España al igual que
otros muchos países del mundo se puede permitir afrontar un exceso de deuda por
la caída de la actividad causada por el coronavirus. El bienestar de la
población y el ejercicio cotidiano de
los valores éticos es prioritario sin ninguna duda.
Los problemas
económicos de nuestro país pasan a un segundo término si el Gobierno sabe poner
en marcha medidas de apoyo económico para las personas que pierden el trabajo
por causa de la pandemia y se quedan sin ingresos.
La deuda pública
española puede situarse en el 126% del PIB en 2021. Se calcula que la
diferencia entre ingresos y gastos de las cuentas públicas del Estado español
puede ser de más de 200.000 millones de euros y el pago de esta deuda se
prolongará durante al menos 20 años. Esto deja un margen de maniobra muy amplio
al Gobierno en las decisiones económicas que puede tomar y llevar a cabo.
Lo que es de justicia
es que se pongan en marcha todos los ERTES que sean necesarios y también
programas de incentivación de la actividad económica en distintos sectores
productivos.
La enorme aportación
económica de la Unión Europea también es otro activo a tener en cuenta y que
debe ser distribuido, de modo coherente y proporcional, entre las capas
sociales que están más afectadas por la crisis del covid.
La política social se
puede reforzar aún más, si se piensa que el ingreso mínimo vital es fundamental
para asegurar una vida digna a todas las personas que carezcan de medios
económicos suficientes. Y aunque el país tenga que endeudarse más es preciso
hacerlo por razones humanitarias y porque se deduce de lo que dicen la
Constitución y también los Derechos
Humanos y las leyes o el ordenamiento jurídico.
Si esto no se hace
realmente las consecuencias pueden ser terribles en todos los sentidos. Por una
cuestión de supervivencia y seguridad nacional habría que tomar medidas de
ayuda económica a toda la gente que la necesite de verdad, ya que de no
hacerse la alternativa es el caos, el
descontrol y la más absoluta anarquía social, si el hambre se deja sentir en
las ciudades y pueblos de España.
Si la pandemia en sus
fases más duras se extiende durante un par de años todavía queda tiempo para
afrontarla con más garantías, con el uso de vacunas eficaces y con un tiempo de inmunidad que sea lo más largo posible: meses o un año o
dos.
Valores éticos como la
bondad, la solidaridad, la fraternidad, el altruismo, la generosidad, la
compasión, la justicia, la perseverancia, etcétera., no se pueden dejar de
lado.
Estamos ante un reto
para la humanidad que no es absolutamente novedoso, ya que a lo largo de la
historia ha habido otras horribles pandemias como, por ejemplo, la peste negra
a mediados del siglo XIV en la que murió algo más de la mitad de la población
de Europa. Hubo más epidemias de peste que causaron también mucha mortandad en
la época antigua.
Actualmente, los
países disponen de numerosos medios para atender las necesidades sanitarias de
la población y el ejército está siendo muy importante para cuestiones
logísticas y de asistencia y apoyo con hospitales de campaña y con otras tareas
de refuerzo en las actividades necesarias que demande el Gobierno en su lucha
titánica por contener el crecimiento de la pandemia.
Realmente, se necesita
un esfuerzo incansable y titánico para lograr que no siga subiendo
exponencialmente el número de contagios. Se está demostrando, ya que los datos
no engañan, que con apelaciones a la responsabilidad individual no se consigue
prácticamente nada. Por tanto, ya que hay una parte de la población que no hace
caso de las normas de protección y pasa olímpicamente de todo, lo que queda es
poner en vigor medidas mucho más duras y vigilar su cumplimiento.
Por supuesto, el toque
de queda y el confinamiento, especialmente este último, dan mejores resultados
para reducir el incremento de contagios. Pero me parece que tampoco son la
panacea o el remedio absoluto. En primer lugar, porque es tremendamente difícil
de controlar el confinamiento de toda la población por parte de las fuerzas de seguridad de una manera
absoluta o total. Y esto es así, por razones obvias.
Los cuerpos
policiales, a pesar de su extraordinaria labor, no pueden estar en todos los
lados a la vez. De todos modos, el confinamiento que comenzó en marzo fue muy
útil para parar la pandemia gracias, en una considerable parte, a la policía.
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