o alcanzar un consenso sobre qué teorías aceptar y cuáles
rechazar.
Popper desarrolló lo que se puede
denominar como racionalismo crítico. Por la trascendencia de la racionalidad y
lo esencial del ejercicio crítico de la
razón y la argumentación en el campo del saber y del conocimiento. En su libro
Conjeturas y refutaciones escribe: «Además, si ponemos a prueba nuestra
conjetura y logramos refutarla, vemos muy claramente que había una realidad,
algo con lo cual podía entrar en conflicto. Nuestras refutaciones, por ende,
nos indican los puntos en los que hemos tocado la realidad, por decir así».
Popper considera que el psicoanálisis y
el marxismo no son explicaciones científicas, algo con lo que estoy plenamente
de acuerdo. Fue un teórico defensor del liberalismo político y de la sociedad abierta frente al comunismo
y cualquier tipo de totalitarismo.
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