El libro El balcón de Sócrates es una obra interesante
que desarrolla numerosos aspectos del universalismo moral del maestro de Platón
desde una perspectiva tanto filosófica como educativa. El autor José María
Barrio es un filósofo de la educación profundo
y que también sabe criticar los desajustes o las deficiencias existentes en los procesos formativos
en nuestro país.
Barrio apuesta
decididamente por una apertura al mundo que reduzca el excesivo nivel de
egoísmo existente. No cabe duda de que la conversación, el diálogo y la actitud
reflexiva son palancas que impulsan el autoconocimiento y la formación.
Entendiendo y queriendo nos abrimos más a la vida y al mundo.
Dice Barrio Maestre
que «es imposible educar desde la actitud del relativismo escéptico,
tan extendida en el actual contexto
cultural europeo».
Es cierto que el lenguaje sirve de conexión con la realidad. Para
Sócrates es evidente que la búsqueda de la verdad es la tarea esencial de la
Filosofía por medio de un logos discursivo.
Desde la perspectiva
socrática se puede plantear que existe la posibilidad de llegar a un
convencimiento verdadero que sea aceptado por varias personas. Desde la
filosofía la capacidad de razonar es la que nos une a la verdad. Y esto lo
practicó Sócrates con sus
conversaciones.
Es evidente que las
preguntas y respuestas en los diálogos socráticos buscan la distinción entre el bien y el mal y
entre la verdad y la falsedad. La rectitud moral y la justicia están presentes
en el procedimiento de indagación de este filósofo que se cuestiona todo.
En este sentido, la
educación también es una actividad indagatoria que busca extraer lo mejor de
los alumnos en relación con el desarrollo y ejercicio de sus capacidades y
habilidades. La enseñanza es una actividad y no es una simple acumulación de
ideas hecha de modo pasivo.
La función
humanizadora de la filosofía se plasma muy claramente en la filosofía socrática
y también en la kantiana. Todos los seres humanos pueden aspirar a ser mejores
de lo que ya son o a perfeccionarse y esta tarea solo finaliza con la muerte.
Siempre se puede ser más de lo que ya se es.
La superación de sí
mismo está presente en la pedagogía moderna y también forma parte de la actitud
dialogante, reflexiva y ética de Sócrates. Y todo esto partiendo de la
confianza en uno mismo y en los demás.
Ya Aristóteles hablaba
de la educación de los sentimientos y es verdad que es fundamental para
cualquier proceso educativo. Es cierto que con el lenguaje el ser humano dota a
la realidad de sentido o de significación desde un planteamiento ontológico o
metafísico.
Como escribe Barrio
Maestre «La educación se resuelve en aprender a distinguir». Si en la era digital actual mucha gente desprecia la
capacidad de diferenciar se empobrece la función argumentativa. Pensar no es
algo secundario sino que es esencial, pero de una manera profunda y amplia y
esto es lo realmente decisivo.
En la sociedad de la
prisa o de la aceleración se está perdiendo la actitud reflexiva y se sustituye
por la rapidez y la impulsividad o por una especie de nihilismo. La banalidad y
lo superficial está llenando la denominada cultura de masas. A esto se oponía
Sócrates.
En realidad, estamos
viviendo en una sociedad occidental en la que una parte considerable de los
mensajes y de las reacciones son simples y superficiales. Parece que se
pretende vivir la vida como viene sin
mayores preguntas y cuestionamientos. Casi todo se vuelve indiferente excepto lo que es divertido. La
utilidad inmediata es lo que más se busca de modo general.
Parece que la verdad,
la razón, la justicia, la bondad, la sinceridad, y otros valores éticos están relegados a un segundo término. Es la
sociedad líquida de Bauman en la que las referencias estables parece que
pierden todo su sentido.
Indudablemente, en la
educación se pretende que los alumnos se
inicien en la percepción racional del mundo y que adquieran un pensamiento
crítico y coherente. Y esto se desarrolla o potencia con el desarrollo de destrezas cognitivas y también con la consolidación de una forma
de pensar que no se centre de modo exclusivo en lo inmediato. Pensar a largo
plazo también es importante para la maduración mental de los adolescentes.
Vivimos en un contexto
deseducativo ya que la televisión es pura distracción de la realidad. Por
tanto, se entiende perfectamente que la labor de los profesores sea muy meritoria.
Las mentes de una parte de la gente están invadidas por la cultura de la
imagen y de lo superficial e indiferente.
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