El creador de la
Hermenéutica contemporánea en su libro Arte y verdad de la palabra nos ofrece
un neohumanismo fundamentado en la escritura.
También el diálogo y la lectura conforman un arte interpretativo propio
de la cultura. Y es que la
interpretación es una de las tareas
primordiales de todo lector cuando lee.
Gadamer que nació en
Marburgo en 1900 y que murió en 2002 con 102 años es uno de los grandes
filósofos. Considera que debe existir una perfecta armonía entre el mundo
científico y técnico y el humanístico, ya que no tienen que estar enfrentados
como si fueran mundos antitéticos u opuestos. En realidad, son complementarios
y se interconectan.
El arte, la literatura
y la filosofía forman un todo que nos forma y hace más sensibles y esto ya es
algo grande por sí mismo, sin necesidad de nada más. Vida y arte están
intrínsecamente integrados en un mismo mundo en las mentes de los artistas y de
las personas con inquietudes artísticas. Y la verdad es decisiva para el ser
humano. Por esta razón la busca con su práctica interpretativa de la realidad.
La filosofía pretende
dar interpretaciones verdaderas o válidas de la realidad, por eso es un saber o
una disciplina tan profunda y amplia, ya que se interesa por todo. Es la puesta
en marcha de una curiosidad universal extraordinaria.
En el proceso de la
lectura escribe Gadamer que «Cuando uno lee en voz alta para sí
mismo, tal y como ocurría siempre que se
leía en la Antigüedad e incluso hasta la tardía Edad Media, se lleva a cabo, en
realidad, sólo la lectura propia de uno;
uno está, sin salir de sí mismo, comprendiendo el texto y no a otro que le lee
en voz alta y que ha comprendido el texto a su manera». Por supuesto, que
para Gadamer la lectura silenciosa de los libros es primordial también, pero
afirma que todo proceso de lectura es una especie de interpretación o
traducción.
Se comprenden sentidos
y significaciones más o menos complejas y esto es en el fondo la plasmación
real del arte de comprender la infinidad de textos escritos existentes.
Actualmente se lee en silencio y el arte de los escritores adopta formas de
lenguaje que se adaptan a esta realidad lógica y también natural.
Afirma Gadamer que «Desde Nietzsche se califica a la filología de arte de la
lectura lenta». Y es perfectamente entendible que así sea para comprender
todos los aspectos de cualquier obra escrita, si se realizan análisis lingüísticos
muy detallados de los textos.
Se puede pensar que un libro es un cerebro que habla en un sentido
figurado. También lo piensa Gadamer, ya que considera que leer es dejar que le
hablen a uno. Y es precisa la comprensión plena de las palabras leídas, ya que
si esto no ocurre no se avanza. Por esta razón en la enseñanza es tan
extraordinariamente importante el logro de la comprensión lectora de los
estudiantes.
Para Gadamer leer es
traducir. Este filósofo comprende magníficamente las complejidades del lenguaje
hablado. Porque el lenguaje natural o cotidiano es impreciso y ambiguo muchas
veces, ya que no está especializado como los lenguajes artificiales propios de
las ciencias, por ejemplo, el de la Química o el de la Lógica matemática.
En relación con esta
cuestión escribe «En realidad, el hablar mismo nunca
posee una exactitud tan perfecta que siempre se elija y se encuentre la palabra
adecuada». El lenguaje escrito hace posible una mayor densidad de
conceptos interrelacionados de modos más complicados de lo que suele ser
habitual en el habla, con giros expresivos y oraciones más largas y enrevesadas
que en los modos de hablar cotidianos.
Y la precisión,
exactitud, fiabilidad y prolijidad de lo
escrito ya era tenido muy en cuenta en las culturas antiguas. Se entiende que
cualquier tipo de contrato o documento importante de cualquier clase tenga que
estar escrito y no sirvan las palabras habladas de una manera absoluta de modo
general.
El ser humano es capaz
de simbolizar y generalizar por medio de las palabras. Aristóteles indicaba que
el lenguaje es convencional, porque está sujeto a convenciones y no es algo
natural. La riqueza expresiva del lenguaje es inmensa y los grandes escritores
o artistas de las palabras la han utilizado en sus escritos como, por ejemplo,
Goethe. Hasta la risa comunica y es
interpretable.
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