No me extraña que unos 160 juristas de toda España ya hayan
pedido que se detenga la ley de la eutanasia. El derecho a la vida no es negociable ya que es básico y está reafirmado en la
Constitución y en los Derechos Humanos. La protección de la vida hasta su final
no es algo opcional es un deber y a la vez un derecho irrenunciable.
Como dice el profesor de Derecho Penal Bernal del Castillo «abre la
puerta a un abuso del derecho, aprovechándose
de una situación en que la persona está muy indefensa y manifiesta el deseo de terminar con la
vida». Ciertamente, los cuidados
paliativos en el caso de los enfermos terminales y el alivio del sufrimiento y
el dolor es lo que corresponde y no la eliminación de la vida existente.
Es
insostenible que se aplique la eugenesia. Lo que no puede ser es que se quiera
prescindir de las vidas de los mayores y de los discapacitados siguiendo los
pasos de la Alemania nazi y de lo que está ocurriendo en Holanda y en otros
países.
Es
evidente que considerar que lo mejor es que decidan terceras personas sobre la
vida de seres humanos deja abiertos procedimientos que pueden llevar a una
muerte no deseada antes de tiempo. Otra cuestión diferente es el
encarnizamiento terapéutico.
Otra
cuestión importante es la tarea del Comité de Bioética y de los comités
deontológicos de los hospitales. Todas las vidas merecen ser vividas y el no
poder no llevar una vida independiente no es razón suficiente para llevar a
cabo la eutanasia como ya están haciendo, por ejemplo, en Holanda. El valor de
una vida es incuantificable.
Se
puede vivir de innumerables maneras y eso lo decide cada sujeto libremente. La
sociedad no es nadie y la presión social no puede fijar lo que es una vida
digna de ser vivida e imponer su criterio a los ciudadanos.
Una
persona puede tener 80 años y a pesar de tener achaques puede realizar
actividades muy valiosas para él mismo y para la sociedad y tiene derecho a
seguir viviendo hasta el momento en que su organismo ya no se capaz de seguir
con vida. Y mientras tanto tiene que ser adecuadamente atendido en todas sus
necesidades. Su vida es igual de valiosa que la de un joven o adulto. Además,
aferrarse a la existencia es algo propio
de la naturaleza humana y da igual la edad que se tenga.
El
filósofo y médico Diego Gracia, un gran experto en Bioética, insiste en que la edad no es un criterio para no cuidar y dar
la atención médica continuada a todos.
Vivimos
en una sociedad en la que lo habitual es el egoísmo, la insolidaridad y la
injusticia. Y de esto tenemos que ser conscientes precisamente para cambiar la
mentalidad social general.
Se
nota que en Holanda, por ejemplo, no toman en cuenta el valor de la vida y la
supeditan a planteamientos que no respetan la libertad de los individuos. La
calidad de vida no es una razón última para justificar la eutanasia.
Y
la búsqueda de la comodidad de la sociedad para no atender a los ancianos o
dependientes no está justificado, entre otras razones, porque cualquier persona
lo puede ser a lo largo de su vida. Y la mentalidad de una parte de la sociedad
no se puede imponer a la totalidad de la
misma y tampoco pueden obviarse la racionalidad y las argumentaciones profundas
que amparan el derecho a la vida. También es una cuestión de deberes y de valores
éticos.
No
se debe despreciar la vida de los ancianos o de los mayores y en una parte de
la sociedad actual se observa que esa tendencia existe y se nota. Es una falta
de reflexión acerca de lo que somos los seres humanos en este mundo. Todos
estamos sometidos al paso del tiempo y no sirve de nada pensar que los jóvenes
lo serán siempre, ya que no es cierto.
Todos
envejecemos y a todos nos gustará ser protegidos por las leyes, el Estado y la
sociedad en la parte última de la vida que puede ser considerablemente larga, útil
para nosotros y provechosa para todos. Olvidarse de esto es negar la realidad
de las cosas y la verdad. La medicina
está avanzando mucho y con nuevos medicamentos y tratamientos el dolor cada vez
se combate y supera mejor. El reconocimiento del extraordinario valor de
cada vida no es algo valorable económicamente.
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