El libro de Kieran
Setiya titulado En la mitad de la vida es un brillante ensayo que plantea cuestiones existenciales que interesan a cualquier persona. Da igual
la edad que se tenga, ya que el paso del tiempo es inexorable para todos.
Setiya es profesor de
filosofía en el Instituto de Tecnología de Massachusetts y es doctor por la
Universidad de Princeton en Estados Unidos. Es una obra que realmente aporta un
nivel de reflexión elevado desde la perspectiva ética y psicológica.
Se puede pensar que la
mediana edad es el mejor momento de la vida, porque ya se ha descubierto por la
propia experiencia lo que son las cosas del mundo y como sucede todo, aunque
sea de modo muy aproximado.
En relación con esto
escribe Kieran Setiya «La novedad del logro se ha
desvanecido: la primera publicación, la primera conferencia, el primer día de
clase. Terminaré el artículo que estoy escribiendo; con el tiempo será
publicado y escribiré otro». Y así hasta casi el infinito se
podría decir en cierto modo.
En este libro muchas
frases merecen ser subrayadas, porque exponen el problematismo inherente al
devenir temporal de la vida y las encrucijadas a las que estamos expuestos
especialmente a partir de la juventud.
La infancia es el
periodo de la magia, en la que todo es posible y el tiempo parece que no existe
o es infinito. Pero no lo es. La conciencia de la finitud aparece de forma más
clara al llegar precisamente a la mitad de la vida. Aunque, actualmente, cada
vez más las personas llegan a vivir noventa años o alguno más parece que esta
barrera es el límite aproximado de la existencia, si bien para muchos también
es menor.
Lo que se plantea a lo
largo de las páginas del libro de Setiya es que nuestra libertad para tomar
decisiones nos puede producir dudas sobre la mejor trayectoria vital que podemos
escoger.
Como dice el autor «En la mediana edad, la retrospección es limitada. Cuentas con
la visión de una parte sustancial, pero
no del todo. Y la cuestión no es solamente qué hacer, sino lo que has hecho y
lo que no has hecho, qué sentir y qué pensar de ti mismo». Me parece un
planteamiento poco optimista y realista, ya que si pensamos en lo que escribió,
por ejemplo, en La felicidad humana el filósofo Julián Marías nos damos cuenta
de que la vida humana no puede ser feliz más que en momentos o como decía
Marías en islas de felicidad.
Porque es cierto que
no lo podemos hacer todo. La vida siguiendo los planteamientos de Marías está
limitada por nuestra realidad y circunstancias. No lo podemos elegir todo y
tenemos que renunciar a lo que no escogemos. No puede ser de otra manera,
porque no somos dioses. Lo que no impide que busquemos ser felices de modo
apasionado y con una mentalidad
ilusionada, por lo que somos capaces de lograr y por lo que ya hemos
conseguido.
En el proceso está la
felicidad o como dice Setiya en las actividades atélicas o sin fin o propósito
específico, por ejemplo, el placer de pasear y observar la realidad. Y existen
muchas más. El arte, la música, el
contacto con la naturaleza, por ejemplo, el gozo de estar en el mar o al lado
de él.
El escribir por puro
placer, por ejemplo, es otro proceso lúdico en el que se disfruta sin más en el
presente de una acción que se siente como intemporal o fuera del tiempo aunque
no sea así, pero el sujeto que escribe lo siente de esta manera.
El filósofo Robert
Adams escribió en 1979 que «Si nuestra vida es buena, tenemos la
misma clase de razones para estar contentos de haberla tenido – en lugar de
otras vidas que habrían sido incluso mejores pero por completo distintas – que
tenemos para estar contentos de existir
nosotros en lugar de otras personas mejores y más felices». Pero el valor de tener alternativas no debe sobrevalorarse,
ya que muchas veces pueden llevar a resultados no queridos. La prudencia a la
hora de tomar decisiones es lo más importante y no emprender cursos de acción
que empeoren la vida.
Un posible remedio a la brevedad de la vida es centrarse
en los proyectos a realizar y, simultáneamente, vivir el presente como un
proceso placentero en sí mismo.
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