El reconocimiento de la equivocación por
el PP no es suficiente desde un coherente análisis político.
El fin no justifica los medios. Y las
explicaciones de Montoro y otros dirigentes del Partido Popular van en la línea
de decir que, por estar al borde del rescate, era lo que, en realidad, debían
hacer.
Pero la sentencia del Tribunal Constitucional
tiene párrafos muy duros en relación con la decisión del Gobierno en 2012. La
crisis económica no puede amparar un indulto fiscal a grandes fortunas. Ya que
es un claro agravio comparativo respecto a millones y millones de ciudadanos
españoles que pagan religiosamente sus impuestos hasta el último céntimo de
euro.
A mi juicio, es bochornoso que se hayan
perdonado tantísimos impuestos a los que poseen enormes cantidades de dinero
ocultas en paraísos fiscales o sin declarar. Y no vale decir que tendría que
haber muchos más inspectores de Hacienda de los ya existentes o muchos más
procedimientos de investigación de la multitud de posibles fraudes a la Agencia
Tributaria. Y al no haberlos está justificado el supuesto mal menor que es el
indulto fiscal.
Que se hayan tomado medidas parecidas en
otros países no da la razón al Gobierno. Y esto también se deduce del texto de
la sentencia del Tribunal Constitucional. No hace falta razonar mucho para
darse cuenta de ello. Además, la amnistía se aprobó por un decreto-ley, que es
un mecanismo legislativo muy rígido a diferencia de lo que sucede con la
tramitación de un proyecto de ley en el Congreso.
Que la sentencia del alto tribunal haya
declarado nulo el decreto-ley es algo grave, porque indica que no se hicieron
las cosas de acuerdo a derecho.
Puesto que dice la sentencia que el decreto-ley
no es el procedimiento normativo adecuado para aprobar decisiones que
«afecten a la esencia del deber de contribuir al sostenimiento de los gastos públicos,
alterando sustancialmente el reparto de
la carga tributaria a la que deben
contribuir la generalidad de los contribuyentes, según los criterios de capacidad económica y progresividad». Es
difícil ser más contundente. No puede ser que la carga tributaria sea
inflexible para la mayor parte de los ciudadanos y para los que poseen grandes
fortunas sea flexible con tal de que contribuyan en alguna medida.
El afloramiento de dinero negro y bienes
no declarados debe lograrse con investigación y no dando ventajas y trato de
favor a los que evaden cantidades astronómicas de dinero para que declaren una
pequeña parte de lo que ocultan. Y lo digo con todo el respeto a las
autoridades tributarias ejerciendo mi derecho a opinar.
El indulto fiscal logró recaudar menos
de la mitad del dinero previsto. Además, se fue suavizando la amnistía, de tal
forma, que, al final, parte de los defraudadores regularizaron parte de sus
capitales ocultos y determinadas empresas repatriaron dividendos.
Los evasores blanquearon su dinero
pagando apenas un 3%. Por si faltara algo más se puede decir que el 84% de los amnistiados todavía no han sido
inspeccionados lo que es un dato que da
que pensar.
Y es indudable que, como dice el
Tribunal Constitucional, en la práctica, aunque no en teoría, se pretendió por
parte del Gobierno legitimar el fraude fiscal por necesidades económicas del
Estado. Es obvio que se dinamitó y saltó por los aires el sistema de justicia
tributaria y que el Ejecutivo no cumplió con sus obligaciones.
En la referida sentencia hay otro
párrafo especialmente demoledor para el Gobierno y para el ministro de Hacienda
y dice literalmente lo siguiente: «La adopción de medidas que, en lugar de
servir a la lucha contra el fraude
fiscal, se aprovechan del mismo so pretexto de obtención de unos ingresos que
se consideran imprescindibles ante un escenario de grave crisis económica,
supone la abdicación del Estado ante su obligación de hacer efectivo el deber de todos de concurrir
al sostenimiento de los gastos públicos». En efecto, no debe haber ningún trato
de ventaja con los que defraudan, independientemente del dinero que oculten al
fisco, aunque sea muchísimo.
Lo que debe hacerse es ser implacable en
la investigación fiscal con los elementos materiales y el personal humano
necesario y preciso para esta enorme tarea. La concesión de privilegios para
que los defraudadores declaren más no es una conducta ética ni legal. Estamos
en un Estado de Derecho en el que debe regir el imperio de la ley para todos y
no valen estrategias que vulneran la
igualdad de los contribuyentes a la hora de declarar sus bienes.
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