La escuela cínica nos
enseña que la filosofía posee una utilidad práctica innegable. El arte de vivir
está unido al ansia de libertad y de autenticidad. Ser libre y vivir felizmente
son las aspiraciones fundamentales de cualquier persona. Vivir la vida que uno
quiere es lo que proponían los filósofos cínicos de la Antigüedad.
Los planteamientos de
los pensadores de las escuelas helenísticas
pueden ser puestos en práctica
también en la vida cotidiana del siglo XXI. Porque la búsqueda de la
verdad, del saber y la belleza, etc., hacen más profunda la vida humana y la
llenan de sentido. Se trata de hacer lo que nos apasiona o de lo que creemos
que nos gusta o es bueno para nosotros, sin límites previos y ejercitando la
voluntad. Ser autosuficientes es básico y cada persona es lo que quiere ser sin
imposiciones de ningún tipo. Aprender constantemente es lo propio de los seres
humanos. Esto lo sabían perfectamente Antístenes y los demás pensadores
cínicos. La actividad intelectual integrada en la existencia es lo que nos hace
avanzar de modos prodigiosos. Se trata de satisfacer la curiosidad
universal y esto se logra leyendo,
escuchando, viendo, investigando, pensando y buscando lo que nos hace crecer
como seres humanos. La felicidad es el camino o la búsqueda que solo termina con la muerte.
La realización de
proyectos nos hacer vivir con más intensidad. La acción es una de las claves de
la buena vida. El pensamiento crítico es lo mejor contra la estupidez y la
ignorancia que abundan en el mundo. El cinismo afirma el inmenso valor de la
creatividad, ya que es lo que da mayor sentido a la vida humana y lo que nos
distingue en el sucederse de las generaciones.
Disfrutar de la vida
supone hacer la vida que uno desea con plena libertad y gozo y sin importar
nada lo que digan los demás, ya que cada sujeto es dueño de sus actos y de su
propia vida.
Las mentiras, los
engaños, las falsedades, la hipocresía y el egoísmo excesivo, así como la
violencia y la agresividad, perjudican a todos y hacen más difícil la
existencia en la convivencia social.
Valorar los momentos
felices de la vida y disfrutarlos con plena intensidad no está reñido con gozar
del saber y de la belleza, en todos los
sentidos pensables e imaginables.
Enfocar las cosas y la
realidad de modo positivo está a nuestro alcance. Y esto lo sabían también los cínicos,
epicúreos, estoicos y escépticos de la Grecia antigua. El tiempo del que
disponemos en la vida aunque sea largo
es limitado y, por tanto, lo más racional y coherente es aprovecharlo al
máximo, pero con serenidad y equilibrio. Lo que presupone también ser
conscientes de la fugacidad de todo y
del eterno retorno de la vida en distintos seres a través de los siglos.
El coraje en la vida
es uno de los valores principales para los cínicos, puesto que es cierto que
sirve para afrontar mejor y más sólidamente los problemas y las adversidades
que surgirán inevitablemente en el curso de la existencia.
Luchar por una vida
más humanizada para todos debería ser también un objetivo irrenunciable y una
meta prioritaria. Convertirnos en seres libres y racionales es otra de las exigencias que se pueden
plantear en un cinismo del siglo XXI.
El cultivo de la mente
y del conocimiento, el diálogo y la libre discusión nos proporcionan felicidad,
sin ninguna duda. Las relaciones sociales y los viajes también potencian la
vida y la llevan a nuevos niveles de satisfacción y plenitud. El valor de la
amistad y del amor es el hilo conductor de una vida más profunda que trasciende
lo exclusivamente material y supera el tiempo.
La memoria o el
recuerdo de los innumerables momentos
felices es la expresión de la finitud, pero a la vez es una forma de eternidad
en el presente y en el futuro que está sustentada en el pasado vivido y
realizado a lo largo de los años y de las décadas.
De todos modos, desde
la perspectiva cínica el presente y el futuro están abiertos totalmente a todo
y de eso se trata. Lo mejor es desarrollar todas las potencialidades y talentos
para ser la mejor versión de nosotros mismos. Podemos ser mucho más de lo que
pensamos. Con acción masiva en la vida se puede afirmar que todo es posible. Lo único que hace falta es
tener la valentía, el coraje, la voluntad y la determinación de hacerlo, de
atreverse.
(Artículo 1.097)
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