Entre la producción
ensayística de Einstein destacan sus escritos sobre política, sociedad y
ciencia. En su obra Sobre el humanismo el Premio Nobel se explaya sobre
diversos aspectos de la realidad que ocupaban sus pensamientos. Lo que nos hace
humanos de verdad aparece en estos ensayos de este gran físico.
Los valores éticos son
una de las bases del humanismo. Contra lo que se pudiera pensar Einstein además
de ser un gran científico se interesó, de una manera plena, por las circunstancias
de la época que vivió. Fue pacifista y dejó testimonios muy claros de su
actitud. Estaba convencido de que «el hombre es, al mismo tiempo, un ser
solitario y un ser social». No albergaba ninguna duda acerca de
la anarquía económica de la sociedad capitalista de su tiempo. Que era para él
la causante de todos los males. Y lo
dice claramente.
La oligarquía del
capital privado no es controlable ni siquiera en una sociedad democrática,
según su planteamiento. Teniendo presente que murió en 1955 cabe decir que este enfoque sería
aplicable al siglo XXI, aunque con matices. Puesto que la libertad de los
individuos y la cooperación entre muchos pueden controlar cualquier tipo de
oligarquía financiera que quiera determinar o condicionar las acciones de cualquier gobierno actual.
Einstein estaba
orgulloso y satisfecho de los avances de la ciencia y de la tecnología. Al
respecto, escribe que «El efecto práctico más notable de la ciencia es la invención de
objetos que enriquecen la vida, aunque la compliquen al mismo tiempo». Y esto lo dijo hace más de 65 años. En efecto, tiene razón porque no podemos
pretender que una vida más rica e intensa no sea complicada.
El ambiente social en
el que se está inmerso desde la niñez es esencial desde una perspectiva actitudinal
para Einstein y es cierto, aunque no siempre se es consciente de la influencia
de la historia biográfica en el carácter de las personas.
De todas maneras, el
escepticismo y el realismo de este gran hombre de ciencia le hacen decir que el
bienestar de la humanidad no ha aumentado con el desarrollo tecnológico.
Especialmente, si se consideran las guerras y
el hambre en el mundo, junto con la pobreza que afrontan cientos o miles
de millones de sujetos en el planeta.
Confía en la vieja
Europa porque «Parece que el ideal humanitario de Europa está inevitablemente
unido a la libre expresión y con el libre albedrío del individuo, con un
esfuerzo por un pensamiento objetivo sin tener consideración de su utilidad y
por el fomento de las diferencias en ideas y opiniones». Frente a cualquier tipo de totalitarismo o autoritarismo
Einstein insiste acertadamente en la libertad
como valor esencial para mantener la dignidad y la buena vida. Frente a
la fuerza del poder reafirma la energía de las argumentaciones y de los
razonamientos que no deben ser silenciados o acallados. Las discrepancias deben
ser aceptadas desde una actitud tolerante y racional.
Reconoce que sin otros
grandes científicos la labor de la ciencia habría sido más difícil. Siente una
gran admiración por Newton y por otros muchos que se dedicaron en cuerpo y alma
a la ciencia.
En relación con el
sentido de la vida humana Einstein está convencido de que la lucha social y la
cooperación junto con la actividad creativa del artista o del científico dan
contenido y sentido a la existencia. Es, en realidad, un enfoque humanista en
toda regla.
Pero, es consciente de
que lo dominante en el mundo es el desenfreno y las más rudas pasiones, por
desgracia. Algo que, a mi juicio, sigue sucediendo, de forma general, en el
planeta. En sus elogios a madame Curie alaba su fuerza de carácter y la
dedicación. Y llega a decir que si en los intelectuales de Europa perdurara
una pequeña parte de esta fuerza se podría ser optimista de cara al futuro.
Las líneas centrales
de su pensamiento son perfectamente desarrollables en este siglo XXI. De lo que
se trata es de mantener las actitudes humanistas y solidarias y los principios
éticos que hacen grandes a las personas.
Los planteamientos de la Ilustración adaptados a la actualidad siguen
plenamente vigentes. Es preciso atreverse a pensar por uno mismo con plena
libertad y sin censuras de ningún tipo. El respeto a las leyes también es
necesario para una convivencia social armoniosa y coherente. También una mejor
organización estatal en todos los países para atender las necesidades de sus ciudadanos en tiempo y
forma.
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