viernes, 10 de noviembre de 2017

REVOLUCIÓN TRANSHUMANISTA



La clonación reproductiva, la hibridación hombre  máquina y la ingeniería genética cambian la condición humana.
El problema es saber si la tecnociencia mejorará la existencia de las personas o no. En el libro de Luc Ferry titulado La revolución transhumanista se plantea que la tecnomedicina y la uberización del mundo van a transformar nuestras vidas.
Frente a la idea de curar para devolver la salud a los individuos parece que se está abriendo camino el ideal de aumentar o perfeccionar las capacidades o potencias vitales de los seres humanos.
Con las nanotecnologías, la inteligencia artificial y otras disciplinas similares como la robótica, etcétera., se está creando un nuevo modelo de vida que es diferente de lo conocido hasta ahora.
Como escribe Luc Ferry «En muchos ámbitos la línea que separa curar de mejorar es imprecisa: los medicamentos destinados a luchar contra las diferentes formas de senectud que nos alcanzan un día u otro  podrían pertenecer  a una u otra de estas categorías». Si en un futuro se consiguiera vivir varios siglos supongo que no sería algo deseable para muchas personas.
Los límites legales a las nuevas tecnologías deben seguir controlando los nuevos avances, ya que la dignidad humana está por encima de los intereses económicos o políticos.
La rapidez de desarrollo de nuevos inventos tecnológicos es ciertamente increíble y por eso mismo los Estados deben velar por un uso racional y que no sea perjudicial  de los mismos.
La denominada economía colaborativa está ganando adeptos. La clave de la expansión de este modo de intercambio está en el valor de uso en vez de la propiedad. Y me parece que está bien, porque es cierto que aumenta el nivel de libertad de los sujetos, si pueden acceder a servicios de intercambio de bienes a través de la prestación de actividades que pueden ser canjeables o intercambiables, en función de  necesidades concretas y específicas, que son definibles o determinables,  en cada momento, por cada individuo.
Nick Bostrom un científico y filósofo sueco describe lo que es el transhumanismo: «Llegará un día en que tengamos la posibilidad de aumentar nuestra capacidad intelectual, física, emocional y espiritual, mucho más allá de lo que aparece posible en nuestros días. Entonces saldremos de la infancia de la humanidad para entrar en una era posthumana». Está claro que el transhumanismo propicia el bienestar general de las personas y la mejora de su calidad de vida. Es una especie de apuesta positiva a favor de la ciencia y la tecnología para que apoyadas con el pensamiento crítico y creativo sirvan para superar los límites humanos actuales.
Es reseñable que un filósofo como Habermas  argumenta hostilmente contra el transhumanismo. Puede parecer que el uso de medios artificiales para prolongar la vida humana es contrario a la naturaleza y es indeseable por sí mismo. Aunque creo que la cuestión crucial es buscar el equilibrio y no permitir avances que degraden la condición humana o la rebajen.
Un filósofo como Condorcet ya en el siglo XVIII se mostraba convencido de que es deseable un perfeccionamiento del potencial natural, social y político del ser humano. Y este humanismo clásico también lo asume el transhumanismo contemporáneo.
También es cierto que algunas predicciones sobre el futuro tecnológico parecen preocupantes desde un punto de vista puramente humanista. Por ejemplo, Kurzweil  habla del sujeto posthumano que estaría conectado a Internet por medio de implantes cerebrales. Me parece excesivo y desproporcionado, ya que es invasivo.
Lo que es más creíble y admisible es que en unas décadas se puedan construir máquinas dotadas de una inteligencia artificial fuerte que sean prácticamente inmortales. Precisamente, por su misma naturaleza mecánica y artificial fácilmente  reparable tecnológicamente.
Considero que, ante el veloz progreso de la ciencia y la tecnología médica, las leyes deben ser el marco regulador para que no haya extralimitaciones en la utilización de los resultados alcanzados por la ingeniería genética y tampoco en la biotecnología, la inteligencia artificial y la tecnociencia aplicadas a los seres humanos.


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