En el nuevo libro de
la catedrática emérita de Ética y Filosofía Política de la Universidad de
Valencia Adela Cortina titulado Ética cosmopolita se tratan numerosas
cuestiones de extraordinaria importancia para entender lo que ha causado la
pandemia y también el presente y el futuro que se puede construir.
Es cierto que la vida
cotidiana toma forma en función de las decisiones tomadas por las personas.
Apostar por la cordura es lo que corresponde en los tiempos que vivimos. Es un
planteamiento seguro y beneficioso para todos.
En relación con las
decisiones trágicas en las ucis, tal y como escribe la autora, son superables, si se
piensa en que se pueden derivar pacientes
y crear nuevos recursos. Existe la dignidad humana y el derecho a la
vida de todos y no se puede excluir a priori en razón de edad o discapacidad.
La gerontofobia o
desprecio a la los mayores existe en la sociedad y es claramente absurdo e injusto por
numerosas razones. El aumento de la longevidad es algo a celebrar, como es
lógico. Valores éticos como la
compasión, la solidaridad y la justicia son la clave de bóveda de cualquier
sociedad y Estado político.
La vulnerabilidad es
lo característico y lo que define la existencia humana dada la mortalidad y el
azar que forman parte de la realidad de todos. Está bien que exista el Estado
del Bienestar precisamente para potenciar la vida buena de forma general.
Los Estados deben ser
democracias cosmopolitas que se ocupen también, de forma prioritaria, de las
necesidades de los ciudadanos y de sus aspiraciones, sin exclusiones de ningún
tipo. La interdependencia entre los
seres humanos es el soporte de la fragilidad y de la naturaleza contingente
propia de todos los seres vivos, ya que nada es
absolutamente seguro en la existencia, salvo la muerte.
Cortina considera
absolutamente necesaria la ética cívica. Y es cierto que si los ciudadanos
ejercitan su pensamiento crítico desde los valores éticos la sociedad
funcionará de manera más coherente y armónica.
La reducción de las
desigualdades requiere nuevas formas de hacer política que piensen en el
interés colectivo y también en el individual, pero sin marginación de nadie.
La naturaleza egoísta
de las personas tiene que ser canalizada para que no perjudique a los demás en sus derechos. La ética empresarial
debe formar parte del desarrollo económico de cualquier país en una economía
globalizada que comprende al mundo entero.
También se necesita
una política fundamentada en la cordura y la justicia y que considere que a
través del diálogo se encuentran, sin duda, soluciones a los conflictos sociales con
decisiones equilibradas y coherentes. Se trata de ir a la raíz de los problemas
para solucionarlos en interés de todos.
Y existen estrategias
políticas que funcionan. Los políticos
pueden ser adversarios pero no enemigos. La corrupción, las mentiras, los
engaños y el nepotismo no deben formar parte de la acción política. Los
argumentos y las razones son los que sirven para tomar decisiones y no la
simple capacidad de improvisación en cada momento.
El cosmopolitismo es
una ideología que afirma que todos poseemos una moral compartida puesto que
debemos convivir, de modo solidario y empático en el planeta, ya que formamos
una comunidad única global. Tomar decisiones para acabar con el sinhogarismo o
con el hambre en el mundo es algo exigido por una ética mínima y cordial como
la propuesta por la filósofa Adela Cortina.
La pandemia del
coronavirus ha sacado a relucir aspectos negativos en relación con las
conductas humanas, que ya estaban presentes antes, pero que ahora son
evidentes. Fundamentalmente, el egoísmo excesivo y la violencia de distintas
clases que se observa en la vida social. Y esto mismo es lo que obstaculiza el
progreso y el bienestar social general.
Todo ello unido al
materialismo y relativismo crecientes y al enfoque de la vida como una gran
diversión en sí misma, sin propósitos, fines
o proyectos. Como escribe Maquiavelo «Porque en general se puede decir de
los hombres lo siguiente: son ingratos, volubles, falsos, huyen del peligro, están
ávidos de ganancia»… Se podría añadir que a costa de los demás.
En conclusión, es absolutamente
necesaria una vida social basada en unos principios éticos universales que
promuevan la dignidad de cada persona y el bien común. No es una utopía, ya que
es alcanzable, si se argumenta y razona con coherencia y buscando en cada
situación las mejores soluciones en beneficio de todos los que conforman la
ciudadanía de cada Estado y sin olvidar tampoco a los migrantes.